Capítulo 10

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Dejándose caer sobre el respaldo de la silla cerró los ojos, evocando de nuevo su rostro. Dos semanas habían trascurrido desde que su vida diera un giro inesperado, que no era capaz de comprender. Aun cuando intentó convencerse de que una vez que la tuviera podría olvidarla, no podía dejar de pensar en ella y el hecho lo frustro. No busco reemplazos, sencillamente porque era consciente que ninguna se igualaría. Se enfrasco en el trabajo y en esperar que llegara la noche, para detenerse frente a su edificio. La veía entrar y esperaba hasta que las luces de su departamento desaparecieran para marcharse. Le bastaba solo eso, pues una parte de él se negaba a aceptar que tenía alguna especie de sentimiento por ella. No era nombre de romances, palabras bonitas y mucho menos compromisos, pero su deseo iba más allá de todo razonamiento.

―Entonces ―comento Leandro mientras lo veía ajustar el moño de su smoking―, ¿iras con Viki?

―Si ―respondió secamente. De todas sus amigas, era quien menos problemas suponía. No solo porque estaba por casarse, sino porque no tenía sentimiento alguno por él.

― ¿Quieres que devuelva el jarrón que compre como regalo de bodas? ―mascullo su hermano mirándole con reproche fingido. Leandro fue sido testigo del cambio de Blake, uno que le resultaba desconcertante. Él no de los que rechazaba las invitaciones para jugar, no obstante en dos oportunidades, presencio como se negaba a los intentos de seducción de mujeres. Confirmando que sus actividades sexuales eran nulas. Y aunque deseaba conocer el motivo, parecía que no estaba dispuesto a tocar el tema.

―Es solo como compañía. Jamás le haría una mala pasada a Mauro ―dijo consultando su reloj―. Tengo que irme.

―No te metas en problemas ¿quieres? ―Blake sonrió divertido ante las palabras de su hermano.

―Lo mismo digo. 

Salió con la encomienda de recoger a la chica que esa noche fungiría como su pareja para un evento benéfico, el cual era parte de los compromisos que debía asumir al tener el control del negocio familiar. Y aunque al principio, pensó en negarse, un impulso o corazonada, lo empujo a no declinar la invitación. Lo único que lamentaba, era que tendría faltar a su visita nocturna. Por más que se negara, quería verla, sentirla de nuevo, probarla. Sin embargo, por primera vez en su vida, no estaba seguro de sus palabras. Era consciente que su actitud había demasiado cobarde y que no estaría nada contenta. Cosa que su rostro evidenciaba, pues no parecía la misma de siempre. Así que aunque moría por escucharla, se mantuvo alejado.

Pero al verla entrar en el salón, comprobó que era imposible alejarse de ella. Lucia radiante, hermosa. Aunque para él de cualquier forma lo era. Noto la sorpresa en su rostro, pero también el pánico. No pensaba dejarla ir, no después de esperar tanto tiempo. Y despidiéndose de su acompañante, se dispuso a encararla. En ese momento, la vio correr hacia la salida. La incertidumbre la invadió y sin importarle sus malos modos, le dio alcance.

«No vas a escapar», pensó sujetando su brazo, cuidando no lastimarla. Recorrió cada centímetro de su angelical rostro y se detuvo en sus ojos. Los cuales mostraban vacilación y malestar, pero algo más. Miedo. Eso lo tomo desprevenido. ¿Acaso le temía?

― ¿Por qué huyes, Camila? ―inquirió saboreando el sonido de su nombre.

Noto como luchaba por mantener la calma e irguiéndose, le dedico una mirada fulminante.

― ¿Puedes soltarme? ―cuestiono con cierta brusquedad, a pesar de que intentaba parecer amable. Su actitud altiva le gustaba. Negó dando un paso hacia ella, intentando acortar la distancia. Notando como contenía el aliento, como la afectaba. «Eres mía, aunque te resistas», pensó para sí mismo, sintiéndose confiado.

PleasureWhere stories live. Discover now