Capítulo 16

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Levantando la cabeza, sonrió más que dispuesta a complacerlo. Él se limitó a observarla, dándole una señal silenciosa con la mirada. La mano de la chica tomó su miembro, de un modo amable que dejo sin aire sus pulmones. Sus suaves dedos recorrieron por entero la longitud, hasta alcanzar la punta. Se humedeció los labios y lentamente lo introdujo en su boca. Extasiado cerró los ojos. Ella tenía una lengua privilegiada que aumento las palpitaciones y el deseo.

― ¡Joder! ―exclamó luchando por no correrse, al sentir sus dientes desplazarse por la sensible superficie de su pene.

―Tócalo ―ordenó Minerva observando a distancia el espectáculo. Después de su buen comportamiento merecía una recompensa y su pequeño juguete se encargaría de ello. Por esa noche, solo dictaría las órdenes.

La chica asintió y con la mano libre estrujó sus testículos, aumentando el placer que sentía. Leandro no pudo hacer otra cosa que apretar los dientes y luchar por mantenerse quieto. Moría por tomarla del pelo y empujarla, hacer que lo tomara por completo, follar su linda boca, pero sus manos seguían atadas a su espalda y tenía la orden de no moverse.

El sonido de teléfono de Minerva la hizo desviar la mirada. Sin perder de vista a la pareja, se acercó al pequeño mueble y tomo el aparato.

― ¿Douglas? ―murmuró extrañada. Apenas lo había visto esa tarde y no era alguien que le llamara solo para saludar.

―Necesito tu ayuda.

Suspiro y tapo la bocina. Conocía ese tono de voz y no le gustó en absoluto.

―Continúa, no demoro ―alentó a la chica, saliendo de la habitación―. ¿Si? ―contestó un tanto molesta. Si algo odiaba era que interrumpieran sus sesiones, pero él no era un tipo que se anduviera por las ramas y tenía la sospecha de que se trataba de algo serio.

―No puedo contactar a Blake ―expresó frustrado sin perder de vista lo que ocurría al interior del bar.

― ¿Y? Estoy ocupada...

―Es algo urgente. De lo contrario, no te llamaría ―debatió irritado.

―Yo juzgare si es urgente o no. ¿De qué se trata? Habla.

***

Blake observó su cabellera rojiza con tonos dorados. Vicky era una mujer hermosa, pero sobre todo sabia como complacerlo. Era una de sus sumisas favoritas, a quien siempre acudía cuando necesitaba salir de la rutina. Un polvo con ella resultaba más que excitante. ¿El problema? No era a quien deseaba. Cerró los ojos y expulsó el aire que retenía sin darse cuenta.

―Levántate, Vicky ―dijo sin ser brusco―. Esta noche no. ―«Quizás, ninguna».

Aceptar iba contra sus reglas. Ya que descargaría toda su frustración con ella y lo peor, le fallaría, se fallaría a sí mismo. Las palabras de Minerva, lo habían hecho reflexionar. Quería hacer las cosas bien y las haría por ella, por su Camila. A pesar de que aún no sabía cómo actuar, no caería y complicaría aún más las cosas.

―Amo... ―Negó.

―Si lo hago, solo te lastimaría. No voy a hacerlo ―habló con determinación. Antes le habría resultado imposible resistirse, pero la situación era distinta, él era distinto y todo se debía a esa castaña que insistía en huir.

―Puedes castigarme. Eso no me importa... ―insistió mirándolo suplicante.

―No puedo ―negó nuevamente.

―Lamento importunar ―dijo abriendo la puerta. «Realmente no», pensó con una fingida expresión de disculpa―, pero afuera hay una guapa chica que está maldiciéndote. Creo que se llama Camila. Algo así.

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