Capítulo 13

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Camila parpadeó un par de veces, antes de conseguir por completo los ojos. Notando de inmediato, la claridad que llenaba la habitación.

«¿Qué hora es?», pensó un tanto alarmada. Debía estar antes del mediodía en el salón donde se llevaría a cabo el evento.

Intento darse la vuelta para tomar el móvil, pero no lo logró. En ese instante, reparó en el par de brazos que la envolvían, en su firme pecho contra su espalda, en el calor de su cuerpo. Aun aturdida e inquieta, consiguió volverse. Encontrándolo profundamente dormido a su lado. «Blake».

Le pareció mentira verlo ahí, completamente vestido y tan relajado. Esperaba encontrarse sola de nuevo, como la primera vez que estuvieron juntos.

Una sonrisa se dibujó en su rostro, al recordar la noche anterior, la promesa de darle tiempo para decidirse. Pero al mismo tiempo, haciéndola sentir un increíble orgasmo que la dejó agotada. Una dulce contradicción. Pues antepuso su placer al propio, algo digno de un amo. Que se comportara de ese modo, la había sorprendido demasiado. Un hombre como Blake, definitivamente no necesitaba rogar, ni siquiera seducir a una mujer para tenerla en su cama. Y ahí estaba, siguiéndola a Italia, intentando persuadirla para aceptar rendirse a sus deseos, a sentir placer sin dolor. Algo a lo que no estaba acostumbrada.

Camila tenía que admitir que comenzando por el detalle de esperarla afuera de la puerta, siguiendo por esa amena conversación durante la cena y sobre todo ese mágico baile. Todo, sin duda era más que memorable. Y había despertado anhelos que creyó no sentiría nuevamente, no después de su fallido compromiso. Aunque debía tener en mente, que en esa ocasión, no era ella quien perseguía e intentaba forzar las cosas. Eso le devolvía algo de confianza en sí misma. Era capaz de despertar algo en alguien como él.

Blake se percató al instante de su despertar, pero opto por permanecer inmóvil, intentando no delatarse. Llevaba varios minutos consiente, disfrutando del perfume de su cabello, de poder tenerla entre sus brazos. Aunque era la primera vez que compartía de esa forma su lecho, le gustó la sensación, su compañía. Percibió sus movimientos y su mirada curiosa, pero mantuvo los ojos cerrados. Retuvo una sonrisa al imaginar su pequeño rostro, enmarcado por una expresión de desconcierto. Al menos, eso imaginaba.

A Camila le gusto la estampa, su aspecto desalineado, el vello de su rostro que parecía un poco más abundante, la expresión relajada de su apuesto rostro. Quiso besarle, pero contuvo su impulso. No parecía la mejor de las ideas. Negó para sí misma y se recordó sus prioridades, tenía que saber qué hora era y ponerse en marcha. En unas horas estaría bajo los reflectores y se enfrentaría a las duras críticas de los mejores diseñadores del país. Su prueba de fuego, una de sus tantas metas. «Hay muchas más cosas de las que debo preocuparme». Con sumo cuidado, se liberó del ligero agarre de sus manos e intento bajar de cama.

―No te vayas ―gruñó Blake logrando retenerla.

― ¡Espera! ―gimoteó cuando fue arrastrada sobre la manta. Sus fuertes manos la sujetaron por la cintura, consiguiendo que su espalda quedara de nuevo contra el colchón, al mismo tiempo que sus piernas rodeaban las suyas, impidiéndole escapar. Una risa involuntaria escapo de sus labios. Su gesto era demasiado inesperado, extraño y espontaneo―. ¿Qué haces? ―se fingió escandalizada, ante el amasijo que sus cuerpos formaban.

―No te vayas ―repitió pegándose todo lo posible a ella―. Aún es temprano ―murmuró olisqueando su cuello, provocando que se estremeciera.

El deseo seguía latente, pero por primera vez, descubrió que podía sentirse pleno, no solo dentro de ella, también abrazándola, viéndola sonreír, sorprendiéndola. Para Blake, Camila era una mujer dura y de temple, pero al mismo tiempo, alguien demasiado receptiva y sensible. «Simplemente perfecta».

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