Capítulo 25

7.6K 709 62
                                    


Con una expresión decidida contempló su desnuda figura, abrigada por sus fuertes brazos. Sus dedos recorrieron perezosamente su espalda, encontrándose con los tenues relieves que el látigo marcó sobre su piel, recordando así la horrible imagen que presenció aquella noche en que la conoció. ¿Quién habría imaginado que esa desconocida herida e inconsciente se convertiría en una parte tan importante de su vida? La curiosidad y el deseo fue lo que lo impulso a seguirla.

La escuchó suspirar al acurrucarse más contra su pecho. Una sonrisa despreocupada se extendió por su rostro. Era suya, enteramente suya, a pesar de que al inicio trató de alejarlo, de huir, la tenía y no la dejaría ir. Jamás se cansaría de mirarla, de tocarla, de sentirla. El amor nunca estuvo en sus planes, pero ahí estaba, en su habitación privada, con ella durmiendo a su lado, sin intensiones de marcharse, como ocurría cuando saciaba sus instintos. Ella era más que piel, más que placer, era sentimientos. Sin duda una gran ironía, nunca le interesaron las mujeres más allá de la cama, a menos que estuvieran rendidas a sus pies, suplicando sus atenciones, dispuestas a complacerlo. "La correcta te hará perder la cabeza", la vieja frase de su abuelo, que incluso su padre utilizaba y cuánta razón tenían. Ella era la indicada. Tan sencillo como eso.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por un ligero golpe en la puerta, antes de que se abriera y Minerva a apareciera. Su rostro no presagiaba nada bueno y una sensación de deja vú lo invadió.

―¿Qué haces aquí? ―murmuró lanzándole una mirada molesta, que la mujer ignoró ingresando en la habitación. Ella no era del tipo morboso, así que descartaba la idea de que deseara observarlos―. Estamos ocupados, ¿no lo ves? ―insistió irritado por su intromisión.

―Es algo urgente, Blake.

Él gruñó, tirando de la sabana para cubrirlos ambos. Minerva puso los ojos en blanco y resopló con indiferencia ante su gesto. No le apetecía mirarles, en especial a él, a quien ya en varias ocasiones lo había visto como dios lo trajo al mundo. Era un Adonis, ciertamente, pero uno que no entraba en sus terrenos y que era como de su familiar, por ello no despertaba interés alguno.

―No creo que nada sea tan importante para que entres de ese modo ―replico negando de nuevo.

―Tienen a Rubén.

La réplica murió en su mente antes de que terminara de prepararla y el malestar que sintió por su presencia, desapareció al instante. Blake se tensó, liberando con sumo cuidado su brazo del peso de Camila.

―¿Estás segura? ―inquirió incorporándose, buscando algo para cubrirse.

―Sí, lo están trayendo a la ciudad en estos momentos ―respondió tomando una toalla del tocador, arrojándosela.

―¿Cómo? ―cuestionó atrapando la prenda. Deseaba saber dónde se había escondido y como habían logrado dar con él. Aunque lo más probable es que fuera obra de Douglas, pero ¿Por qué no se lo había informado primero?

―No tengo los detalles, pero el fiscal que está a cargo de su caso, es mi amigo y acaba de llamarme para avisarme. Es un hecho. ―Blake extendió la toalla, rodeando su cintura. Se aseguró de que Camila estuviera cubierta y acercándose a su amiga, tiro de su brazo, alejándola de la cama.

―Detalles, Minerva. Quiero detalles ―demando sintiendo bullir una rabia que desconocía. Aunque al principio solo deseaba conseguir una explicación, obtener una disculpa de su parte y así poder justificar sus acciones, en ese momento quería encararlo, hacerlo pagar, llegar hasta las últimas consecuencias. Como tanto se lo había exigido Leandro.

PleasureWhere stories live. Discover now