Capítulo 9

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― ¡No puedo creerlo! Tenemos solo una semana y no han llegado las telas para los últimos vestidos ―exclamo molesta azotando el libro de bocetos sobre la mesa. El par de chicas presentes la miraron temerosas.

―Acabo de llamar de nuevo al almacén. Llegan en un rato ―contesto deprisa una de ellas.

―Avísame en cuanto estén aquí ―dijo secamente y salió de la estancia.

Camila casi pudo escuchar sus suspiros de alivio y una parte de ella se sintió culpable por su actitud. No era una mujer que perdiera los estribos, pero no podía sacarlo de su cabeza.

Entro en la pequeña habitación que estaba acondicionada como cafetería y tomando uno de los vasos sirvió café. Sabía que no era lo mejor, pues aumentaría sus nervios, pero de nueva cuenta no había logrado conciliar el sueño y necesitaba mantenerse despierta.

―Pero que genio ―comento Erik apoyado en el marco de la puerta. No había podido evitar escuchar su disputa. Camila ignoro su comentario y mantuvo la mirada sobre su bebida mientras vertía el segundo sobre de azúcar―. ¿Qué te pasa, pequeña? ―inquirió un tanto preocupado.

―Nada ―mintió. Lo que menos deseaba era admitir que su estado se debía a un hombre, el cual la había dejado botada cual prostituta y eso la tenia de malas.

― ¡Oh sí! Nada, seguro. ¡Qué tonto soy! ―dijo con ironía cerrando la puerta, intentando evitar que los demás escucharan. Llevaba días escuchando las conversaciones en los pasillos sobre su extraña actitud y aunque al principio lo adjunto a una mal racha y a los nervios por la boda y el desfile, pero ya llevada casi dos semanas con la misma conducta―. Camila, eso ni tú te lo crees. Estas peor que yo cuando me enojo con John y mira que me pongo bastante neuras, pero tú me ganas. Hasta la pobre de Tania la ha pagado. Así que déjate de niñerías y dime, ¿qué te pasa? No me digas que discutiste con Derek.

― ¿Derek? ―pregunto molesta. Lo odiaba más que nunca, pues si no fuera por él nunca hubiera conocido a Blake. Además, estaba cansada de tener que mentir y fingir que nada había pasado y que la boda seguía en puerta.

―Sí, tu prometido. ¿Ya te olvidaste de él? ―comento divertido Erik.

―Terminamos ―dijo sintiendo un enorme alivio―. Él y yo terminamos, no habrá boda.

― ¿Qué? ―Erik parpadeo atónito.

―Lo que escuchaste, no habrá boda ―repitió dando un largo sorbo a su café.

―Pero... ¿Por qué? ¿Cuándo? ¿Cómo? ―Camila sonrió ante su expresión, apoyándose en el ventanal miro hacia el exterior.

―Se que todos creen lo contrario y de verdad lamento no habértelo dicho antes, pero...

―No digas nada ―dijo abrazándola―. ¿Quieres contarme? ―Ella movió la cabeza. Ya no dolía, como había esperado, pero no se sentía de humor. Sin embargo, conocía a su amigo y estaba segura que moría por saberlo.

―En realidad, no hay mucho. Hay otra, es así de simple ―Sonrió con cansancio y bebió de nuevo.

―Pero que poco hombre ―mascullo indignado. Derek no era su persona favorita, pero era consciente de los sentimientos de Camila por ella, motivo por el que siempre se había mantenido al margen.

―No hagas corajes, no lo vale ―aseguro Camila.

―Ahora entiendo porque estas así ―Quiso sacarlo de su error, pero no quería revelar el verdadero motivo de su mal humor.

Aunque entendía que aquello era solo sexo de una noche, que se marchara sin decir nada le había dolido. Pero la gota que derramó el vaso, fue que una semana después, enviara a su secretaria a recoger su traje. Cuando Eric aseguro que siempre era él quien iba personalmente. Eso la hizo caer en cuenta que no la buscaría de nuevo. Él tenía su número y sabia donde trabajaba, e incluso conocía donde vivía, pero no saber de él, era signo inequívoco de que no deseaba nada más. Se odio a si misma por caer con él. Alguien igual o peor que su ex prometido.

PleasureWhere stories live. Discover now