Capítulo 3

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― ¡Tengo dinero para pagar! ―aseguro mostrando el puño de billetes, que encontró al rebuscar dentro su bolso. No era una gran cantidad, pero si la suficiente para cubrir la cuota que la llevara hasta el centro de la ciudad.

El conductor del taxi la miraba con evidente desconfianza. El aspecto de la muchacha no era para nada normal. En varias ocasiones le habían estafado personas con aspecto extraño. Por lo que después de frenar y verla, estuvo tentado a arrancar de nuevo sin mediar palabra, pero ella se había aferrado a la ventanilla, impidiendo que lo hiciera.

―No es eso... ―balbuceo nervioso debatiéndose entre marcharse o ayudarla.

―Le aseguro que no es falso. Mire ―insistió desesperada. Temía que en cualquier momento, el hombre del club apareciera en la puerta de la casa y se diera cuenta de que intentaba escapar―. Tómelo de una vez.

―Está bien, señorita ―dijo aun confundido. Le daba la impresión de que ella no era una mala persona, y a esa hora era peligroso para alguien como ella estar sola en la calle―. Suba ―accedió apiadándose.

― ¡Muchas gracias! ―Sonrió depositado los billetes en sus manos. El movimiento desesperado le provocó un dolor que atravesó su espalda y no pudo evitar una mueca.

― ¿Está bien? ―inquirió el hombre reparando en su extrema palidez y la ligera capa de sudor que cubría su frente.

―Por supuesto ―contesto con una sonrisa tensa, que no consiguió convencerlo del todo.

Haciendo acopio de todas sus fuerzas, logro entrar en el vehículo y se acomodó en el asiento trasero. «Juro que no volveré a hacerlo», se repitió mentalmente.

El hombre no dijo nada, pero a través del espejo, no perdía detalles de sus movimientos y expresiones. Por su parte, Camila intentaba mantenerse erguida para no remover sus marcas, no obstante apenas era capaz de sostenerse. Comenzaba a creer que aquello había sido una muy mala idea. «¿A dónde voy?», se cuestionó con la mirada perdida en las luces de los autos.

Había pocas opciones. La casa de sus padres, estaba completamente descartada, no solo se encontraba en San Francisco, sino que bajo ningún motivo podía presentarse de ese modo. Nax, su hermana, vivía en la ciudad, pero no solo era una mujer casada, también desconocía sus prácticas y seguro pensaría todo un melodrama.

No tuvo que pensarlo demasiado. Solo había un sitio al cual podía ir, la casa de su prima Claire. Quien vivía sola y que le había instruido un poco en las prácticas de BDSM, pues ella era una Ama.

Respiro aliviada al pisar la acera, pero basto levantar la mirada para querer ponerse a llorar. Tendría que conseguir entrar al edificio y rogar al cielo que el ascensor estuviera en funcionamiento, de lo contrario tendría que subir 7 pisos y no creía poder resistirlo. Salir de aquella casa y subir al taxi la habían dejado exhausta.

― ¿Cami? ―dijo la mujer sorprendida al verla apoyada en la pared.

―Lo siento. No sabía a donde ir.

―No hay problema. Pasa... ―Se hizo a un lado, pero noto la dificultad de sus pasos y apoyo una de sus manos en su espalda. Al instante, Camila dio un respigo y gimió―. ¿Estás bien?

―Sí, solo... tuve una sesión intensa ―respondió arrastrando los pies.

―Pues bastante intensa por lo que veo ―mascullo sujetando su brazo―. Pero... ¿por qué dijiste que no tenías a dónde ir? ―cuestiono reparando en sus palabras.

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