MIKU
En las películas, cuando una persona ha perdido a alguien, siempre se saltan el proceso de "recuperación". Y que idea más acertada, porque es realmente una agonía lenta y constante.
Len me dejó. No más besos, sonrisas, la sensación de vibrar cuando su piel roza con la mía. No más. Me privó de los momentos que más alegraban mi día, aquellos que volvía a rememorar en las noches con una sonrisa de idiota en la cara.
Siento tanta rabia por él, que es inevitable no pensar que hizo que mi corazón se tatuara su nombre. Len kagamine no es más que un estereotipo de chico malo con buen corazón, como en las novelas que leo. Sin embargo, hay algo que aún paso por desapercibido. ¿Qué es? Ni la más mínima idea.
Noventa y dos días; dos mil doscientas ocho horas con más de ciento treinta dos mil segundos empapando mi mente de los mejores recuerdos que tengo con él, y a la vez, sufriendo por el hecho de que se acabaron las oportunidades para crear más.
Por supuesto que esto sólo aplica para mí, porque en estos mismos momentos él está con otra, perdiendo su tiempo creando recuerdos con ella. No me alegro de que sea así, en absoluto. Conozco a Len, hasta el más mínimo gesto, y sé que sólo basta unas cuantas palabras de mi boca para que vuelva a caer. Ser mío ahora y siempre.
He podido estar destrozada estás últimas semanas, llorando y suplicando por un milagro lo suficientemente grande para que vuelva a caer rendido a mis pies, pero eso no significa que dejaré las cosas así como así, por supuesto que no.
Observo una vez más mi silueta en el espejo, de forma aprobatoria. Cabello suelto, pantalones cortos, top trasparente, perfume favorito es uno de mis haces bajo la manga. Sí, Len sería un completo tarado si no quisiera arrancarme la ropa apenas me vea.
***
Mi pulso empieza a acelerarse cuando la familiar puerta de caoba entra en mi campo de visón. Estoy de los nervios, peor, apunto de un colapso mental. Millones de preguntas asaltan mi cabeza, pero la que más temo saber es: ¿Cómo reaccionará ante mi visita? Feliz, sorprendido, furioso, confundido. ¡Las variables son infinitas!
Un paso equivale a un golpe en mi estómago. ¿Cómo he llegado a este punto? Mi felicidad depende completamente de una persona, una, de la que apostaría mi vida por confirmar que su alegría no depende de mí. Muevo la cabeza.
Qué más da si lo soy o no, todo lo que Len a hecho por mí es más que suficiente para luchar por él, sus acciones son más importantes que el amor por mí misma.A veces, cuando hacía el amor con Len, no lo sentía realmente como tal. Me enloquecía la fricción que nuestros cuerpos creaban, claro, pero sólo quedaba hasta ahí. Puedo contar con lo dedos las veces que hemos dormido en la misma cama, enjaulados en nuestros propios brazos.
Dos.
Ese es el número de veces que he hecho el amor como corresponde. Las únicas dos mañanas más hermosas y eternas de mi corta vida. Esa es la razón más poderosa que tengo para luchar por seguir a su lado. No cualquiera puede emborracharte de amor con su mera presencia, no.
Cinco minutos son los que necesito para estar frente a frente con esa puerta de caoba, pero lo menos que me importa ahora es el estado de la puerta, porque un vez que esta se abra, también lo hará la felicidad.
Sin más preámbulos, mis nudillos golpean con suavidad la puerta. El tiempo se paraliza ante mis ojos, y de no ser que hace un breve momento toqué la puerta, juraría que ha pasado una barbaridad de tiempo.
Pasan los minutos y ni sombra de algún ser vivo que esté allí adentro. Golpeó con más fuerza. Tal vez se deba a eso, sí, lo más seguro es que no me ha escuchado.
—¡Len! —alzo la voz mientras golpeo aún más fuerte. Cuando abra lo primero que haré será revisarle los oídos, ¿cómo demonios no puede escuchar los golpes? —¡Len, soy yo, Miku! —¿alguna visita indeseada, tal vez?
«Está bien, Miku, relájate un momento. Inhalar y exhalar, sino, cuenta de diez en diez»
Intento respirar de la manera adecuada, pero siento como mis pulmones no son capaces de hacer esa mínima tarea. No es momento, por favor, no lo es. Diez, veinte, treinta, cuarenta...noventa y dos días, dos mil doscientas ocho horas, MÁS DE CIENTO TREINTA DOS MIL SEGUNDOS.
—¡ABRE LA PUERTA! —no más días sin él, no, por favor no—¿NO QUIERES QUE PASEMOS UN BUEN RATO JUNTOS? —no me dejará, no me dejará por ella, no, no.
«—¿No te sientes culpable, dulzura? Una relación enferma, eso es lo que somos»
No..., nunca lo fuimos, maldición, nunca.
«—¡Aléjate de mí! Eres una puta chiflada. ¿Lo entiendes, verdad?»
No, me niego hacerlo. ¿No ves lo bonito que somos juntos? Te amo, y puedo mejorar, siempre lo hago.
—¡¿SOMOS UNA RELACIÓN BONITA, VERDAD?! —termino por decir.
Mi visión empieza a nublarse. Mi cuerpo es más pesado que de costumbre. Los recuerdos azotan de manera brusca mi cabeza, ¿cuándo podré superarlo, cuándo?
La desesperación, la ansiedad, la ira se acoplan en todo mi organismo. No hay espacio para nada más, es lo único para lo que me siento capacitada de sentir.Como una máquina, siento como de apoco mis sentidos dejan de funcionar, desconectándose. Mis pulmones piden oxígeno, mis ojos son caudales de lágrimas, mi corazón parece querer detenerse, mi boca suelta todo tipo de palabras. Nada me importa. Mi cuerpo ahora es sólo un recipiente sin vida, que no le importaría desplomarse.
«—La amo, y lo seguiré haciendo. ¿Todavía quieres seguir?»
—¡CLARO QUE QUIERO, ESTÚPIDO! ABRE LA PUERTA...sólo ábrela, por favor.
Jamás han sido correspondidos mis sentimientos, ¿por qué, entonces, tendría que abrirse la maldita puerta frente a mí? Ni con él ni con nadie, jamás.
He amado con tanta fuerza en mi vida, que lo único que queda ahora son los pocos fragmentos de mi destrozado corazón. Tantas veces buscando una bendita para juntarlos, que me perdí en el camino. Mi cuerpo, alma, pensamientos están a su completa merced, de lo contrario, me desplomaría. Es extraño. Es difícil volver a caer en la misma piedra, pero heme aquí, totalmente ajena a mí, rota.
Dejo mi espalda deslizarse por la puerta. Su contacto es tosco, y aún así, es lo más parecido que he recibido como una caricia en estos meses. Mi cuerpo se acomoda hasta quedar en posición fetal. El contacto del desprolijo suelo lástima la piel de mi mejilla, pero ¿qué más da? Sólo quiero llorar, y recordar lo poco que valgo para ellos.
—Levanta, coletas —el último hilo de esperanza se solidifica cual roca. Len está aquí, está aquí por mí—. Vamos adentro, aquí hace un frío del demonio. —su tan familiar mano se extiende hacia mí, mostrándose como el ancla que me mantiene a duras penas en pie. No pasa un segundo más antes de tomarla inmediatamente.
—Len...—trato que mi voz no flaquee, pero mis cuerdas vocales me traicionan. Abro mi boca para emitir un chillido de frustración, pero esta es estampada con delicadeza en el hueco de su cuello.
—No te preocupes más, Miku. Abrázame todo lo que necesites.
Yo estaré aquí hasta que esto de aquí —toca la zona de mi corazón—se recupere totalmente.Puedo escuchar los lentos latidos de su corazón tocar una suave melodía para el mío. Olfateo su exquisito perfume dulzón, mientras el primer atisbo de felicidad se dibuja en mi cara. Una sonrisa débil en un rostro demacrado, pero qué importa, Len de verás lo hizo, abrió la puerta.
La puerta que escondía toda la felicidad con la que alguna vez soñé.
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¿Me perdonas? | RiLen
Fanfiction¿Nunca has deseado encontrar a tu endemoniado príncipe azul? Porque yo sí. De hecho, soy de esas personas que creen en el verdadero amor, y créanme cuando les digo que lo encontré. Pero no exactamente de la manera que yo esperaba. Len Kagamine era u...