Capítulo 10: no dejaré que te hundas más de lo que ya estás en mi mierda.

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LEN

El recorrido por nuestros cuerpos, guiado por las miradas cómplices entre ambos, es la verdadera invitación a pasar. Nada de palabras, sólo nosotros, comunicándonos en un silencio, que a lo largo de los años, se ha vuelto nuestro. Me convierto en un espectador de primera fila cuando, finalmente, entra por completo en la habitación. No es una ilusión óptica el rastro de coquetería que deja tras de sí, ni tampoco lo es esa aura tan atractiva que la envuelve. Ese encanto que desprende es parte de ella, es Hatsune Miku.

—Espero que tu plan no sea tratar de conquistarme, eh. Tendrás que hacer más que una cena para volver a lograrlo.

Frunzo el ceño. Sé que está bromeando, es lo que siempre hacemos, pero no puedo evitar sentir que está fuera de lugar. No nos reunimos para coquetear, ni muchos menos para terminar desnudos en algún sitio de la casa, sólo a hablar. Sin embargo, lo que menos quiero es que Miku se cohíba conmigo, pero si eso significa hablar descaradamente uno del otro, mientras una rubia que merece como mínimo respeto de mi parte, está escuchando absolutamente todo, no sé si seré capaz de sobrellevar la noche. Esto es una completa mierda.

—No a cualquiera le preparo una cena de cinco estrellas—pero lo correcto es aclarar todo con la verdad, ¿no?—. Deberías estar encantado conmigo, loca por mí —es lo mejor para todos—, pero creo que lo último ya está hecho, ¿o me equivoco?—lo siento, niñita.

Sus ojos se envuelven en una llama de desafío. Bien, está creando un retorcido juego en su mente. Es una noche larga, y cualquiera de los dos puede ceder ante el otro, en todo aspecto. Muchas posibilidades, pocas horas. Una bomba de seducción contra un tanque de arrogancia. Desafío aceptado.

—Entonces invítame a probar tu comida de cinco estrellas, si es que alcanza para eso, claro —una risa se escapa de mi garganta, puedo permitirte disfrutar de su compañía.

A continuación, nos disponemos a sentarnos en mi elegante e ingeniosa mesa para acontecimientos serios, y me es inevitable no sentir orgullo. Digo, sólo yo soy capaz de lograr algo así en tan poco tiempo. Los restaurantes llorarían por contratarme, y quien sabe, hasta podría inaugurar las seis estrellas.  Pero primero debo pasar por la aprobación de la belleza aquí presente. Extraordinario es lo mínimo que tendría que salir de sus labios.

—Está delicioso —su voz es una nota única de seducción, que me envuelve para clavar mi vista en sus labios—, pero mi boca lo debe estar más, ¿no? ¿Hay algo que tenga en particular?—a parte de lo rojos que están, y de los aún más rojos que te los puedo poner, no, nada— De ser así, puedes quitármelo. —soy expectante de como sus dientes blancos se muestran ante mí, resaltando aún más su labial.

—¿No puedes hacer las cosas por ti misma, Coletas? —subo inmediatamente la mirada, para toparme con esa cara que dice: DESAFÍO, en mayúsculas.

—Es más divertido cuando otros lo hacen por ti, ¿no crees? —capto inmediatamente el filo de sus palabras, y no es por su mirada fijada cómodamente en mi entrepierna.

—También lo es cuando uno lo hace por sí mismo, puedes creerme, preciosa. —le guiño un ojo, dejándola con la palabra en la boca. Tanque uno, bomba cero.

En el trayecto de la cena, nuestras conversaciones van de banales a divertidas, el ambiente es cálido, y siento como un enorme peso en mis hombros desaparece. Por primera vez en la noche, me permito respirar de verdad. No se ha mencionado ni una palabra respecto a la verdadera finalidad de esta noche, y una pequeña parte de mí, lo agradece profundamente. Pero no lo suficiente para querer pasar de largo el tema. Rin, maldita sea, no estoy seguro de como se lo está tomando, lo único que ha escuchado no ha sido más, y más que coqueteo. No es justo para ella. No he tenido la oportunidad de ir a verla, no sin levantar sospechas. Es tan difícil querer ir a abrazarla, mierda. Mentiría si dijera que no he disfrutado la velada, porque lo hago, pero no seria totalmente verdad si no digo que lo único que quiero es zanjar de una vez por todas este problema y correr hacia sus brazos a buscar refugio.

«Es hora de hacerlo, Len. ¡No pierdas el maldito coraje!»

Termino de memorizar nuestras últimas risas antes de dejarle el control total a mi boca, que inmediatamente suelta: —Creo que llego el momento de hablar, Coletas. —uff, ya está, lo dije.

Sin embargo, siento como la atmósfera cambia radicalmente, casi en un parpadeo. La tensión llega tan rápido como la incomodidad, y sólo me queda fingir una extrema seriedad, porque así se tratan estos temas, ¿no? Es inútil aligerar un ambiente tan pesado como este, sólo terminaría por empeorar las cosas. Por otro lado, Miku se ve imperturbable. No sé como debería tomarme su reacción.

—De acuerdo —suspira. Bien, una señal de vida—. ¿Por dónde empezamos?

Una pregunta demasiada abierta. ¿Qué quiero descubrir realmente? Por qué odias a Rin, por qué enloqueciste de aquella manera en mi casa, por qué estas conmigo a pesar de no quererte de la misma manera que lo haces tú, por que simplemente no te olvidas de mi y ya, por qué, por qué...

—¿Por qué me amas tanto? —decido por preguntar— No soy una buena persona, ni mucho menos alguien a quien quieras amar. Soy un desastre, un arrogante que no sabe valorar nada de lo que tiene. Perdí a la persona que más amo por no saber controlar mis problemas, porque no fui capaz de asumir que soy...una mierda que todos pueden abandonar. Entonces, ¿por qué me amas? Estás conmigo a pesar de saber que nunca te querré de la forma que deseas. Eso me convierte en un maldito, ¿no?  —le dedico una sonrisa amarga—. No quiero, no dejaré que te hundas más de lo que ya estás en mi mierda.

A pesar de decirlo con tranquilidad, siento la cabeza darme vueltas. ¿Qué mierda fue lo que dije? No soy una buena persona, ni muchos menos alguien a quien quieras amar. ¿Es así como me percibo yo mismo? Una mierda que todos pueden abandonar. Sí, eso ha sido toda mi vida, abandono tras abandono, y si ellos me pueden abandonar, ¿por qué yo no? Una mala persona, en eso me convirtió la vida.

—Y de paso te arrastré conmigo, niñita —murmullo.

La cruel risa de Miku me obliga a mirarla a los ojos. Si enloquece, la abandonaré. Oficialmente, me rindo. Necesito saber en que demonios pensaba cuando creí que involucrarme demasiado con las personas sería algo bueno. Sobre todo después de Rin. La amé como nunca lo he hecho, la sigo amando, pero no merece estar con alguien como yo. Digo, la engañé. Engañé a mi rubia...

—Todo el tiempo fue un error, Miku.

Otra risa cruel.

—Te diré algo que nadie más sabe, cerebrito. Una vez, la persona que consideraba mi todo, se aferró a mi con tanta desesperación, que acabé rota. Prácticamente consumió todo el amor que tenía para brindarle. Y cuando ya no hubo más, cuando estaba llegando a mi límite, escupió en mi cara toda nuestra relación. «Eres una enferma de la cabeza, ¡¿por qué tuviste que abrirte de piernas?!» —siento el color abandonar mi rostro. La razón por la que enloqueció esa noche no fue por un por qué, sino por un «alguien» —. Y ahora, tú eres esa persona que está dispuesta a romperse por mí. O eso creía hace exactamente tres minutos atrás —su esbelta figura se acerca a la mía, con determinación, buscando estabilidad sobre mis piernas. ¿Qué está pasando por su cabeza?—. No me puedo aferrar a ti, Len, no cuando estás más roto que yo, ¿o me equivoco? Sé lo de tu familia, y por esa misma razón recurriste a mí, ¿no? Me alegro de que lo hicieras, de lo contrario, nunca hubiera podido reconstruirme otra vez. Déjame que te devuelva el favor.

Y sin previo aviso, planta sus labios sobre los míos, dejándome desorientado, solo y asustado en medio de su explosión.

¿Me perdonas? | RiLenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora