Capítulo 08: Un chico sexi, con abdominales sexis, con voz sexi, y tú.

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RIN

Traslado mis dedos de una tecla a otra, dejándome guiar sólo por la imaginaria línea en mi cabeza. Tecla tras tecla, dejo un sendero ya recorrido por mí cientos de veces. Demonios, ¿por qué no puedo? La misma melodía, los mismo errores. Es tan frustrante, que agradezco el inusual silencio de mi mejor amiga.

Como desearía estar debajo de la sombra de un árbol cantando canciones sin sentido. Relajarme un poco de mis estúpidos problemas, eso necesito. Un suspiro de cansancio se escapa de mi boca. Es tan...no lo sé, desesperante formar un torbellino en un vaso de agua, sobre todo si eres consiente de ello.

Después de un tiempo, no sé si ha sido tan buena idea haber regresado a Canadá. Bueno, en realidad, sí. Encontré amigos maravillosos, volví a retomar mi pasión por la música, mi día no es más que risas y diversión, pero la constante presión en mi pecho, me impide disfrutar plenamente. Como dije, un torbellino en un vaso de agua.

Sólo quiero golpear mi cabeza contra el piano, pero no le haré eso a Cándida. Hemos tocado tanta melodías, recorrido tantos lugares—capricho mío: no toco a menos que sea en ella—, compartido tantos aplausos que considero pecado capital maltratarla. Para eso está Gumi.

—¿Ha caído? —pensar en los errores que ya cometí no ayudará en nada. Necesito un momento con mi mejor amiga.

—¿Quién no caería ante mí, preciosa? —su humor egocéntrico me hace reír. Inmediatamente mi mirada va hacia el celular que está entre sus manos, mí celular— Santa mierda, Rin. ¡Conseguí un pez gordo!

De la emoción, escupo la saliva acumulada en mi boca. Mis ojos no dan crédito a lo que ven. Un chico, apostaría que Yuma, está casi desnudo posando frente al espejo con una mano en su abultada entrepierna.

MISS MUSCULITOS 🤤💖

Mira como me tienes, nena.

Lo veo claramente, de eso no hay duda. Miro a Gumi atónita, es una maldita diosa. Yuma no es exactamente el tipo de chico que coquetea con cada ser de dos piernas, de hecho es un amor persona, siempre y cuando te considere su amigo, si no, ya puedes ir acostumbrándote a su hostilidad. Repito, si que pescó a un pez sexi.

—¡Necesito un tapón, Rin, que inundo el instituto aquí y ahora!

—¡Gumi! —le reprocho. Será una maldita diosa, pero de la perversidad. Antes de que ninguna palabra salga de su boca sobre la castidad, los abdominales y su dotado músculo, agrego:—¡Pide una docena!, cualquier orificio ahora es dudoso.

Tras una mirada cómplice, explotamos en risas. Amo a esta cabeza de moco. Es increíble como en tan poco tiempo nos llegamos a complementar de manera perfecta, incluso sospechamos que nacimos del mismo espermatozoide, que por obra del destino se divido entre su papá y el mío.

—¿Crees qué se merece entrar en nuestro altar? —mi voz es apenas audible, me duele tanto el estómago que pronto necesitaré un pañal.

—No es una de nuestras mejores obras, pero...

—Nah —terminamos la frase.

Siempre es doloroso decirle que no a abdominales tan buenos como esos, pero hemos obtenidos mejores, aunque sea difícil de creer. Sin embargo, sus bíceps se verían muy bien en la pared.

¿Me perdonas? | RiLenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora