RIN
Mi cuerpo se petrifica en el instante que su voz perfora mis oídos. Mi respiración se acelera, a la par que mi risa cesa. Lo primero que soy capaz de reconocer es su rostro, más definido que...la última vez que lo vi. Más de dos años sin saber ni la mínima idea de él, ese estúpido que alguna vez me enamoró de manera desenfrenada. Y destrozó de la misma forma mi corazón. Siento mis dedos temblar ligeramente, al igual que la decisión de si hablarle o no. Lo segundo que observo es su cuerpo. Un calor desbordante se instala en mis mejillas, ¿desde cuándo está así de bueno? Imágenes de él con el cabello en forma de un deformado champiñón, golpean mi cabeza. Intento sonreír, no obstante, sólo logro una mueca, al parecer bastante graciosa, porque las dos personas que están a mi alrededor están riendo. Por último, sus hermosos orbes celestes. El azul más claro de su iris, me intimida, pero los sentimientos qué trasmiten estas, aún más. ¿Cómo rayos tengo que reaccionar? Sabía que existía la posibilidad de encontrármelo de nuevo, sin embargo, esa idea parecía tan lejana. Vuelvo a observar sus ojos, consiente de lo tonta que debo parecer al no responder, pero las palabras mueran incluso antes de formularlas. Jamás había visto unos ojos tan curiosos y traviesos como los de Len, desbordando aventuras y felicidad. Amaba eso de él.
—Bueno, esto es realmente incómodo. No tengo ni idea de quién es ese chico rubio que te mira como un bobo, pero, está bueno, y al parecer tiene algo que hablar contigo —miro de soldayo a Len, quien tiene una de las sonrisas más egocéntricas y adorables que he visto—. En fin, un gusto hablar contigo, enana, no dudes que te mandaré un SMS, ¿entendido? Tendrás el honor de recibir el contacto de esta hermosura —su voz destella egocentrismo, en el buen sentido, y eso me hace recobrar la risa. Antes de poder pronunciar palabra alguna, su silueta ya está desapareciendo de mi campo de visón.
—Eres todo un caso, rubita, no has estado ni un minuto y ya espantas a la gente
—lo golpeo en su brazo, divertida, porque ya no existe rencor contra él, porque ha pasado el tiempo suficiente para aprender a actuar con normalidad—. ¿Y eso porqué? —dice, frotándose la zona golpeada. Me hipnotiza la forma en como un dulce mohín infantil se crea en sus labios, o en sí, la forma de estos. Sin esperármelo, las curvas de su boca suben. ¿Eh?— Por la forma en que me miras la boca, creo que tengo algo, ¿no? —Demonios.—Sí, la cara de tonto que tendrás cuando estés hablando solo—sentencio y sin más, mis pies me llevan directo hacia la salida, no obstante, unos revoltosos mechones de cabello vuelan alocados por mi rostro al frenar de manera tan repentina. ¿Qué demonios?
—Alto ahí —la electricidad recorre como pólvora mi cuerpo. Sólo está sujetando, casi un roce, de mi brazo. Mi corazón bombea de manera dolorosamente rápida—. No creas que esta vez te dejaré escapar fácil, no más —sus manos pasan de mi brazo hacia directamente mi cintura. Estamos frente a frente—. Te he extrañado como no tienes idea, niña loca, no te será tan fácil huir de mí —a continuación, siento una suave calidez propagarse por mi cuerpo.
Mis sentidos se alborotan con el beso. La sensación de sus labios unidos con los míos, es embriagadora, una dulce forma de anestesiar la parte lógica de mi cabeza. Esa sensación de estar fundidos como uno...la extrañaba. Sus reconfortantes manos rodeando con dulzura mi cintura, mientras que mis brazos, firmes en su cuello, exigen más cercanía, definitivamente lo extrañaba. Demasiado.
En ningún momento nuestras bocas se desesperan, al contrario, van en un lento compás memorizando su antigua melodía. Que él aún pueda despertar esos sentimientos en mí, la forma tan errática de extrañarlo, no es lógica, pero el corazón es de todos menos eso: lógico. Len se separa de mí, jadeante, al igual que yo. Las pulsaciones de mi corazón se acelera cuando caigo en cuenta que la necesidad de estar más tiempos unidos como uno, termino por consumir todo nuestro aire.
Deseo sentir aunque sea un mínimo ápice de arrepentimiento, pero no lo hay. Esto es demasiado irreal para ser cierto. Demasiado fácil. Lo único que quiero es que sus acogedores brazos me rodeen, susurrándome dulcemente en el oído lo mal que lo pasó sin mí, tanto como lo he pasado yo sin él.
—Dime que has sentido lo que yo he sentido —nuestras frentes se tocan, humedeciéndose con la agitada respiración del otro. Permito que mis fosas nasales se impregnen de su exquisito aroma, tan familiar, querido. A modo de respuesta, tomo una de sus manos, y la posiciono en el lugar exacto de mi corazón. Bum, bum, bum.
—Todavía eres capaz de lograr esto en mí, Len, todavía... —no sé qué estoy tratando de calcar con mis palabras, ahora mismo soy cero racionalidad, y cien por ciento un manojo de sentimientos contradictorios.
—Estamos hablando de mí, dulzura, obviamente soy capaz de provocar eso en ti —mi mirada se dirige arriba, y sonrió como una niña pequeña al ver como sus ojos se achinan de la felicidad, divertidos ante la situación.
Y como siempre, cuando quiero tratar un tema con seriedad, él se burla de mí. Hay cosas que nunca cambiarán. Mi cerebro se desconecta otra vez de la realidad. En este momento no me importa el pasado, aunque debería, pero es imposible hacerlo estando Len aquí, besándome. Sentir como mi corazón se acelera con cada roce de nuestras pieles, con cada tibia respiración del otro, me enloquece.
Pero incluso ahora, en el más alejado y pequeño rincón de mi cerebro, la infidelidad que destrozó nuestra relación hace acto de presencia. Es deprimente saber que un amor tan dulce y puro como el que teníamos fue
arruinado por...aún no sé qué cómo llamarlo, porque no sé qué significó para él.Cuando decidí irme de Canadá no estaba pensando con claridad, estaba cegada por la tristeza y el dolor, sobre todo este último. Fuí una persona egoísta con todas sus letras, gasté todo el dinero que mamá y yo teníamos ahorrado para casos de emergencias, lo único que no me hace sentir más mala persona es que papá pudo reponerlo apenas toqué suelo japonés. Aún así, no me arrepiento de haber viajado a Japón, no era consiente de lo mucho que extrañaba a papá hasta que lo vi en el aeropuerto, con su ridículo pañuelo canadiense en el bolsillo de sus pantalones, él es el que me ayudo a superar mi tristeza. Si bien, al principio, me sentí usada, nunca dejé que me destrozara a mí misma, jamás pensé que Miku era mejor que yo, o que no era lo suficientemente buena para Len. Si Len me engaño, bien, el tendría sus razones, el me perdía a mí: una chica alegre, extrovertida, sincera y segura de sí misma.
—¡Mira a quién tenemos aquí! —un impulso me hace abrir los ojos, dejándome ver a la última persona que desearía tener cerca de mí. Automáticamente, mis manos alejan a Len.
—¿Miku?
Mis ojos presencian la formación de la sonrisa más cruel que he visto en una persona—Sí, imbécil, soy yo —su voz, bañada en maldad, me petrifica.
Tengo un mal presentimiento.
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¿Me perdonas? | RiLen
Fanfic¿Nunca has deseado encontrar a tu endemoniado príncipe azul? Porque yo sí. De hecho, soy de esas personas que creen en el verdadero amor, y créanme cuando les digo que lo encontré. Pero no exactamente de la manera que yo esperaba. Len Kagamine era u...