14.- Adelina Amouteru

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Después de mantener la ilusión de invisibilidad por tanto tiempo, estoy agotada. Me arrastran a las afueras de Campagnia mientras laInquisición inunda las calles de la ciudad. Finalmente montamos el campamento dentro del bosque, a cierta distancia de los límites de Campagnia.Violetta se deshace de nuestras capas y las enrolla para que las use como almohada,luego se dedica a mojar trapos en un arroyo cercano y colocarlos cuidadosamenteen mi frente. Me quedo tranquila, contenta de tenerla sobre mí. Sergio se encargade hacer guardia en la frontera. Magiano cuenta nuestro oro, colocándolo enmontoncitos meticulosos sobre el terreno. A pesar de que su laúd permanece en suespalda, golpea el suelo con los dedos, como si estuviera a mitad de una canción.
Lo observo, distraída por mis propios pensamientos. Al caer la noche, lospapeles con mi nombre y mi descripción estarán en cada esquina. La palabra seextenderá a la capital en poco tiempo. Me imagino a Teren arrugando el pergaminoy enviando más soldados a darme caza. Me imagino a Raffaele investigando mipresencia en Kenettra y, con las demás Dagas, trazando mi perdición.
Conforme pasa el tiempo, varios hombres de nuestra tripulación nosencuentran. Vienen silenciosos cuidando sus pasos. Intercambian miradastranquilas con Sergio, que está dándome reconocimiento. Habla a media voz conalgunos. Ya nadie se hace pasar por simples marineros. Sorprendo atisbos decuchillos en cinturones y botas, y veo la forma en que se mueven. No todos sequedarán. Finalmente se dispersan de nuevo, tan silenciosamente como habíanllegado. Quiero dirigirme a ellos, pero algo en sus interacciones con Sergio me diceque es mejor dejar que él los guíe en vez de intervenir.
—Hay otros en Merroutas que quieren unirse a ti —me dice Sergio después deun rato—. Algunos ya han llegado a tierras cercanas a Estenzia. Debes saber que eneste momento, Merroutas está en crisis, pues nadie está seguro de quiénreemplazará al Rey Nocturno. —Sonríe un poco—. Algunos piensan que tú yagobiernas allí, aunque nadie pueda verte.
—No con esta pequeña cantidad de oro. No puedes —se queja Magiano desedonde está sentado contando—. Estoy impaciente por nadar en el tesoro real deKenettra.
—Parece que la reina Beldish es una mecenas de las Dagas —dice Sergiosentándose a mi lado.
—Beldain siempre ha respetado a los malfettos —dice Violetta—. Por un tiempo, Adelina y yo pensábamos huir allí.

Magiano se sienta con mirada ausente a nuestro lado.

—No se equivoquen, Beldain no está aquí para ayudar a los malfettos por la bondad de su corazón. Maeve es una joven reina. Quiere conquistar y probablemente ha tenido el ojo puesto sobre Kenettra desde hace mucho tiempo. Escuchen, si matan a Giulietta y traen de vuelta a Enzo, él será su rey títere. Las Dagas serán una nueva rama de su ejército. —Me guiña el ojo—. Y eso significa que no hay corona para ti, mi amor. Una pena para nosotros, creo yo.

La mención de las Dagas trae sus rostros a mi mente. Dudo, luego miro a Sergio.

—¿Cuánto tiempo estuviste con las Dagas? —pregunto—. ¿Cómo las dejaste? Sergio saca uno de sus cuchillos y empieza a afilarlo. Me ignora por un rato. —En ese momento, habían reclutado solamente a Gemma y a Dante —dice

finalmente—. Yo era el tercero. Raffaele me encontró trabajando como aparejador en un barco cuando regresaba de visitar a una duquesa en el sur de Kenettra. Lo rechacé la primera vez.

Mis cejas levantan. —¿Lo rechazaste? —Porque no le creí —responde Sergio. Termina con la hoja del cuchillo y

continúa con la otra—. En ese momento, tenía dieciocho años y todavía no sabía de mis poderes. Pensé que los Élites eran rumores y leyendas. —Hace una pausa para reírse un poco. Inclina la cabeza ante Violetta—. Es ridículo lo que podemos hacer, ¿no es así? —En este momento no parece un mercenario, parece un muchacho de buen corazón. Un remanente de lo que fue alguna vez. Su trabajo en la hoja se acelera—. Hacerme cambiar de opinión le tomó a Raffaele una invitación a cenar. Después, Enzo demostró su habilidad con el fuego. Me dieron una pesada bolsa de oro. Supongo que me convertí en mercenario a través de ellos, ¿eh?

The rose societyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora