27.- Adelina Amouteru

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Siento qué es lo que ha sucedido en los campamentos malfetto incluso antes de llegar allí. Un aura de terror y dolor se cierne sobre toda el área,cubriendo la tierra y el aire de humo. Me estremezco ante la sensación.

Violetta cabalga conmigo. Detrás de nosotras, Enzo está a nuestra izquierda,con el rostro enmascarado detrás de un velo en caso que Teren nos vea, y Sergio anuestra derecha, con una mano en las riendas de su caballo y la otra en laempuñadura de su espada. En algún lugar cercano, Magiano nos mira. Me imaginosus ojos cerrados, centrados en mí a medida que avanzamos.
Para cuando llegamos al borde de los campamentos, el humo es espeso. Losgritos llenan el aire. Las casas comunales que se usaban para albergar a losmalfettos están prendidas en fuego, las llamas lamiendo los techos, crepitando yrugiendo, astillas rojas en el aire. Los malfettos están atrapados adentro. Su terroralimenta mi oscuridad que apenas puedo ver. Me inclino en mi montura, luchandopara mantener mi propio miedo a raya. Los gritos provenientes de las casascomunales me resultan familiares. Me recuerdan a los míos. ¿Dónde están losInquisidores? Los caminos están vacíos, hace mucho que los solados vinieron y sefueron a otros campamentos por esta área.
Los incendios más cercanos estallan como si un gran viento los avivara yluego se desvanecen en volutas de humo negro. Echo un vistazo a mi lado, dondeEnzo está galopando. Me da un asentimiento, sus ojos son la única parte de surostro que está expuesta, y luego insta a su caballo hacia adelante. Levanta la otramano. Más llamas surgen a lo largo del camino. Cada vez que utiliza su energía, lacuerda entre nosotros vibra, enviando escalofríos en mi pecho. Un poco de su poderse filtra, los hilos escaldando mis entrañas. Trato de mantenerlo bajo control.
Los gritos continúan desde el interior de las casas comunales. Mis susurrossaltan, excitados por el abrumador miedo. Aprieto los dientes cuando llegamos a laprimera de las casas. Bajo de un salto de mi montura y salgo corriendo a la puertamás cercana. A pesar que el fuego casi la ha devorado y la madera está carbonizada,parece que no puedo abrirla. Golpeo la cerradura. La repentina oleada deimpotencia me enfada. Soy el Lobo Blanco, capaz de crear las ilusiones máspoderosas del mundo, pero no son más que eso. Ilusiones. Ni siquiera puedoromper una cerradura con mis propias manos.
Enzo aparece a mi lado. Su mano enguantada se posa sobre las mías,frenéticas.

—Permíteme. —Envuelve el puño alrededor de la cerradura. El metal sevuelve rojo brillante, luego blanco y la madera se rompe. Estalla en una lluvia deastillas. La cerradura se abre.
Abrimos la puerta y de repente sale una columna de humo.
No espero ver cuántos sobrevivientes hay. En cambio, a medida que Violetta ySergio instan a la gente a salir de la casa, me dirijo a la otra puerta. Una por una,abrimos todas las casas cerradas con llave.
Unos Inquisidores se nos acercan justo cuando damos la vuelta. Sesobresaltan al vernos, y Enzo se lanza sobre ellos antes que puedan reaccionar.Saca su cuchillo y apuñala al primero, luego pone sus manos alrededor del cuellodel segundo. Los ojos del soldado sobresalen mientras se quema por dentro. Caesin hacer ruido, con la boca todavía abierta y el humo saliendo. Enzo lo pisa, ydespués se lanza contra el tercero. Las llamas se encienden debajo de sus pies concada paso que da. Lo tira con fuerza al suelo antes que el Inquisidor pueda sacar suarma, y entonces lo clava al suelo. Parpadeo cuando lo veo. Enzo había atacado atres en un solo segundo. Ni siquiera he visto toda la extensión de su nuevo poder,pero puedo sentirlo ardiendo bajo su piel y a través de nuestra atadura.
El inquisidor tirado en el suelo gime debajo del agarre de Enzo.
—Teren Santoro —dice Enzo, apretando su mano alrededor del cuello delhombre—. ¿Dónde está?
El Inquisidor mueve un brazo frenéticamente contra el suelo, apuntando endirección de su cabeza. Mi mirada se desplaza a los campamentos en llamas, yluego se asienta en uno de los templos de Estenzia.
En el poco tiempo que conocí a Teren, aprendí varias cosas acerca de él. Estáenamorado de la reina porque es pura de sangre, y también quiere destruir a losmalfettos. Pero una cosa que honra más que a la reina: su deber con los dioses. SiTeren ha perdido su amor, entonces pudo haber recurrido a los dioses para que loreconfortaran.
Más allá, detrás de nosotros, Sergio lanza cuchillos a la garganta de otrosInquisidores que pasan sobre nosotros. Se caen de sus corceles, gorgojando. Sergiose baja del caballo, y se nos une, mientras Violetta monta detrás de él. Mira lo queyo veo. Asiente, y luego monta su caballo de nuevo y le da una patadita, acelerando.Enzo ha vuelto a su propio caballo. Me da la mano, y monto detrás de él.
Detrás de nosotros, unos malfettos gritan:
—¡Los Jóvenes Élites!—¡Están aquí!
Desmontamos cuando llegamos al templo. Un caballo ya está afuera, nerviosoy dando vueltas. Enormes estatuas se alzan a cada lado de la entrada; Laetes, elángel de la alegría, y Compasia, el ángel de la empatía. Intercambio una mirada conVioletta.
—Voy a ir primera —le susurro a Enzo—. Si Teren está aquí, entonces necesitoque me vea sola.

The rose societyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora