31.- Adelina Amouteru

25 0 0
                                    

Me estremezco, aunque sabía que iba a venir. Los susurros en mi cabeza estallan en alegría.

Teren aprieta los dientes y hunde la espada profundamente ensu pecho. Mis hilos de energía se aprietan alrededor cegadoramente, sin dejar dealimentar su frenesí. No estoy segura si estoy incluso controlando mi energía.
—Lo hago por Kenettra —dice entre dientes. Las lágrimas caen por su rostro—. No puedo dejar que gobiernes de esta manera.
Giulietta se aferra fuertemente a él. Sus nudillos se vuelven blancos, el colordel manto que agarra en su puño, y luego, poco a poco, empieza a caer, deslizarsehacia el suelo como una flor encontrándose con el frío. Teren mantiene sus brazosenvueltos alrededor de ella. Él la baja suavemente, hasta que se desploma derodillas, la sangre empapando su capa de viaje.
Sólo entonces puedo desentrañar la ilusión que había entretejido en el cabellode Giulietta. El pedazo de oro rojo vuelve de nuevo a ser marrón oscuro. Tiro haciaatrás la cortina que había entretejido sobre los ojos de Teren. La sala del tronoviene de nuevo, se han ido las imágenes que había pintado de Giulietta conRaffaele, de Giulietta perdonando a los malfettos. Pongo todo eso atrás, dejando aTeren a solas con sus pensamientos.
Teren respira duro. Parpadea dos veces, luego niega mientras la niebla seborra. Parece repentinamente inseguro de sí mismo. Él se queda mirando laoscuridad del cabello de Giulietta, como si finalmente recuperara cierta aparienciade su cordura. Siento su cambio de energía violentamente de un extremo a otro, suodio y el dolor se transforma en rabia, y luego temor. Terror escarpado.
Finalmente se da cuenta de quién está temblando en su espada, sangrando ymuriendo.
Teren la mira fijamente.—¿Giulietta? —dice. Luego deja escapar un grito desgarrador—. Giulietta.El agarre en la capa de Giulietta se suaviza. Puedo sentir la energía brillando a
su alrededor, las cuerdas de desvanecimiento tenue, dejándola y regresando almundo, buscando el mar muerto. Su cara gira por un momento, pero estádemasiado débil para hablar ahora.
La energía dentro de ella se desvanece entonces, y se va.


  Teren sacude sus hombros. Su cabeza se mantiene inclinada sobre ella, y suvoz se quiebra.
—Se suponía que juntos íbamos a arreglar el mundo —dice. Apenas lo puedoescuchar. Suena confuso, sigue sacudiendo los restos de mi ilusión—. ¿Qué mehiciste hacer?
Giulietta sólo lo mira con ojos vacíos. Teren deja escapar un sollozo ahogado.
—¡Oh dioses! —Respira cuando finalmente se da cuenta de lo que ha hecho.Mi oscuridad revolotea, y los susurros me cortejan ante lo que veo. Desde laesquina de la habitación, el fantasma de mi padre se ríe, el pecho agitadodestrozado en la diversión. Él mantiene su mirada centrada en mí. Veo por uninstante lo que Teren podría haber sido cuando era más joven, un niño enamoradode una chica mayor, viendo su baile mientras se escondía en los frutales del palacio,enamorado de una idea que nunca podría llegar a ser. Mi sonrisa se vuelve salvaje.
Podría haber matado a Giulietta yo misma... pero esto es mejor.
—Supongo que es una pura sangre real, después de todo —le digo en voz alta.Le sonrío a Teren con amargura—. Ahora ya sabes lo que se siente.
En medio de su dolor, levanta la cabeza para mirar a donde Raffaele estáahora en la espalda de un Balira flotando. Una chispa de furia arde. No, no es furia.Locura. La locura en él está creciendo. Se llena hasta que amenaza con derramarse.
—Tú —gruñe. Se vuelve de nuevo a mí—. Tú le hiciste esto. —Su rabia crece ycrece, hasta que parece cegarlo. Jadeo en la punta de la misma.
Grita por sus Inquisidores para que me ataquen. Magiano saca una daga y seprepara. Pero nos paramos en el campo. Echo un vistazo a los Inquisidores quecaminan detrás de Teren, entonces sonrío y les hago un gesto.
Algunos de los Inquisidores no son Inquisidores en absoluto. Son mismercenarios, disfrazados.
Rompen rango con los Inquisidores reales, sacan sus armas y atacan. Dosinquisidores caen, gritando, aferrándose a sus gargantas.
Raffaele alcanza las riendas de la Balira. La criatura se estremece,sobresaltada, y antes de que los pocos Inquisidores puedan reaccionar, el Baliravuela, golpeando su espalda contra las barandas de mármol del balcón. Aplasta ados Inquisidores contra la verja con un crujido repugnante de huesos y carne. Otrose arroja gritando hacia el aire. El último de ellos intenta valientemente aferrarse aRaffaele, pero lo veo llegar abajo en un movimiento fluido, saco una daga delcinturón del Inquisidor, y lo apuñalo con gravedad en el cuello. Al mismo tiempoque el hombre cae, el Balira empuja sus alas carnosas hacia abajo y se dispara.
De repente me doy cuenta que Gemma debe estar cerca, llamando al Balira deRaffaele. Enzo debe estar cerca también. Me apresuro.
En el exterior, gruesas gotas de lluvia comenzaron a caer. Estuve a punto deresbalar en la superficie del balcón. Una ráfaga de aire frío helado me golpea.Mientras llego al borde de la barandilla y bajo la mirada, veo un espectáculo queeleva mi corazón. Magiano está montando la parte posterior de un Balira, mientras  que Sergio y Violetta están en otro. Magiano silba a la suya, y la criatura seprecipita hacia mí.

The rose societyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora