25.- Adelina Amouteru

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Enzo tiene el mismo aspecto. No puedo dejar de mirarlo.
Magiano nos mira desde la puerta mientras afina las cuerdas desu laúd. La casa donde nos vamos a quedar está en algún lugar en elcampo Estenziano, un viejo granero en ruinas que errantes bandas deladrones deben haber comenzado a usar como un lugar de paso. Fiel a la palabra deSergio, otros mercenarios han asegurado este lugar para nosotros. Puedo oírloshablar en voz baja en las escaleras, haciendo un balance de los caballos que tienen.Unos relinchos suaves hasta nosotros.
Desde la ventana, puedo ver el inicio de los campamentos malfetto. Latormenta de Sergio finalmente se ha ido, y lo que queda de nubes está pintado deun rojo brillante por el sol poniente.
—¿Por cuánto tiempo va a dormir así? — murmura Magiano finalmente,arrancando algunos hilos. Su canción suena agitada, las notas más duras de lohabitual y extrañamente fuera de tono.
Violetta, sentada al otro lado de la cama de Enzo, frunce el ceño. Descansa subarbilla en una mano y se concentra más duro en la energía de Enzo.
—Está agitado —responde ella—. Sin embargo es difícil de decir. Su energía noes como cualquiera de las nuestras.
Nos instalamos en un largo silencio de espera. Magiano se apoya en la puertade nuevo y toca una canción, y luego se pasea por el pasillo junto a la puerta. Eltiempo se prolonga.
—Adelina. —Miro a mi hermana cuando se levanta de donde está sentada yviene a mi lado. Se agacha y se inclina a mi oreja. Me siento de nuevo—. El enlacede Enzo contigo está creciendo más a cada minuto. Como si se estuvierafortaleciendo a sí mismo mediante la vinculación más cerca y más cerca de ti. —Hay malestar en su voz cuando dice esto—. ¿Puedes sentirlo?
Por supuesto. Es un pulso que sube y baja, tirando y empujando mi pecho.Hace que mi corazón se sienta como que está latiendo en un ritmo desigual, y mehace faltar el aire.
—¿Cómo es su energía? —susurro.
Violetta se muerde el labio en concentración. Inclina la cabeza a la figuradormida de Enzo. Puedo decir que está tratando de llegar a él, probándolo. Se estremece.

  ¿Te acuerdas cuando nos aprendimos a coser juntas? —me dice.
Violetta había aprendido más rápido que yo. Una vez había conmutadonuestras dos piezas para que nuestro padre alabara la mía por una vez.
—Sí. ¿Por qué?
—¿Te acuerdas de una vez cuando cada una de nosotras elegimos un color dehilo, luego cosimos un patrón juntas, y nuestros dos colores estaban tanentrelazados que parecían totalmente un nuevo color?
—Sí.
—Bueno, la forma en que la energía de Enzo está ligada a la tuya, el vínculoentre ustedes dos... se siente de esa manera. —Violetta frunce su ceño de nuevo—.Una nueva forma de energía. Sus hilos están tan enredados con el tuyo que casi escomo si se han convertido en uno. Por ejemplo, no puedo quitarle su poder sintomar el tuyo, ni el tuyo sin tomar el de él —vacila—. Su poder se siente como elhielo. Me quema.
Qué irónico. Vuelvo a mirar fijamente a Enzo, tratando de acostumbrarme alnuevo vínculo entre nosotros.
—Él no es el mismo, ya sabes —agrega Violetta después de un tiempo—. No teolvides de eso. No...
—¿No, qué? —le respondo.Violetta frunce los labios.—No te ciegues por tu viejo amor —termina—. Podría ser peligroso para ti
estar demasiado atrapada. Puedo decir.
No puedo sentir lo que siente Violetta. Sé que debería creerle, y tomar suadvertencia. Sin embargo, no puedo dejar de mirarlo, imaginándolo despierto.Cuando conocí a Enzo, era el Verdugo, y yo estaba atada a una estaca y dejada paraser quemada. Él se había materializado de humo y fuego como un torbellino detúnicas zafiro, una larga daga reluciente en cada una de sus manos enguantadas, surostro oculto tras una máscara de plata. Ahora, se ve más como lo hizo en la nocheque nos besamos en la Corte Fortunata. Vulnerable. Ondas de cabello oscuroenmarcados por la luz. No es un asesino, sino un joven príncipe. Un niño dormido.
—Tienes razón —le digo finalmente a Violetta—. Prometo que seré cuidadosa.—No parece creerme, pero se encoge de hombros de todos modos. Se levanta yvuelve al otro lado de la cama de Enzo.
Por el rabillo de mi ojo, veo a Magiano volviendo a pasar por la puerta. No sési oyó algo de lo que se ha dicho entre nosotras, pero mantiene sus ojos apartados.La canción que toca suena fuerte, sacudiendo.
Más minutos pasan.
Entonces, finalmente, Enzo se voltea. Mi propia energía se voltea, al mismotiempo, y puedo sentir nuestro nuevo vínculo girando. La correa está enterrada profundamente en mi pecho, entrelazado alrededor de mi corazón, y cuando él se  mueve, sus llamaradas de energía van a la vida, me alimentan mientras la mía tiene que darle de comer.

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