Llegar a Estenzia requerirá viajar por tierra. No podemos afrontar otraronda de inspecciones mientras estamos a bordo de un barco, y por loque hemos oído, el puerto de la capital está repleto de Inquisidores y detrabajadores, todos preparándose para el festín de honor de la llegada de Maeve.
Temprano a la mañana siguiente, marchamos a caballo por la carretera desdeCampagnia hasta Estenzia. Dos días, dice Magiano. Él toca el laúd durante todo elcamino, tarareando a medida que avanza, y al caer la noche ya ha compuesto trescanciones nuevas. Las crea con una intensidad que no he visto desde que lo conocí.Parece preocupado, pero cuando intento preguntarle en qué está pensando, sólosonríe y toca algo de música. Al final, dejo de preguntar.
La primera noche, Sergio se sienta lejos de nosotros. Lo observo mientrasmira el cielo nocturno, estudia el manto de estrellas, y cierra los ojos. Solo Violettapermanece a su lado, su atención fija en él. De vez en cuando, le hace una pregunta,y él le responde en voz baja, manteniendo su cuerpo cerca de ella de un modo queno hace con nosotros.
Después de un rato, Violetta se levanta y vuelve con nosotros.
—Está llamando a la lluvia —dice, mientras se acerca. Se sienta a mi lado, sucostado presionando el mío. Me apoyo en ella. Por lo general, lo hacía cuandoéramos niñas, recuerdo que solíamos descansar bajo la sombra de los árboles—.Tejiéndola, supongo.
—¿También puedes imitar eso? —le pregunto a Magiano, mi mirada todavía en Sergio.
—No muy bien, pero le puedo dar más fuerzas —contesta Magiano. Mira por encima del hombro hacia donde Sergio todavía está sentado y luego al cielo también. Señala una constelación brillante—. ¿Ves eso? ¿La forma del cuello de un cisne?
Sigo la curva de las estrellas.
—¿Acaso no es el Cisne de Compasia? —Hay docenas de cuentos popularesacerca de esta constelación. El favorito de mi madre era acerca de cómo Amare, el dios del Amor, trajo la lluvia sin fin a la tierra después de que la humanidad quemó sus bosques, y cómo Compasia, el ángel de la empatía, salvó a su amante humano de ahogarse al convertirlo en un cisne y después llevándolo al cielo.
—Sí —contesta Magiano—. Se alinea con las tres lunas que supongo le ayuda asaber desde qué dirección tirar.
La atención de Violetta permanece en Sergio a medida que trabaja, con losojos clavados en su postura inmóvil.
—Es fascinante —dice, pero a nadie en particular—. Realmente está tejiendoindividualmente la humedad del aire, de la niebla del océano, los cristales de hieloen el cielo. Se requiere tanta concentración.
Sonrío mientras veo a Violetta. Se ha vuelto más sensible a la energía de losdemás, al punto que Raffaele habría estado orgulloso. Va a ser un arma poderosacontra las Dagas cuando nos encontremos con ellos de nuevo.
Estoy a punto de pedirle que me explique cómo ha logrado averiguar tantosobre los poderes de Sergio, pero justo él se agita por un momento, y sumovimiento incita a Violetta a levantarse y volver rápidamente con él. Le preguntaalgo que no puedo oír, y él se ríe en voz baja.
Me lleva un momento notar a Magiano mirándome. Se inclina sobre suscodos, luego inclina la cabeza con curiosidad.
—¿Cómo conseguiste tu marca? —pregunta.Escudos familiares se arrastran hasta mi corazón.—La fiebre de sangre infectó mi ojo —le respondo. Eso es todo lo que quiero
decir. Lo miro a los ojos, sus pupilas están dilatadas y grandes en la oscuridad—.¿Ves diferente cuando entrecierras los ojos?
—Se fortalecen —dice Magiano. Ni bien las palabras salen de su boca, cuandocontrae las pupilas, dándoles apariencia gatuna. Duda—. Sin embargo, esa no es mimarca principal.
Me volteo para mirarlo.—¿Cuál es tu marca principal?Magiano me mira, luego se inclina y comienza a levantarse la camisa. Debajo
de la blanca ropa, su piel se ve suave, café y las líneas delgadas de su estómago yespalda. Mis mejillas se enrojecen. Se desliza más la camisa, revelando toda suespalda. Suspiro.
Ahí está. Es una masa de carne roja y blanca, cicatrizada, con relieve quecubre casi toda la espalda. Crestas rugosas esbozan la marca. Me quedo viéndolocon la boca abierta. Parece una herida que debió ser fatal, algo que nunca sanócorrectamente.
—Fue una gran marca roja y plana —dice Magiano—. Los sacerdotes trataronde quitármela desprendiéndome la piel. Pero por supuesto, no funcionó. —Sonríecon amargura—. Solo reemplazaron una marca con otra.
Sacerdotes. ¿Acaso Magiano creció como aprendiz en los templos? Meestremezo al pensar en cómo le habrán cortado la piel, arrancándosela. Al mismotiempo, los susurros se agitan, trayendo una imagen muy dolorosa.
—Me alegro que haya sanado —logro decir.
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The rose society
FantasyErase una vez, una chica que tenía un padre, un príncipe, una sociedad de amigos. Luego la traicionaron, y ella los destruyó a todos. Adelina Amouteru ha sufrido a manos de tanto su familia como sus amigos, conduciéndola por el amargo camino de la v...