30.- Adelina Amouteru

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Nunca en mi vida he visto tantas naves. Cubren el mar como un enjambre de insectos, y desde aquí me siento como si pudiera oír elzumbido de sus alas. El sonido de los cuernos y el profundo ritmo delos tambores de guerra flotan hacia nosotros. Cuernos Estenzianos responden.Desde el punto de vista de la Corte Fortunata, puedo ver a la Inquisición derramarse en las calles, pululando en la dirección del palacio. Buques de guerraKenettranos cubren el océano más cercano a nuestro puerto. Pero nuestras naves son superadas en número.

No hay tiempo para recuperarme de mi ilusión. Niego violentamente,tratando de alejar las aterradoras imágenes.
—Tenemos que ir. —Respiro, obligándome a levantarme de la cama—. Ahora.
Para mi agradecida sorpresa, Magiano no discute. En su lugar, nos unimos alos otros. Ya están a la espera cerca de la puerta del lado de la corte. Sergio tienecaballos para nosotros, mientras mis otros mercenarios ya se han dispersado en elbosque. Voy al semental en el que Violetta está a horcajadas, y me tiende una manopara ayudarme. La tomo y subo detrás de ella.
—Vamos a estar rodeados por las fuerzas de la Inquisición —me recuerdaMagiano mientras giramos nuestros caballos en dirección del palacio. Él levantauna ceja—. ¿Estás lo suficientemente fuerte?
Él se preocupa por mí, pero no me detiene tampoco.
—Sí —le digo, y él asiente. Es todo lo que necesita saber. Sin decir unapalabra, nos ponemos en marcha bajo la lluvia. A lo lejos, los cuernos de guerra deBeldish resuenan de nuevo.
Siento un tirón leve en la cuerda que me une a Enzo. El sentimiento hace quemi estómago se retuerza dolorosamente. Los Dagas han venido a sabotear. Estánhaciendo su movimiento con la reina Beldish, y ahora Enzo estará a su lado en vezdel mío. Aprieto los dientes. Pero no por mucho. Ellos no lo pueden controlar,como yo. Para el final de este día, alguien tendrá este país.
Con un sombrío amanecer lluvioso, nos acercamos al puerto. El canal dondeTeren nos dijo que nos reuniéramos ya cuenta con una línea de góndolasesperándonos. Los barcos están pintados de un negro profundo para que semezclen perfectamente con las oscuras aguas tormentosas. Aguanto la respiración mientras golpeo los lados de las góndolas remecidas por las olas.


Mientras navegamos cerca de la plaza bordeando el palacio, una visión decapas blancas está a la vista, una patrulla de Inquisidores, todos apuntando suatención hacia nosotros. En la parte delantera de la patrulla de Inquisidores,destaca Teren. Alcanza a verme, y contengo la respiración. Las dudas de Magianoresuenan en mi mente. Si Teren se retracta ahora, entonces vamos a tener quepelear aquí.
Pero entonces recuerdo la angustia en su voz, la fuerza de sus manosagarrando mi rostro, y sé que su furia en el templo era real. Él no se mueve cuandonos acercamos. En cambio, cuando llegamos, ordena a sus Inquisidores sacarnuestras góndolas adelante y asegurarlas. Me tiende una mano.
Salgo de la góndola sin tomarla. Detrás de mí, Violetta sigue. Magiano salecon un salto ágil, con los ojos fijos con cautela al antiguo Líder Inquisidor. Un ruidosordo de un trueno hace eco a través del cielo. Sé que Violetta está temblando.
Me quedo mirando a Teren también. Por un momento, ninguno de los dosdice una palabra. Me doy cuenta que ésta es la primera vez que sus ojosespeluznantes están fijos en mí como un aliado, y la sensación me vuelve fría. Todolo que necesito de él es que nos lleve al palacio, me recuerdo.
—Hagan su trabajo —dice, y gira en la dirección de las puertas del palacio.
Teren no puede poner un pie dentro de las puertas si se ve como él mismo. Élha sido desterrado por la reina, después de todo, y si se revela demasiado pronto,los soldados del palacio lo detendrán. Así que tejo una ilusión sobre él, el cambio dela nariz y la inclinación de los ojos, las líneas de la mandíbula y el arco de suspómulos. Sus ojos cambian de hielo a algo oscuro y turbio. Sus patrullas mirancómo transformo a su líder en un completo desconocido. Su miedo se dirige a mí, ylo aprecio. Será útil más tarde.
Termino de disfrazar a Teren.
—Bien hecho, trabajadora de ilusión —me dice. Magiano se acerca ante laspalabras de Teren, pero Teren solamente le sonríe—. No temas por ella —continúa—. Somos aliados, ¿recuerdas?
Magiano no le devuelve la sonrisa.
Nos dirigimos hacia el palacio. Por encima de nosotros, un relámpago puntúalos albores oscurecidos. Cuanto más nos acercamos, más fuerte la cuerda tira entreEnzo y yo. Debemos estar acercándonos a los Dagas también. La sensación mepone inquieta, impaciente para que nos movamos más rápido.
Los Inquisidores en la puerta principal no nos detienen. Tampoco los delpatio delantero del palacio, o los que recubren la entrada principal del palacio.Engañamos guardia tras guardia. Camino al lado de Violetta, nuestros pasos ensincronización, la ilusión de capas blancas se arrastra detrás de nosotros. Teren noda la vuelta, pero sus Inquisidores siguen cerca a nuestro lado, listos paradetenernos si le damos la menor señal de movimiento en su contra. Me quedomirando la espalda, fantaseando con poder acercarme y torcerlo, poder dejar fluirel dolor sobre él. El pensamiento llena mis poderes. Hacemos nuestro camino porlargos pasillos y salas llenas de ventanas de piso a techo. Las nubes de tormenta se han engrosado ahora en mantas para que ya no pueda ver el cielo a través de suslagunas.Finalmente, llegamos a la sala que conduce al trono. El número deInquisidores aquí no sería capaz de detenernos ahora. Así que me acerco al disfrazde Teren y lentamente lo deshago. La ilusión de sus ojos oscuros y turbios da pasouna vez más a sus tonos pálidos; su cabello rubio y frío, el retorno de su rostrocincelado. Los Inquisidores de pie en la puerta de la sala del trono se endurecen a lavista. Le sonrío a la confusión. Deben estar preguntándose de donde aparecióTeren de repente, y cómo logró superar a todos los otros soldados en el palacio.
Teren se detiene ante ellos.—Hazte a un lado —le ordena.Los guardias dudan por un momento más. Teren ha sido el Líder Inquisidor
durante el tiempo suficiente, lo que es difícil para ellos romper el hábito deobedecerle. Pero entonces uno niega con nerviosismo.
—Lo siento, señor —dice él, de pie tan recto como le es posible y coloca lamano en la empuñadura de su espada—. No sé cómo ha llegado hasta aquí, perovamos a tener que escoltarlo fuera del palacio. La reina ha ordenado que usted...
Teren no espera a que termine. Él saca su propia espada, se acerca, y corta lagarganta del hombre. Sus ojos se hinchan, y su mandíbula gotea. El segundoguardia empieza a dar la alarma, pero arremeto con mis ilusiones. Mil ganchosimaginarios cavan en su carne, tirando con fuerza, y cae al suelo. Teren se agacha ylo apuñala antes de poder gritar. El hombre convulsiona y gorgotea, en el piso. Melevanto y miro, recordando a los Inquisidores que había condenado a morir en lanave.
Teren camina sobre los cuerpos, empuja para abrir las puertas de la sala deltrono, y entra.
La primera persona que veo es a la Reina Giulietta.
Sólo la he vislumbrado desde lejos, pero la reconocería de inmediato debido asu parecido con Enzo. En esta oscura mañana, se ha despojado de su túnica de sedalarga y la reemplazó con un traje para viaje, una pesada capa sobre los hombros y lacapucha cubriendo su cabeza, revelando solamente una pequeña porción de suscabellos oscuros y el destello de una corona delgada. Mi ojo va al balcón. La sombrade una enorme ala como rayos, se desliza más allá, y me doy cuenta de que lasbaliras están dando vueltas al palacio, a la espera de tomar a la reina y su guardiapersonal de Inquisición fuera del palacio. Ellos se están preparando para escoltarlafuera del territorio peligroso.
Raffaele está en el balcón. Ya ha abordado un balira, y varios Inquisidoresestán subiendo a la espalda de la criatura con él. Me ve, es el único en la sala que seda cuenta de lo que realmente somos. Puedo sentir la ola de miedo aumentando, y una ráfaga de ansiedad. Los otros Dagas.

¿Dónde está Enzo? Busco frenéticamente. No. El vínculo está aún demasiadolejos. No está aquí.

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