31 de mayo de 2009
Agarro con ambas manos la bandeja con el desayuno y camino por la casa hasta llegar a la habitación de mi madre. -Mami, se puede-. Espero una respuesta, pero no se escucha ninguna voz. Acomodo la bandeja en una mano, con mucho cuidado abro la puerta, la veo con los ojos cerrados en su cama. Dejo la bandeja en la mesita que tiene en la habitación y me siento a su lado. Acaricio sus mejillas y le doy un beso en la frente.
-Mami, despierta el desayuno está listo-. Susurro.
La muevo un poco para despertarla, pero no hace ningún movimiento para abrir los ojos. Miro su cara fijamente cuando tiene un poco de sangre en la nariz. Toco sus signos vitales, no logro encontrarlos. Mi corazón se paraliza, siento que se me va la vida. Mis manos comienzan a temblar.
-¡María! - le grito, es lo único que sale de mi boca. Siento unos pasos casi corriendo.
-Mami, dime algo...-. le digo, pero no recibo respuesta. Siento unas manos en mi hombro.
-Voy a llamar a una ambulancia-. Informa.
Por mis mejillas comienzan a salir lágrimas. Tengo una opresión en el pecho, junto una sensación de derrota. No sabes que hacer, ni que decir. Solo quiere que te responda. El alma se me fue al piso, sintiendo un vacío inexplicable.
-Dile que avancen, por favor-. le digo con un nudo en la garganta, entre lágrimas.
Acaricio su rostro y le doy un beso fuerte y prolongado en su frente. Porque te tiene que pasar esto a ti. Eres una mujer muy valiosa. Porqué a las personas buenas le tienen que pasar cosas malas. No es justo. ¿Por qué a mi madre? Me limpio las lágrimas bruscamente.
-Ya vienen, en diez minutos. Tranquilícese, ya verás que solo es un desmayo-. Me dice agarrándome por los hombros y me abrazando. Sus labios en mi cabeza, mis mejillas se vuelven a llenar de lágrimas salen más fuerte, me desplomo en sus brazos.
-Dile que no me deje, es lo único que tengo-. Siento como me arrulla en sus brazos, diciéndome que todo va a estar bien. Sus palabras son como un alivio entre tanta tristeza que he vivido en estos últimos años.
Las sirenas se escuchan a lo lejos. -Sal a fuera, que no esperen-. Me deja de abrazar, dándome un beso en la cabeza.
-Mami, te tienes que mejorar-. le digo sollozando. Me limpio las lágrimas, me levanto de su lado y comienzo a buscar un bolso, echando sus efectos personales y un poco de ropa, una frazada.
Veo entrar a los paramédicos con una camilla. Ambos me saludan -Buenos días, joven-. Uno de ellos me señala a mi madre, para revisarla y asiento. Le revisan su pulso y la presión.
-Tiene el pulso bajito, lo mejor es llevarla al hospital-. me dice uno, hablan entre ellos. Cuidadosamente la acomodan en la camilla. Le pongo la frazada en su cuerpo.
-Me puedo ir con ella-. asiente ambos, se llevan con cuidado hasta llegar a la ambulancia. La suben y luego me ayudan a subirme. Cierran las puertas traseras y se sienta al lado mío uno de los paramédicos. Veo como la va haciendo unas pruebas y monitoreando sus signos vitales.
Es una incertidumbre, insoportable es un vacío que no tiene fin que no se puede medir. Es como si tu vida se estuviera apagando poco a poco sin poder evitarlo. Saber que la persona que más ama en este mundo, es como si te martillaran el corazón. La ambulancia se detiene, el alma me vuelve al cuerpo por unos segundos.
-Tranquila, joven. Llegamos al hospital-. Siento un alivio, las puertas de ambulancia se abren, me acerco bajando con cuidado.
Observo como la bajan y se la llevan casi corriendo. Intento seguirle el paso, pero se me hace imposible. Siento que corro, pero nunca los alcanzo. Llego a recepción, veo a la enfermera frente a la computadora.
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¡Prohibido!
Teen FictionElla tiene un carácter fuerte, pero al mismo tiempo es una joven sensible, carismática. Él, le gusta las fiestas, bromista, le huye al compromiso y no le gusta encariñarse con las personas. Todos los derechos reservados © 2016-2017