Capitulo 12 | Te gustaría almorzar

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Parada en mi ventana observo como Sebastián está nadando en la piscina de espalda. Dejándome ver sus perfectos abdominales, sus brazos bien trabajados y esos labios que invitan a besar todo el tiempo. Suspiro. Para que lo miro si no es tuyo, ni lo será de nuevo. Para que me torturo. El solo busca su satisfacción personal. Me retiro de la ventana para dejar torturarme con su presencia.

Ya hace dos semanas desde que hable con Sebastián de que no podíamos seguir acostándonos. Esa noche me quede con un mal sabor de boca. Después de ese beso tan dulce que me dio. Quería devorármelo con la cara que puso, pero tenía que ser fuerte. Porque a veces están dulce, pero tan mujeriego.

Ese hombre puede ser la perdición de cualquier mujer. Yo no soy la excepción. Tengo que reconocer que la decisión no fue fácil. Tener a Sebastián encima de mi acariciándome como todo un maestro de la seducción es una tentadora proposición.

Reconozco que he estado al pendiente de Sebastián todas estas noches que no ha entrado como ladrón a mi habitación. Cada vez que no llega a dormir siento una punzada en el pecho que me causa tristeza. Lo entiendo debe de estar buscando lo que no quise compartir con él. Hay momentos que me arrepiento, pero sé que hice lo correcto.

Tengo que reconocer que todavía me llama la atención escarbar en su pasado. Quisiera saber qué fue lo que le paso para que actué de esa manera. Que no quiera apegarse a una relación. Que no quiera nada serio. Tiene que ser fuerte lo que paso. pero todavía no me atrevo a hablar con Carmela.

«Deberías hacerlo- dice mi conciencia».

Tienes razón quisiera ayudarlo, pero implicaría involucrarme en su vida- digo.

Que debería hacer. Si averiguo me expongo a conocer su vida y podría ayudarlo. En cambio, sí me mantengo al margen no sabré porque actúa de esa manera y no podré ayudarlo. Mi corazón dice que lo ayude, pero la razón me dice ¡Prohibido! Que puedo salir lastimada. Una advertencia que no está demás.

A quien quiero engañar tengo curiosidad, muchas veces me pesa el ser muy curiosa. Siempre termino sabiendo más cosas que no quiero saber. Lo mejor es quitarme la curiosidad preguntándole a Carmela. Respiro profundo para tomar el valor necesario. Me levanto del sofá del área familiar y camino hasta la cocina.

Cabe mencionar que ya estoy recuperada de la picada de la araña saco. No tengo que usar el bastón ni me duele el pie cuando lo pongo firme en el piso. Ya no necesito ayuda para moverme, lo hago con facilidad y agilidad. Entro a la cocina encontrándome solamente a Carmela. Doy gracias a Dios para poder hablar de Sebastián.

-Hola Camila. ¿Terminaste de leer los contratos? -pregunta.

-Sí... ya se los envié firmados a Roció- respondo.

-Qué bueno que no tuviste que ir a España- dice.

-Sí... Carmela tengo una curiosidad- comento.

-¿Cuál? -pregunta. Cómo le digo sin que se dé cuenta mi interés de ayudarlo.

-Es acerca de Sebastián, Carmela- respondo rascándome la nuca.

-¿Qué quieres saber? -cuestiona.

-Bueno es que lo conozco poco, el me llevo a bailar y vi unas cosas que no me cuadran- digo.

-¿Qué cosas? -vuelve a preguntar.

-Bueno que lo vi muy suelto con las mujeres- respondo.

-Si... lo que quieres preguntar es si es mujeriego, sí lo es- dice. Eso ya lo sé, pero cómo le puedo preguntar más afondo. Piensa Camila.

-Pero me pregunto algún motivo. Lo que pasa es que se portó muy bien conmigo dos días corridos y luego desapareció. Me dio la impresión, no sé cómo que no le gusta apegarse a las personas o a específicamente a las mujeres- comento.

¡Prohibido!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora