Capítulo 15 | Déjame explicarte

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Hace más de quince minutos llegamos al hospital y todavía no me dan información de Miranda. Me preocupa que no haya reaccionado durante el trayecto de traerla al hospital. Debe de estar enferma o tiene alguna enfermedad que no sabe o no quiere decir. Me levanto de la silla porque no puedo con los nervios.

Cómo le voy a decir a mi padre que su esposa está en el hospital. ¿Qué hago? Camino hasta la máquina de café y me sirvo uno. Le echo un poco de azúcar, agarro un movedor para menearlo no quiero que se quede en el fondo y no este dulce. Miro por donde la entraron, pero no veo movimiento del personal. Me muerdo el labio inferior. ¡Ya se!

Saco el teléfono de mi cartera y busco el número de Sebastián. No, si esta con mi papa se va a enterar. Tiene que haber otra solución. ¡Carmela! Pero no tengo su teléfono personal. ¡Tonta! Tengo que pedírselo. Marco el de la casa y ruego que no conteste mi padre.

-Residencia Soler- informan.

-Qué bueno que me respondes Carmela- digo angustiada.

-¿Qué pasa? Te escucho afligida- comenta.

-Es que estoy en el hospital con Miranda, se sintió mal y la traje para que la revisaran. No sé si decirle a mi padre o esperar por el doctor- explico.

-Espera los resultados del médico, luego tomamos una decisión. Por favor mantenme al tanto de Miranda- pide.

-Sí... envíame tu teléfono por mensaje- exijo.

-Está bien. Dios las cuide y proteja- dice.

Camino por el área de recepción en espera que el doctor que este atendiendo a Miranda salga con información. Una enfermera salió por la puerta de emergencia y observa la sala.

-¿Familiares de Miranda Lozano? -pregunta.

-Yo soy su hijastra. ¿Qué tiene? -cuestiono. Que feo se escucha.

-El medico ira a al cubículo donde se encuentra a informarle de la situación- responde.

-Puedo verla- digo.

-Claro que sí, sígame- dice.

Me hace pasar al área restringida, observo varios cubículos con personas acostados, otras vacías hasta que se detiene y señala a Miranda. Me sonríe al verme. Entro sentándome en la silla que está a su lado.

-¿Cómo te sientes? -pregunto.

-Estoy bien solo fue un mareo- contesta.

-No estás bien, porque hubiera reaccionado rápido y no lo hiciste- aclaro.

-Está bien, pero no me regañes- gruñe.

Suelto una risita porque torció sus labios de desagrado. Me da en el brazo izquierdo para que deje de reírme. Me callo y levanto mis manos en forma de paz. Dejo mi cartera a sus pies, para que no me moleste. La miro a los ojos, ya no se ve tan pálida. Es buena señal y le sonrío.

-¿El doctor te comento algo? - le pregunto.

-No- susurra.

-No le estarás ocultando algo a mi padre, sabes lo que te pasa- indago.

-No, como crees que le ocultaría algo a tu padre- aclara.

-Bueno, pues esperemos al médico- digo.

La veo como se le paran los pelos y me levanto de la silla en busca de una frazada. Encuentro en la mesita que tiene el cubículo y la arropo. Cuando me siento en la silla nueva el doctor entra con una sonrisa, pero nada bonita. Tiene sus dientes muy chuecos y separados.

¡Prohibido!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora