Capitulo 36.

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El pasillo del hospital lentamente se iba vaciando ya que rondaban las diez. Unos pocos pacientes eran escoltados a sus respectivos cuartos por sus enfermeras. Empero, lo que me confundía era que, tanto los pacientes como la gente de hospital, estaban actuando raro como aquellas personas del centro comercial. Todos actuaban naturalmente. Normalmente. Eso me hacía pensar, ¿estuvo mi mente estable todo este tiempo? Después de todo, Harry seguro tomó gran parte de mi cordura.

Mi padre fue a comprarse un café mientras que yo me quedaba incómodamente con mi madre. Incluso estando mi vista borrosa, podía verla mirándome de reojo. Sus manos temblaban con nerviosismo sobre su muslo. Yo miraba hacia la pared, tratando de evadirla, cuando de repente la puerta se abrió. De ahí salió una mujer, una doctora, por el lucir de su uniforme. Una larga bata y no podía distinguir propiamente su rostro.

—¿Srta. Mackenzie? —llamó, y me puse de pie.

—¿Sí? Esa soy yo —respondí.

—Ven, entra —instruyó. Una enfermera de repente apareció de no sé dónde y me dio su innecesaria ayuda, cuando realmente no la requería ya que medianamente podía ver. Mi visión era algo similar a cuando entrecierras los ojos o a cuando estas medio ciega. ¿Tal vez esté medio ciega? —Así que, Srta. Mackenzie... —la doctora habló, interrumpiendo mis pensamientos— ¿Cuándo inició esta visión borrosa de la que hablas? —preguntó, sentándose en la silla que está detrás de su escritorio.

—Hace unos días —respondí. Entrecerré mis ojos tratando de leer su nombre que estaba gravado en letra plateada. Pero lo único que podía distinguir era la palabra Dra.

Maldita sea mi vista.

—¿Tuviste dolores de cabeza? —inquirió y asentí— ¿Algún otro efecto secundario? —cuestionó, y asentí nuevamente.

—Mi vista está muy borrosa, como si mis ojos estuviesen cubiertos por nubes grises, y quiero arañar mis ojos porque me da comezón. ¡También tuve un par de dolores de cabeza! —hablé.

—Veo. —Tan solo podía imaginármela mirándome, examinándome para ver qué estaba realmente mal con mis ojos.

—Como puede ver, Dra. Drew —mi madre de repente habló dejándome saber el nombre de la doctora—, Lucy solía tener claros ojos azules. Ahora mismo, ¡están verdaderamente rojos! —exclamó mi madre—. Por favor haga algo, no quiero que mi hija quede ciega.

—¿Puedes decirme qué ocurrió antes de que comenzara esta visión borrosa?

—Fuego. Fuego por todos lados. Nuestra casa estaba en llamas... —tartamudeé, pero mi me instó a seguir sosteniendo mi mano y dándole un apretón. ¿No puede solo irse y ya?

—Nuestra casa sufrió un incendio, Dra. Drew —musitó mi madre.

—Sí, pero quiero que hable Lucinda, si no le importa Sra. Mackenzie —la doctora dijo con calma, ligeramente enfadada con mi madre. Mentalmente agité un brazo en el aire.

Para mi sorpresa, mi madre quedó callada, siquiera le contradijo o algo a la doctora. Probablemente porque se siente humillada.

—H-Hubo una explosión —murmuré, tratando de ponerme seria otra vez—. La casa estaba en llamas y algo explotó dentro de ella, haciendo que me ensordeciera por la cercanía a ello, y luego de eso, me desmayé.

—¿Es eso? Bien, entonces tu caso es un ataque agudo de glaucoma de ángulo cerrado. Unas pocas personas han tenido esto anteriormente, ya que es un tipo raro de glaucoma, Srta. Mackenzie. —Se giró hacia mi madre—. Le recomiendo a tu hija que coma sanamente, especialmente comidas ricas en proteína A, y buen descanso. También aconsejo que no vea televisión, en especial con poca luz o que no se acerque a algo radioactivo —habló la doctora. Quedamos en silencio unos segundos antes de que la figura borrosa le diera un pedazo de papel a mi madre. Probablemente la medicación—. Recomiendo esta medicación, Sra. Mackenzie, para una buena recuperación de su problema visual.

Hex [h.s]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora