Capitulo 32.

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Esperé a que Harry entrara por la puerta principal, esperanzada de que él interrumpa maldiciendo sobre la herida en su pierna. Pero eso no pasó.

¿Dónde se supone que estaba?

El cielo estaba casi totalmente oscuro, las estrellas iluminando en la oscuridad del cielo color azul oscuro. El viento estaba abanicando gentilmente, haciendo que los árboles se movieran a un sutil compás, y la luna brillaba con fervor.

Esto me recordada los pasados eventos en el centro comercial, donde las personas me susurraban sobre la luna roja. No ha pasado todavía. Y tal vez jamás pase.

Vamos, ¿luna roja? Debían estar hablando desvaríos, ¿no es así?

Fue allí cuando el sonido de la puerta interrumpió mis pensamientos, y Harry caminó tras ella, sus labios estaban puestos en una fina línea, y sus ojos estaban negros. Lucía como el perfecto asesino. En su mano tenía una paloma muerta, en su pecho ésta tenía una gran marca de mordida, y me sorprendí al ver eso.

Los tienes de Harry debían ser tan filosos. Hmm, me imagino.

Caminó con zancadas por el suelo y se sentó en el borde de la cama con sus ojos enfocados en el piso de madera. Mis ojos fueron directamente hacia su pierna y entonces los abrí de gran manera.

¡La herida no estaba allí!

—Harry...

Su cabeza se levantó, sus ojos negros ahora me atravesaban, lo cual me asustaba mucho.

—Uh...La herida ya no está...—murmuré y él asintió, antes de volver a mirar al piso. Y sabía que algo pasaba—. H-Harry, ¿qué ocurre? —pregunté, y él me miró nuevamente. Esta vez sus ojos volvieron a los verdes que me podían sacar la respiración. Era mi tono favorito de verde.

Mis días están contados —habló, confundiéndome. ¿Sus días? ¿Sus días estaban contados? ¿Por quién? ¿No era un demonio? ¿No tendría que estar siempre atormentando personas?

—¿Contados?

Por él. No me quedaré mucho tiempo aquí, a menos que encuentre a su familia.

Eso me hizo pensar. —¿Qué familia? —cuestioné, y él se encogió de hombros mirando hacia otro lado, al parecer no queriendo que yo sepa—. Harry, ¿podrías decirme como...como moriste?

La pregunta lo tomó fuera de guardia, haciendo que respirara con fuerza antes de girarse hacia mí.

¿Quieres saber? —preguntó, haciendo que yo mirase hacia abajo y moridera mi labio.

—Si eso está bien por ti, sí.

Bien. Morí por el disparo de un sheriff. Él solía manejar el departamento de policías, y una vez, ellos me siguieron de donde no sé, hasta donde me escondía. Me oculté, y me capturaron. Me torturaron por horas en mi propia casa hasta que decidieron matarme.

Un frío escalofrío me recorrió la columna, haciendo que me estremeciera.

¿Súper jodido, verdad? —El rió con amargura, y no pude hacer nada más que estar de acuerdo.

—¿A cuántas personas has matado?

El lucía dolido por la pregunta, pero no se molestó en demostrarlo. ¿Por qué un demonio tendría lástima hacia las personas que mató? Eso sería estúpido.

Veinte. Todas ellas fueron parejas —respondió, y me sentí disgustada. ¿Cómo podía él matar a veinte inocentes personas?

—¿Por qué?

Él se puso rígido. —¡Eso no es asunto tuyo! —gritó, oscureciendo sus ojos al instante. Pero incluso si él no me decía, yo ya sabía la respuesta.

—¿Fue por Mertil?

Suspiró y mantuvo su cabeza gacha, se veía vulnerable, demacrado. Un lado de él del cual no había sido testigo antes. Tomó respiraciones profundas y lentas antes de girar su vista hacia mí.

Luego de que ella murió, yo siempre veía parejas felices a donde sea que iba, lo cual me ponía celoso. Me dolía saber que no podía estar más con ella. Ella era todo lo que tenía, aparte de mi madre —habló—. La amo.

—Oh —murmuré, enseguida pensando sobre Randy. ¿Seguía el amándome mientras estoy lejos? ¿Estaría él pensando en mí? Todos estos pensamientos sobre él rápidamente aparecieron, antes de que mi pregunta sea expulsada: —¿Aún la amas?

Cubrí mi boca luego de decir eso, sin saber en qué estaba pensando en cuanto le pregunté.

Él asintió. —Sí, aún la amo.

Decidiendo evadir ese tópico, hice una pregunta diferente: —Así que, sobre la familia de la que estabas hablando y ese sheriff, ¿qué tiene que ver contigo estando aquí?

Tengo que matar a la familia del sheriff, los que aun sigan con vida, y de esa manera volveré a vivir.

Mis ojos se agigantaron. —¿Volver a vivir? ¿Qué quieres decir?

Antes de morir, hice el juramento de que mataría a cada y uno de su familia, no dejando a nadie con vida. Así que esa maldición se hizo realidad, el diablo me concedió mi deseo. Pero mis días están contados, jamás sabes cuando él vendrá y te llevará.

Asentí y fue allí cuando él se detuvo.

Será mejor que te vayas a dormir, Lucinda. Mañana continuaremos nuestro viaje.

Bostecé al estar de acuerdo, y me puse de pie en dirección a la cama. Me preguntaba donde él iba a dormir, y suponía que en el sofá.

Llevé las sábanas hasta mi mentón mientras que él se recostaba en el viejo sofá. Sus ojos se dirigieron hacia él hogar antes de que éste se encendiese, calentando toda la casa de madera.

—Cuando lleguemos a la ciudad, ¿qué vamos a hacer?

No pude evitar preguntar, pero él no me respondió, tan solo cerró sus ojos como si me dijera que tratara de dejar de molestarlo con mis preguntas.

—Por cierto, ¿cómo hiciste que se cure tu herida?, ¿te la curaste tú mismo o qué? —pregunté por última vez, viendo cómo él abría sus ojos y mordía la cabeza de la paloma, la que descansaba en su mano derecha. Pero simplemente traté de ignorarla, lo cual era dificultoso.

Desapareció porque bebí sangre, y se curó así. Es parte de mi maldición: si me lastimo, me duele, pero el fluido negro que sale expulsado no es mí sangre, es la sangre que bebo.

—Así que, ¿es una maldición?

Sí, es una maldición. Estoy maldito.

© waysidestyles | borntoharry 

Hex [h.s]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora