Capitulo 03.

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Sentí algo tocando mi mejilla derecha, me removí antes de abrir mis ojos para ver mi madre mirándome aliviada.

—¿M–Mama? —Poco a poco me senté, dándome cuenta de que estaba en el sofá.

—¿Qué paso cariño? ¿Por qué al llegar te vi en el suelo inconsciente? ¿Paso algo? —ella pregunto, su cara estaba llena de preocupación.

Mire todo el cuarto detalladamente, no había rastro o incluso partículas de la sangre que fluía de la puerta del baño. Nada. Suspiro, debo de haber imaginado todo. Pero eso sería imposible, porque si me lo hubiera imaginado, no me habría desmayado.

—M–Mama. Tenemos que irnos. El f–fantasma posee esta casa, y no nos quiere aquí —balbucee, cada palabra que dejaron mis labios estaban atadas de miedo. Espere por su reacción, que tan solo fue un suspiro de frustración.

—Lucinda, no puedes seguir con tus chistes. No hay fantasmas aquí —ella hablo con severidad, por lo que las lagrimas rodaron por mis mejillas, ella jamás me creerá o me entenderá que tipo de cosa demoniaca he visto.

—P–Pero mama, ¡Él es real! ¡Él me h–habló! El hizo correr sangre por la puerta del baño, todo el piso estaba bañado en sangre...

—Lucinda. ¡Yo ni siquiera veo algún rastro de sangre en ningún lado! Volví aquí y vi toda la casa ordenada, ¿estás demente? —Mis manos encontraron el dobladillo de su camisa, agarrándola y tirando de ella con todas mis fuerzas.

—El es real, mama. El quiere que nos vayamos. No puedo quedarme aquí más tiempo. ¡No podemos! —exclamé. Me sorprendí cuando mi madre sacó mis manos de encima suyo, dejando su camiseta en paz y viéndola marcharse sin decir ni una sola palabra.

Rompí a llorar, cubriendo mi cara con mis manos y las lagrimas cayendo de forma continua, cuando vi caer algo delante de mí, haciendo un ruido sordo contra la meza de café. Lentamente subí la vista.

Aunque mi vista estaba borrosa gracias a las lágrimas, pude identificar lo que se cayó delante de mí. Era un cuervo muerto. Le faltaba su cabeza y su corazón estaba hacia fuera, e inmediatamente supe que él estaba aquí.

Salte hacia atrás, y grite.

—¡Mama! —La sangre comenzó a inundar el suelo, llegando a mis rodillas —¡Mama! ¡Ayuda! —grite, cuando la sangre comenzó a subir rápidamente, llegando a mi barbilla en segundos.

La última cosa que deseaba, era ahogarme en sangre. Sangre de la que no tenía ni idea de a quien le pertenecía. Ciegamente trate de desaséeme de la sangre que había sobre mí, pero ero era inútil, pues prácticamente estaba nadando en ella. Mis ojos visualizaron el sofá flotando, y nade hacia él, alcanzándolo.

—¡Lucinda! —escuché a mi madre gritar, pero yo estaba concentrada en subirme al sofá flotante— ¡Lucinda! —escuché a mi madre llamándome de nuevo.

Lucinda...—Esa no era mi madre llamándome, era él. Mire hacia arriba, tratando de limpiar la sangre en mi cara. Ahí era, justo en el techo, con sangre saliendo de sus ojos y de sus labios, sus ojos negros como la noche, los cuales sangraba como la última vez que los vi.

—¡¿Qué quieres?! —le grité. El estaba riéndose con malicia, haciéndome enojar. La sangre comenzó a ir por mi garganta; era un sabor metálico, y horrible.

Estoy sumergida en sangre, la cual ya había alcanzado el techo. Trate de nadar hacia arriba, en busca de la superficie, pero algo me tomo del pie, llevándome hacia abajo. Mire hacia abajo para verlo arrastrándome.

La sangre ahoga mis gritos, y mis fuerzas son inútiles, ya me estoy ahogando. Me las arregle para remover su mano y nadar hacia la superficie.

Faltándome el aire, levante mi mano para tomar el sofá flotante. Fue entonces cuando el monstruo subió a la superficie y tomo mi tobillo tratando de llevarme hacia él.

Ven aquí... —el gruño—. El diablo siempre va a ganar, cariño, y una vez que le gustas, no hay manera de que te deje ir. —El logro arrastrarme hacia abajo, de vuelta al mar de sangre, y esta vez, el no me dio la oportunidad de escaparme nuevamente.

—¡Lucinda! —Abro los ojos para ver a mi madre delante de mí, sus ojos paralizados observándome. Una de sus manos estaba sosteniendo una zanahoria, y la otra estaba posada en su cadera— ¿Qué es lo que te pasa? ¿Por qué estas gritando por ayuda? —Mire alrededor, estaba acostada en el suelo. La habitación lucia ordenada. Eso me puso furiosa y confundía al mismo tiempo— ¡Te deje un momento, y devuelta estas con esto! —ella exclamó.

—Mama... —comencé, pero ella levantó la mano, silenciándome.

—Guárdatelo, Lucinda. Voy a dejar las cosas en claro aquí. Tú no te irás a ningún lugar, esta es tu casa ahora. No seguirás haciendo chistes ni bromas, nada para hacerme pensar que este lugar esta maldito. Y si lo haces otra vez, me veré obligada a castigarte.

Cerré los ojos mientras ella seguía divagando. Trato de imaginarme que estoy en otro lugar, donde todo es perfecto, donde nada esta maldito, nada es tenebroso y donde los demonios no existen. Pero un lugar como ese, desgraciadamente, no existe en este mundo.

—Estúpida —la oigo murmurar en voz baja, para luego encaminarse nuevamente a la cocina.

—Papa —llore, cubriendo mi rostro con mis manos. Me gustaría que él estuviera aquí, para consolarme, para quitarme las lagrima, para abrazarme. Me quede sentada en el sofá, sin moverme ni un centímetro.

Oí algo abrirse, haciendo un crujido, el viento frio haciendo presencia en la habitación. Lentamente quite mis manos de mi cara, para ver la ventana abierta. Me levante rápidamente para cerrarla, cuando mis ojos captaron algo en el jardín. Curiosa como siempre, cerré la ventana y comencé a caminar hacia la puerta principal, para salir afuera y ver el jardín.

Tomé la linterna que estaba colgada en el perchero, en caso de que oscureciera. Eran las cinco de la tarde, y dudo que alguien pudiera ver el jardín con claridad en la oscuridad. No me gusta estar afuera por mucho tiempo. Solo una rápida mirada al jardín, y volvería de vuelta a la casa.

Pero tampoco me gustaba estar dentro de la casa porque sabía que él estaría allí dentro, tratando de asustarme otra vez, y no le quiero dar una oportunidad para que lo haga.

Así que, la mejor opción para no tener que verlo, es salir e investigar más sobre esta horrible casa y su dueño.

© waysidestyles | borntoharry


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