Capítulo 10

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Se colocó sus zapatos y caminó escalera abajo. Él salió más atrás de ella rapidamente siguiéndola.

—¿A dónde vas? —ella lo ignoró— ¡Te exijo que me digas a donde vas Fiorella Ducati!— le rugió molesto.

Se subió a su auto y salió a toda velocidad, él montó el suyo y corrió tras ella.

Aceleró y ella cruzaba muy cerrado. Pero si ella podía él también.

Fiorella tenía el acelerador pisado y el auto de Alesandro tras el suyo. Cambió la velocidad y el auto aceleró más.

Eran la una de la mañana y literalmente estaban teniendo la revancha de aquella carrera hace años.

Giro el auto quedando mirándolo. Algo muy característico de ella. Le sacó la puñeta y giró el auto acelerando más.

El auto de ella piso un charco y las traseras desestabilizaron el auto asustando a Alesandro.

La reacción de Fiorella en ese momento fue frenar. Se olvidó de que Alesandro iba tras ella pero frenó asustada y el auto se comenzó a colear.

Tomó el volante intentando estabilizarlo pero el volante se cruzó casi estrellandola contra la isla de la carretera.

Con el freno de mano el auto se movió de adelante a atrás dándole un golpe fuerte en la espalda pero el auto frenó.

Alesandro frenó y bajó corriendo.

—Mi amor ¿Estás bien?—le preguntó sacándola del auto en brazos asustado.

Ella asintió y le dio un beso en la barbilla tranquilizandolo un poco.

Unos minutos después llegaron a donde ella queria, a la playa. Bajaron y ella se sentó en la arena mirando todo.

—Si te dijera que ya sabía que te amaba desde el momento que me besaste ¿me creerías?—él asintió

—Creería cualquier cosa que provenga de ti, eres la única persona en la que confío plenamente —le dijo tranquilo.

Ella se sintió bien ante aquella confesión, no sabía que él solo confiaba en ella, pensaba que tal vez tenía a alguien a quien poder contarle sus cosas sin miedo a que lo juzgarán, porque sus amigos sabían lo básico pero ella lo sabía todo.





Sintió unos pasos suaves entrar a la bodega, suaves pero eran como de tacones, Alesandro se levantó.

Fiorella le dio la sonrisa más cínica que pudo, un pantalón negro, con una blusa del mismo color y una coleta alta junto que un maquillaje sencillo era lo que lucía en ese momento.

—Si que te gustan las cosas grandes amorcito —dijo soltando un corto silbido—, para que me hicieses venir, creo que hay algo grande por medio.

Alesandro sonrió mientras asentía, necesitaba una mujer para un trabajo pendiente, ¿quién mejor que ella para eso?

—Estas en lo correcto, ¿quieres conocer mi trabajo?—ella se encogió de hombros restándole importancia, ya conocía lo que él hacía. Camino a su lado observando todo con disimulo—. Chicos, ella es de quien les hable— los chicos la miraron con burla y yo los miré de pies a cabeza a los tres.

—Esta nena no mata una mosca—dijo riendo Darío—, me gustaba más la otra, jefe.

Los otros la miraban de pies a cabeza, analizándola. Les parecía atractiva pero no apta para el trabajo. Querían una mujer más fuerte y que pareciese ruda, que no se intimidara.

—¿Qué edad tienes?—Fiorella lo miró con una ceja alzada. Alesandro se sentó en una silla de lejos, mirando todo, no podía demostrar nada hacia ella.

Amor Sin Límites ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora