Capítulo 43

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Años pasaron, un par, no muchos, todo iba muy bien, las acciones la empresa en su mejor punto, los negocios turbios tranquilos, su relación estaba muy bien, sus hijos también, pero no todo puede ser perfecto.

Aleksandro se encontraba haciendo ejercicio esa mañana y Fiorella lo miraba desde la puerta, ella se acercó al verlo tomarse la cabeza entre las manos preocupado. Ella tomó una pesa que estaba atrevesada y no vio la que estaba en el piso.

La otra se le resbaló por el peso pero para su suerte el golpe con la pesa nunca llegó y la caída tampoco.

Aleksandro la sostenía con un brazo mirándola con el ceño fruncido y en la mano izquierda tenía la pesa.

—Primero mis pesas no las agarres y mucho menos con una sola mano— le dijo al verla temblar del susto—, segundo mira por dónde caminas, reina— hablo serio.

—Te vi tomarte la cabeza con las manos, ¿qué ha pasado?—negó sin quererla preocupar.

—Nada del otro mundo, muñeca, tranquila— respondió él, dándole una pequeña sonrisa—, necesito tu ayuda—le dijo tomándole la mano—, súbete aquí y te subirás a mis hombros.

—¿No vas a dejar que me caiga?— preguntó ella nerviosa, él negó serio.

Se subió y él se agachó, ella pasó saliva y subió una pierna y luego la otra a sus hombros con su ayuda.

Aleksandro le tomó las dos manos y se levantó, Fiorella chilló asustada y él rió un poco.

—Agarrame fuerte las manos— dijo y comenzó a hacer sentadillas.

—Aleksandro, esto horrible, lo que hago yo por complacerte— chillo nerviosa.

Él le mantenía las manos agarradas mientras bajaba. No sabía cuantas había hecho cuando paró.

Había terminado, ella se levantó y se bajó. Aleksandro le sonrió.

—Eso es horrible, era demasiado alto— dijo con los nervios de punta, Aleksandro rió divertido.

—Un día de estos voy a hacer barras contigo cargada, eres como peso muerto— dijo sonriéndole mientras la miraba de arriba a bajo— ¿Cuánto pesas, reina?

—¿Unos sesenta?— dijo Fiorella dando un número al azar.

Aleksandro la miró con el ceño fruncido y los ojos entrecerrados, iba a decirle algo cuando el teléfono de ella sono.

Anthony: Sal conmigo esta noche, nena.

Si, ahi iba el problema.

Fiorella: Anthony, entiende, soy la esposa de tu mejor amigo, no lo haré.

Aleksandro la veía mirarlo nerviosa mientras teclaba, frunció el ceño. No le gustaba que le escribieran un sábado por la mañana, más cuando estaban solos los dos pasando su fin de semana de aniversario en Florencia.

Anthony: Él no tiene porque enterarse nena, yo soy mejor que Alesandro.

Ella dejo el teléfono a un lado, mordiendo su labio ligeramente. Vio la mirada de Aleksandro y se sintió culpable, pero no sabía cómo decírselo.

—¿Quién te escribe?— preguntó él, curioso.

—Nadie importante, muñeco— dijo evadiendo lo mientras enrollaba sus brazos en su cuello.

Aleksandro posó sus manos en su cintura y metió sus manos bajo la liga de sus shorts.

—Mañana serán diez, amor, diez años— susurro Fiorella—. Te amo demasiado, esposo mío.

—Diez años, te amo, reína—susurro él incrédulo, de que ya tenían tanto tiempo juntos.

Ella asintió de la misma forma que él.

—Quiero prometerte algo Alek, como cada año hago— hablo ella—, todos los te prometo darte lo mejor de mí, mi amor y compresión, pero este año te prometo que no me importa cuánto te equivoques, yo siempre estaré contigo, no importa cuánto daño me hagas, que sé que no lo haces con intención, mi amor por ti nunca disminuirá—acarició su mandíbula—, gracias por darme los mejores diez años, gracias por hacerme dar lo mejor de mi, gracias por cuidarme siempre y por amarme, gracias por las sonrisas, gracias por lo malos ratos, gracias por las peleas, gracias por ser el papá de mis hijos y sobre todo...—su voz llorosa y amorosa no se disimulaba— Gracias por ser el mejor esposo, Aleksandro Kozlov y más gracias te doy porque eres mi esposo y tengo la dicha y el placer de decirlo.

Aleksandro se le puso el corazón súper pequeño. Fiorella jamás le había dado gracias por eso, se sentía con el corazón pleno.

La abrazo alzándola le dio un beso.

—Gracias ti, reina, gracias a ti es que somos lo que somos, que soy como soy, eres una mujer, joder, nunca en mi vida tendría palabras como describir a la intensa, apasionada y maravillosa esposa que tengo— susurro—. Tú me lo das todo, reina, tú eres mi motor para todo en la vida, me haces inmensamente feliz y me completas, has saciado lidiarme en buenas y mala, me has puesto un freno, me has vuelto una persona distinta y joder, la vida se me ira agradeciéndotelo, porque planeo seguir entregándote mi vida hasta que el destino así lo decida— le dio un beso casto—. Eres un droga favorita, mi mayor adiccion, mi punto débil y mi punto fuerte, el mayor de mis tesoros en la vida, porque para mí, como jure hace diez años frente a un altar, eres la cosa más maravillosa que ha llegado a mi vida y yo no creo en bendiciones, pero para mí en mi vida, tú eres una de las más grandes que he podido tener, Fiorella Ducati— ella llorando lo abrazo aún más fuerte.

Jodidamente amaba a a ese hombre.





Amor Sin Límites ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora