Epílogo

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Aleksandro Kozlov

Fiorella miraba la madrugada desde el balcón, coloque mis manos en su cintura.

—¿Cuánto tiempo pretendes seguir ocultando que tienes miedo?— preguntó Fiorella—, nunca te oigo decir que lo tienes.

—Yo no siento eso, nunca— susurre mordiéndole el lóbulo de la oreja.

—Vale, como digas— dijo riéndose—¿a qué le tienes miedo, Alek? La verdad.

—Siempre has sabido a que le temo, Fiorella, no entiendo porque me preguntas tanto eso, retrocede un poquito en tus recuerdos— dije besándole el cuello.

Ella ladeo su cabeza con la mirada ida, mientras sentía mis manos vagar por su cuerpo y mis labios besar su cuello.

—A la soledad —susurro ella recordando, asentí con una sonrisa perversa.

—Ahora solo echa cabeza un poquito más y piensa que es lo que me asusta específicamente —dije colocándome a su lado.

—Que me muera— él asintió.

—Me conocen por ser un diablo, Fiorella, pero todo diablo, necesita una diabla que lo ayude a reinar en su infierno— susurre—, si la muerte te jala, me jalara contigo, porque yo mismo me pegare un tiro el día que tú mueras. Aunque creo que moriré yo primero y así será mejor.

Fiorella miraba junto a mi el cielo.

—Se que me habías dicho que eran cosas de hombres, Aleksandro, pero...

—No te voy a decir que pasó ese día, Fiorella— la corté en voz baja—. Son cosas de hombres, no te volverá a molestar.

—¿Lo mataste?— preguntó preocupada.

—Me pasó por la cabeza, pero no lo hice por Alex— dije refiriéndome a Alessio, mi ahijado.

Es irónico pensar que nunca imaginé que llegaría a los treinta y dos, que pensé que mi sentencia de muerte estaba firmada antes de mis treinta por culpa de mis decisiones.

Fiorella, Fiorella, mi amada Fiorella, los años pasan, pasan tan rápido que mi cuenta nos damos, diez años seguidos durmiendo en la misma mujer, diez años casado con ella. Esta jodido tanto tiempo y amor.

Mis hijos son otra historia, son otra cosa, son mi vida y mis tres grandes amores, pero el amor de Fiorella y el de ellos nunca es el mismo.

Fiorella me mira y el mundo se me esfuma, me olvido de lo que soy, de donde estoy y del mundo en el que vivo, es droga, Fiorella es mi droga. Es como si me metiera un par de rayas de cocaína cada vez que me sonríe.

En el paso de los años le he ocultado tantas cosas, cosas que ha sabido con el tiempo. Todavía hay muchas que no sabe, pero hay muchas que no quiero que sepa.

Siempre tendré secretos, nunca terminara de saberlos todos, sin embargo me conoce a la perfección, el humo del cigarrillo me quema la garganta, mientras la veo caminar apresurada de un lado al otro.

Yo no soy bueno, ni se porque ella cree que lo soy y me ama tanto, yo soy el diablo, en eso todos están claros, menos ella, he tenido mis resbalones, pero ella no se debe enterar de eso, son cosas que solo yo sé.

Apago el cigarrillo y me da risa que ella no sepa que la observo. Observo cada movimiento suyo durante el día, por eso nunca me pierdo de nada. Por eso siempre lo sé todo como ella dice.

No sabe la calidad de maniaco que puedo ser solo por controlarla. Me encanta hacerlo, me encanta controlarla como puedo, porque Fiorella es incontrolable.

Amor Sin Límites ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora