Capítulo 24

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Alesandro se enderezó y la miró fijamente, unos quince segundos, soltó un suspiro y tomo la cabeza entre sus manos.

—Fiorella, tienes que dejar de meterte tanto en mis asuntos— le pidió—. Yo entiendo tu punto de vista y aprecio cada cosa que haces por mí—Fiorella lo miró filosa—. No me mires de esa manera, cuando yo te digo que no es que no, quiero que entiendas la gravedad de lo que pasa— le fue a tomar la mano y ella la apartó—, nos tienen bajo amenaza a todos, lo que implica que no es bueno que salgas ¿entiendes?— susurro— Yo me sé defender y muy bien, lo sabes, pero tú eres mujer. Por más fuerte que seas eres blanco fácil.

Ella miraba a Alesandro molesta.

—Sé que no te gusta seguir mis indicaciones, sé que te puedes cuidar pero no sé a qué nos enfrentamos— le explico—, eres mi esposa y mi punto débil, te llegan a hacer daño y eso me matará. No sé si crees que me dejo llevar por mis problemas o algo asi— dijo—, pero una cosa soy personal y  sentimentalmente y soy otra muy diferente en mis negocios, y cada vez que te entrometes ligas las dos cosas, no puedes hacer eso y no te puedo permitir seguir haciéndolo.

—¿Me estás sacando de la banda?— negó.

—No, pero si sigues lo haré, tengo autorización de todos para hacerlo— Fiorella asintió—. Cuando yo no te diga que influyas en algún negocio no lo hará, cuando yo no te diga que te metas en alguna junta tampoco lo harás, ni nada sin mi autorización o la de tu hermano. No quiero que me des más excusas de que lo haces porque eres mi esposa o porque me amas, ya no te van a funcionar.

Fiorella miró a otra lado respirando profundo. Sabía que era cierto, sabía que ya había jodido bastante la paciencia de Alesandro.

—Esta bien, Alesandro— dijo asintiendo sin más que decir.













—Fiorella, ¿puedes venir al almacén dentro de unos minutos?— Alesandro hablo no más ella le contesto el teléfono.

Fiorella frunció el ceño y asintio.

—Dame quince y estoy allá— dijo mirando el reloj y colgó.

Subió a su auto y el tráfico no era tanto pero el trayecto era largo, espero unos minutos y avanzó, pasó con rapidez entre calles y calles. Dejando atrás las partes más pobladas y pasando a las desoladas.

Paro enfrente del portón y toco el claxon tres veces seguidas, a lo que le abrió el vigilante, ella lo saludó con una sonrisa y asentimiento de cabeza, le abrió el portón y lo cerró rápido.

Se acercó y le abrió la puerta, Fiorella le agradeció y entro tocando varias veces hasta que su hermano respondió.

Vio a toda la banda ahí, reunida, Fiorella frunció el ceño. Eso sí era extraño.

—Hola chicos— los saludo con cariño y una sonrisa— ¿Alesandro dónde está?

—Aquí— hablo saliendo por una puerta con expresión filosa.

Su cabello estaba peinado de lado, vestido de negro de pies a cabeza, sus ojos analizaron la habitación y se posaron en ella fijamente.

—Alesandro ya dejémonos de misterios— dijo Diego mirándolo.

—Han habido ciertos problemas— dijo Alesandro meneando la cabeza mientras torcía la boca—. Los jefes que matamos los chicos y yo tenían bandas incompletas, es decir, tenían negocios aquí y allá que solamente controlaban ellos. Es decir que hay gente esperando órdenes ahí, gente que si no se les responde puede llegar a ser una gran amenaza.

Amor Sin Límites ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora