Especial I

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Alesandro se encontraba en su oficina, su teléfono comenzó a sonar y cuando vio, era la misma maldita mujer. 

—¿Qué quieres, Graziela? —dijo molesto.

—¡Que te hagas cargo de la maldita mocosa! —él no la había evadido, pero ella quería dinero, pero sin demostrarle que era de él no iba a hacer nada. 

—No me has dejado hacer la prueba, sin prueba no haré nada. 

—Entonces la mocosa irá al orfanato —dijo y él colgó. 

Bloqueo el número y así no recibiría más llamadas de ella, había visto fotos de la niña que la misma Graziela le había enviado, pero mientras no tuviera prueba no se haría cargo de ella. 

Fiorella había recibido una llamada de una mujer, meses antes, al rededor de cinco meses antes de una mujer que decía estar embarazada de Alesandro, la llamo pensando que un estaban casados. 

Para la sorpresa de la mujer, Alesandro y Fiorella estaban divorciados y el primero fuera del mapa y ubicación de cualquiera sin conexiones fuertes en la mafia. 

Fiorella al verla entrar a su consultorio se impresiono, de cabello rubio, ojos verdes oscuro y de un cuerpo delgado, era bastante linda físicamente, no parecía prostituta ni nada de ese estilo. 

—¿Tu eres la esposa de él? —negó. 

—Su exesposa —respondió. 

Le hizo un eco y efectivamente había un bebé ahí y su corazón le decía que esa criatura era de Aleksandro. 

—¿Que quieres hacer con ella? —ella arrugó la cara, ella se sintió un tanto molesta por la reacción de ella. 

—No quiero un mocoso, ¿entiendes? —ella asintió. 

Y así comenzó a monitorear su embarazo, hasta que nació la criatura y ella decidió darla en adopción. 

Aleksandro y ella nunca habían tocado el tema correctamente de la niña puesto de que Fiorella no podía comprobar si era o no era su hija, mientras Alesandro no apareciera en Italia se escapaba de sus manos. 

Hasta que un día de Navidad le pidió adoptarla, ya habiendo hecho las pruebas y teniendo a favor que era su hija, tenía seis meses y era una gordita demasiado tierna.

Horas más tarde se sento a hablar con él y le dijo:— Alesandro, esa niña es tuya— él abrió los ojos como platos—, su mamá fue asesinada por un traficante, debes hacerte cargo de ella, eres su papá. 

—¿Es mía? —hablo en un susurro, asintió. 

—Ale, se parece a Antonella, tiene unos ojos verdes como los tuyos, es tu hija, no permitiré que no te hagas cargo de ella—dijo Fiorella muy seria. 

Él asintió. 

—Nunca me hice cargo porque la maldita esa nunca me permitió siquiera verla—dijo sintiéndose impotente de no haber estado presente los otros meses de vida de la niña. 

—Iremos a firmar, ya no quiero verla más en ese lugar. 

Alesandro quedo por asentir, estaba de acuerdo, si era suya, estaba dispuesto a darle todo como a sus otros hijos sin ninguna distinción. 

—¿Tú quieres criarla como su mamá de verdad?— asintió. 

—Siento un amor tan grande hacia ella, la vi desde los cinco meses de gestación, yo ayude a que naciera, la alimente y cuide sus primeros días de vida, quiero y deseo con cada parte de mi corazón hacerme cargo de ella—Alesandro quedo anonadado y la miró feliz, amaba a esa mujer y la nobleza de su corazón. 

—¿Estas molesta conmigo porque tengo una hija por fuera? —negó. 

—Fue cuando nos separamos, Ale—dijo tranquila—, lo que me molesta es que no insistieras más, pero tampoco te critico. 

—¿Y que le diremos cuando crezca Fiorella? —ella suspiro. 

—Podríamos decirle que es nuestra, porque la idea de decirle la verdad me parece un tanto difícil de manejar, después veremos eso—dijo algo insegura. 


El tiempo pasó y cuando la bebé cumplió su primer año Alesandro estaba más que enamorado de ella. 

—Es demasiado hermosa— susurro abrazando a Fiorella mientras la veía jugar con sus hermanos, ella asintió mirándola con cariño. 

—Es igual a ti, Ale, me parece asombroso lo mucho que se parece a ti— dijo y él asintió. 

—Graziela no era una puta pero tampoco era una buena mujer— reconoció el mismo—, agradezco que una persona tan tóxica y mala ya no esté alrededor de ella— dijo refiriéndose a la bebé,Fiorella asintió dándole la razón. 

Pasaron las horas y al irse a dormir en la privacidad de su cuarto Fiorella decidió preguntarle ciertas cosas que ella no sabía de lo sucedido con la mamá de Anabella. 

—¿Como fue el día que hicieron a Anabella? —él alzó los hombros. 

—¿Te refieres a como se dio que Bell naciera? —ella asintio— Un condón roto— mencionó—, yo le compre las pastillas de emergencia, pero no se las bebió— contestó y Fiorella quedó asombrada. 

—O sea que si te cuidaste y quisiste prevenir el embarazo —él asintió.

—Ella fue la de la decisión— contestó él—, nosotros no éramos nada, quizás tenía sexo con otros, eso yo no lo sabía. 

Fiorella no preguntó más nada porque esa era la pregunta que no había contestado. 


Amor Sin Límites ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora