Capítulo 18

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Alesandro estaba sentando en la poceta, con unos documentos en la mano y fumando un cigarrillo en silencio. Fiorella entró y el olor a menta del cigarro la hizo sonreír.

—¿Siempre te han gustado de menta?— negó con una pequeña sonrisa.

—No, fumaba Marlboros Rojos— le comentó—. Pero cuando me casé contigo y me enteré que te gustaban, les tome algo de gusto —Fiorella sonrió.

—Me gustan porque no dejan el aliento tan asqueroso como los normales—admitió mirándose en el espejo.

Alesandro sonrió.

—¿Recuerdas mi mustang?— Fiorella suspiro asintiendo. Le gustaba bastante ese auto—. Laura siempre le gustó el olor que mantenía debido a que era mi colonia y el cigarrillo.

—A mí me daba ansiedad cada vez que me subía— rió Fiorella.

—¿Qué tipo de drogas consumías?

—Pastillas junto con alcohol— Alesandro asintio pensativo— ¿tú?

—Marihuana, cocaína, pastillas— Fiorella se sentó en el suelo del baño mirándolo con asombro.

No quería preguntar lo que tenía en mente.

—¿Cuándo fue la última vez que consumiste?— Alesandro la miró con seriedad y suspiro.

—¿Quieres saberlo de verdad, por alguna razón importante o por curiosidad?— "Las dos" le respondió en voz baja y él suspiró de nuevo— Hace unos dos meses, más o menos— Fiorella arrugó el rostro pero asintió—. Voy a reducir el cigarrillo, no lo dejaré porque sé que cuando bebo o me molesto me da por agarrarlo, que sea algo ocasional en mi vida, no un vicio.

Fiorella sonrió orgullosa ante eso.

—Felicidades entonces, corazón— susurró dándole un beso.






«El hombre de orfanato, mi ex jefe, los asesinos y narcos a los que les temía, los que me obligaban a trabajar, todos me miraban y yo me encontraba con las manos y pies amarrados.

Todos me golpeaban y puñalada, me dolía, mi garganta dolía. Oí un grito conocido el cual me asustó.

Miré a mi lado y ví a Fiorella siendo golpeada y abusada por varios hombres mismo tiempo.

—¡Sueltenla! ¡No la toque! ¡no!— grite»

Alesandro se levantó gritando y bañado en sudor, la cara hinchada de llorar dormido y una Fiorella que lo miraba muy preocupada.

Se pasó las manos por el cuello y el cabello repetidamente, aún asustado. Tenía un nudo en la garganta horrible.

Sin querer comenzó a llorar, desesperado. Odiaba las pesadillas, más cuando veía a cualquier persona que amaba en ellas.

Se jalaba el cabello molesto, frustrado del miedo que le causaban. Las pesadillas eran parecidas, podrían cambiar en el escenario o los protagonistas pero siempre pasaba lo mismo.

Fiorella lo abrazó y dejó que escondiera su cabeza en su cuello. No dijo nada pero varias lágrimas le salieron al oírlo llorar.

—Te amo, te amo, te amo— susurró en su oído, él la tomó con fuerza de la cintura—. No existen, amor, estoy aquí, estás bien. Yo no dejaré que te hagan daño, nunca jamá— dijo conteniendo las ganas de llorar.

—Yo-yo no qui-quiero que la lasti-timen— sollozó él. Ella negó.

—Ellos no están— susurró sobándole la espalda. Encendió la lámpara—Mira— le sonrió—, estas conmigo, solo. No te harán daño, precioso.

Alesandro temblaba como un pollito mojado, asustado. Tenía miedo.

—Estas en tu casa, amor. Conmigo— se volvió a acostar, con él en su pecho en un trance.

—No tengo casa.

Los trances de Alesandro eran espantosos, se devolvía a épocas horribles de su vida y decía cosas que consciente jamás diría. Perdía consciencia de que estaba casado, tenía hijos, una vida estable, sus hermanos. De todo.

—Claro que si— le susurró—. Toma aire por la nariz y suéltalo por la boca ¿puedes?

Alesandro lo hacía pero rápido, aún asustado.

—Lento, cariño— cada vez lo hacía mejor —. Mírame bien mientras respiras— Alesandro respiraba más no parpadeaba—, Fiorella, Antonella, Jacob, Fabio ¿a qué te recuerdan?— siempre le decían que cuando tuviese esos trances nunca lo llamara por su nombre porque podría desesperarse.

Al oír Antonella y Fabio frunció el ceño.

—Mi bebé— susurró, le volvió a mencionar los cuatro nombres—. Mi niño— estaba cayendo en realidad—. ¿Fiorella?— la miro y se rió— Fiorella es la chica que amo, pero ella tiene el cabello de colores y un piercing en la nariz. Tú te pareces a ella— ella sonrió al oír eso—. ¿Jacob, ese bebé es mío?

Estaba hablando como un Alesandro de unos dieciocho o quizás menos.

—Jacob es tu hijo— Alesandro frunció el ceño—, Antonella también.

—Antonella tiene cara de ángel y se parece a mí, pero yo no tengo hijos— susurró el aún llorando.

—Claro que si—le dio un beso en la frente—. Tienes tres bebés, un par de princesas y un campeón ¿recuerdas? Blanca Nieves, Anabella, Anbe.

Él rió pero con el ceño fruncido, cerró los ojos y siguió respirando como ella le dijo.

Cuando se dio cuenta, se había quedado dormido de nuevo. Le acarició el rostro, soltando un par de lágrimas.

Había veces que no mencionaba una frase coherente como habían veces que él le contaba historias feas o bonitas.

Pasó bastante rato mirándolo cuando decidió levantarse, pero Alesandro no la dejaba porque su brazo le rodeaba la cintura.

—No te levantes— le pidió—. Acuéstate sobre mi y abrazame— susurro abriendo un poco los ojos—. Gracias por cuidar mi sueño, preciosa.

Fiorella lo miró con el ceño fruncido.

—¿Estabas semiconsciente?— meneó la cabeza. 

—Reaccione cuando me estaba volviendo a quedar dormido— susurro—. ¿Que tantos años retrocedí?— Fiorella negó, no quería decirle nada de eso— ¿veinte? ¿quince? Dime Fiorella—ella volvió negar.

—No retrocediste— él asintió, sabía que lo sabía hecho.

Suspiro y le levantó el rostro a ella. Fiorella evitaba la mirada expectante de Alesandro. Él negó sin mirarla.

—Sé cómo son mis ataques, Fiorella— replicó él—. Muchas veces no recuerdo que sueño o que me lo provoca pero últimamente lo logro. ¿Qué tanto retrocedí?—Le preguntó con dureza.

—Unos diez—susurro—. No recordabas que tenias hijos, ni esposa, creo que te creías un libertino de la vida.

Alesandro asintió.

—Tendría unos diecinueve en lo que soñé.

—¿De qué son tus pesadillas?— pregunto en un susurro.

—Me asesinan a golpes y siempre veo en ellas a quien quiero, en esta eras tú— mencionó—. Te golpeaban y yo no podía moverme porque estaba encadenado.

Fiorella paso saliva y decidió no decir nada más.

Amor Sin Límites ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora