Fiorella

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Laura y Fabio estrechaban a sus sobrinos entre sus brazos, emocionados de verlos. Los chicos me ayudaron con el equipaje y el de los niños para llevarlos a ver a su papá.

Como Alesandro no estaba en la casa, me dirigí con ellos a allá, ya que Laura deseaba hablar conmigo.

—Él me contó que te llamó hace dos dias y te oyó bastante afectada, además estrelló una botella y su teléfono—abrí los ojos impresionada ante lo que me decía—, te extraña demasiado, ya no es el mismo Fiorella. Ha cambiado muchísimo, está más frío, repugnante y retorcido que nunca, a veces ni Fabio lo puede soportar.

—Eso no es bueno Laura—le sonreí nostálgica—, habíamos logrado tanto en terapia y con mi ayuda, pero creo que nuestra separación lo arruino todo. ¿Tiene con quién conversar aquí? ¿Sale seguido? —le pregunté preocupada.

—Escaso habla con Fabio, Fiorella. He perdido la cuenta de cuántas camisas manchadas de sangre le he lavado—dijo con la mirada perdida—. Sale todas las jodidas noches Fiorella, no hay una en la que no salga, llega un poco antes de que amanezca y vuelve a salir a medio día.

Negué repetidamente, ese no era el Alesandro que yo conocía, desconocía totalmente al hombre de que me hablaban, no era el mismo, pero lo triste era que yo tampoco lo era.

—Se está esforzando mucho por el negocio Laura, si eso se desestabiliza puede haber una guerra entre familias y mafias, sabes mejor que nadie que él vela por el bienestar de todos—dije levantándome, me despedí de ella y de los niños, pero al abrir la puerta unos ojos verdes muy conocidos se toparon con los míos.

—Fiorella—dijo casi sin aliento el amor de mi vida, si estaba muy diferente a la última vez que lo había visto.

Tenía más tatuajes en los brazos, un piercing en su nariz y los dos aretes en las orejas. Su cabello estaba más largo pero rapado a los lados, unos tatuajes se hacían ver en su cuello.

Lo miraba sin creerlo, lo había extrañado tanto que no sabía cómo saludarlo racionalmente sin verme desesperada.

—Estas, Wow—me sonroje mirándolo, no sabía qué decir, había soñado tanto con ese jodido momento que no sabia si era real.

Las voz de mi hija me saco de mi ensoñación, saltó a los brazos de su padre, el cual te daba besos por todo el rostro, Jake corrió hasta él y lo miro sonriendo.

Los tomo en sus brazos con facilidad, alzándolos emocionado. No pude evitar percatarme de sus nudillos rotos y un pequeño moretón en su mejilla que podía pasar desapercibido si no te fijabas bien.

Laura y Fabio llamaron a los niños los cuales nos dejaron a solas, nos sentamos en el porche mirándonos el uno al otro sin decir nada.

—Has cambiado Ducati—me sonrió ladino, frunció el ceño—. Aún usas el anillo—asentí.

—En el dedo medio en vez del anular—le aclare, él asintió.

Tomo un mechón de mi cabello entre sus manos enrollándolo y torciéndolo.

—Estas diferente, cariño pero aun así te ves hermosa—fruncí el ceño ante su comentario pero asenti.

No me gustaba que me apodara cariñosamente, encendía una llama dentro de mí que no debía encender.

—No me llames cariño y gracias por el cumplido, pero está demás—lo miré despectiva. Él me miró con sus cejas alzadas, con asombro.

—Toda una fiera ¿o no?—me encogí de hombros mirando el cielo—, pero ¿qué pasó? ¿Lualdo le tiene miedo a que le quiten a su reina?—rió amargo.

Amor Sin Límites ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora