Capítulo 20

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Fiorella suspiró más tranquila, hasta que saliendo de aquel sitio vio otra casa estilo cabaña y un recuerdo cruzó su mente.

Alesandro al ver la expresión de Fiorella se preocupó.

—¿Nena?

—Ahí— susurró al borde del llanto —. Ahí, Ale— dijo llorando ya.

Alesandro no entendía nada, paró la camioneta y le apretó la mano a Fiorella.

—No me toques —susurro llorando —. Ahí, Ale — repitió.

En ese segundo, Alesandro comprendió todo. Como pudo la sentó sobre él y ella lo abrazó con fuerza.

—Ya sé, hermosa— susurró en su oído —. Ya pasó, ya nadie te hará daño, te lo juro.


Un lago y muchos árboles se hicieron ver a los ojos de Fiorella la cual miraba a todo maravillada.

Bajaron y Alesandro sacó unas bolsas de atrás. Eran dos bolsas de dormir.

—¿Has acampado alguna vez?— Fiorella bajo la cabeza un tanto y negó con una sonrisa timida— ¿Nunca, nunca?

—Nunca— admitió.

Saco una pistola de la caja y se la pasó, Fiorella miró la pistola con desconfianza y Alesandro le sonrió.

—Es para enseñarte algunas cosas— asintió y se retiraron un poco.

Alesandro con su navaja hizo tres equis en varios árboles.

—Hace una semana te iban persiguiendo y no podías dar al blanco con distancia —dijo Alesandro y ella se sonrojó.

—Nunca aprendí como disparar a larga distancia — Alesandro asintió.

—Ven acá —ella se colocó frente a él y sentía su respiración en el hombro.

Fiorella quitó el seguro y Alesandro la miraba atento, poniéndola nerviosa.

Las manos le temblaban, la tenía en nerviada totalmente.

—Dispara— susurro él y él disparo rozó el árbol —. Tienes que ver cómo sopla el viento, bebé, si disparas a la izquierda y el viento viene a la derecha apunta a la derecha y la bala se moverá con ayuda del viento y viceversa — le explicó y ella lo hizo y la bala dio en su objetivo.

Fiorella quiso disparar a un objetivo alto y Alesandro acomodo el arma en sus manos apuntando levemente hacia arriba y algo hacia la derecha.

—Dispara— y dio a su objetivo —. Ahora hazlo sola.

Él se apoyó en un árbol a mirarla. Aprendía rápido, lo hacía muy bien para ser las primeras veces.

Cuando se quedó sin balas le entregó la pistola a Alesandro, él cual le sonrió.

—¿Como aprendiste? —pregunto ella. Se encogió de hombros.

—Soy criminalista, nena— le recordó —. Me gustaba balística, siempre me gustó.

Fiorella lo miró tímida y él le echó el cabello detrás de la oreja. Simplemente se miraban.

—¿Que has estado haciendo estas dos semanas? —le acarició el rostro con los pulgares.

— Todo lo que pueda para mejorar, Fibi —susurró dándole un beso en la frente.

Ella pasó saliva, le dio un buen beso en los labios a Alesandro. Dejó que su lengua recorriera cada centímetro de su boca y que sus manos vagaran por su cuerpo como siempre.

Un gemido se le escapó a Fiorella cuando sintió el pene de Alesandro rozar sobre la tela del pantalón.

Apretó le apretó el trasero sin mero disimulo. Ya bastante adulto que estaba como para hacerlo.

—Ale— gimió ella y Alesandro se separó un poco de ella y pegó su frente con la de ella.

—Dime— susurro.

—Te amo— le recordó —. Ale— lo volvió a llamar y la miró expectante —, sabes que quiero y mucho. Hazlo.
 
Alesandro y ella caminaron besándose de vuelta a donde estaba la camioneta y todo lo demás.

—Pidemelo— dijo besandole el cuello y acariciando sus senos por debajo de la camisa —, si no me lo pides no te daré nada Fiorella.

—Me lo estás dando— susurro y Alesandro sonrió alejándose de ella— ¿en serio?— rió ella— ¡Ale!— llamó y él volteo hacia ella con una sonrisa cínica—, hazme tuya, por favor.

En fracción de segundo Alesandro la tenía cargada en sus brazos quitándole la blusa. La apoyo en la camioneta para poder mirarla.

—Te deseo jodidamente demasiado— dijo ella en un gemido, Alesandro rió un poco y le sacó la blusa.

Encaje negro, Alesandro amaba como le lucia la piel, su respiración agitada y sus pupilas dilatadas.

—Ale, por favor — Alesandro alzó sus cejas y dio una media sonrisa.

— Dos semanas y media sin hacer el amor, te pudieses ver con mis ojos y vieras lo excitante que es verte —susurró —¿qué quieres, Fibi?

Fiorella hizo puchero y se sonrojó.

—Quiero que lo hagas —dijo con pena.

—¿Qué haga qué? —susurro besándole el cuello —. Pide Fiorella, duré meses para enseñarte a pedir y ahora te acobardas.

Ella estaba trabada, Alesandro desabrochó su pantalón y coló su mano y sintió la humedad.

La acarició lento y sin prisa introduciendo un dedo dentro de ella.

—Quiero, quiero— jadeo —. Rudo, duro así como tú lo haces, que no me importa si media Italia me escucha. Quiero que me hagas tuya, como sólo tú sabes— gimió.

—¿Duro?— preguntó y ella asintió —. Te follo duro y ¿sólo eso?— rió en su oído —Tú no te satisfaces tan fácil.

Ella gimió al sentir el otro dedo junto con los besos en los senos.

—Y después que lo hagas con tu lengua— gimió entre palabras —, y lo vuelvas a hacer duro muchas veces más.

Ahora sí estaba convencido de que esa si era su esposa, la más caprichosa e insaciable.

Se bajó los pantalones y sacó sus dedos de dentro de ella, entró en ella de golpe arrancándole un gemido. Ella le saco la camisa y le beso el cuello y el pecho.

Fiorella enrollaba las piernas con fuerza alrededor de Alesandro, buscando aquella profundidad que la volvía loca.

Alesandro atendía sus pechos y ella gemía sin cesar.

Ahí se reflejaba el ansia de tenerse el uno al otro.

Amor Sin Límites ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora