como a nadie se le permitía escuchar rock'n'roll, si alguno me delataba se estaría incriminando a sí mismo también. Así que durante las clases pedía un pase para salir del salón y robaba las cintas de los lockers. Era un sistema perfecto, pero no duró mucho. Tim decidió que, aunque él mismo tuviera que ser castigado, valía la pena delatarme. Una vez más me encontré cara a cara con Mrs. Cole y una manada de administrativos y disciplinarios de la escuela en la oficina de la directora. Pero esta vez no tuve que explicar la música -ellos pensaban que sabían de que se trataba. Me habían atrapado comprando cintas de rock, vendiéndolas y robándolas; sabían que había pasado de hacer revistas a hacer cintas grabadas (llenas de bromas telefónicas y sucias canciones sobre masturbación y flatulencias grabadas con mi primo Chad bajo el nombre de Big Bert and The Uglies). Y ya había sido castigado en la oficina de la Directora dos veces en los meses anteriores. La primera por golpear accidentalmente a mi maestra de música, Mrs. Burdick, en la entrepierna con una resortera que había hecho con una liga gruesa, una regla de madera y, como munición, trozos de crayones derretidos robados de la clase de arte. La segunda fue por cumplir con la tarea que había dejado Mrs. Burdick de traer un álbum a la clase de canto llegando con Highway to Hell de AC/DC. Pero todo eso aún no era suficiente para una expulsión. Mi última maniobra desesperada fue regresar al temido sótano de mi abuelo y robar un dildo del cajón secreto de la mesa de trabajo. Me puse unos guantes para no llenarme de vaselina endurecida. El día siguiente después de la escuela, Neil Ruble y yo nos escabullimos el salón de Ms. Price y forzamos el cajón de su escritorio. El cajón contenía sus propios secretos, los cuales eran tan tabú para la escuela cristiana como los de mi abuelo eran para los suburbios: novelas románticas semieróticas. También había un espejo de bolsillo, lo cual tenía sentido ya que Ms. Price siempre se preocupaba mucho por su apariencia. En ese tiempo, Chad y yo tratábamos regularmente de llamar la atención de dos hermanas que vivían cerca de la casa de mis abuelos lanzando piedras a los autos y tratando de causar accidentes para que salieran corriendo de su casa. En la misma enferma y torcida forma, el poner un dildo en al cajón de Ms Price era la única forma que tenía para expresar mi latente y frustrado deseo hacia ella. Para nuestra desilusión, nadie en la escuela dijo una palabra sobre ello al siguiente día. Pero yo era definitivamente el principal sospechoso, lo cual descubrí cuando Mrs. Cole llamó a mis padres a la escuela. Ella no mencionó el dildo; en su lugar, les sermoneó acerca de disciplinar e inculcar el temor a Dios en el delincuente juvenil que habían criado. Fue entonces que me dí cuenta de que nunca sería expulsado. La mitad de los chicos en la Heritage Christian School venían de familias de bajos ingresos, y la escuela recibía una miseria por parte del estado por enrolarlos. Yo estaba entre los alumnos que podían pagar, y ellos querían el dinero -aún si eso significaba lidiar con mis dildos, cassetes de heavy metal, dulces, revistas sucias y grabaciones obscenas. Me di cuenta de que si quería salir de la escuela cristiana, tendría que ejercer mi propia voluntad para irme. Y a los dos meses de iniciar el décimo grado eso fue justo lo que hice.
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Larga y Dura Huida del Infierno
Teen FictionDe los escenarios a la cárcel, de los estudios de grabación a las salas de urgencias de los hospitales, del pozo de la desesperación a los primeros puestos de las listas musicales. Larga y Dura Huida del Infierno es la crónica del descenso de Manson...