Vamos chicas pinten sus labios Pónganse sus sombreros y muevan sus caderas
No olviden traer sus látigos Vamos al Baile de Freaker-Dr. Hook and The Medicine Show, Freaker’s Ball
Cuando tienes amigos, formas una banda. Cuando estás solo, escribes. Así fue como pasé mis primeros meses en Fort Lauderdale. Mientras mi padre trabajaba en Levitz Furniture, supuestamente una gran oportunidad para él, yo me sentaba solo en casa y traía mis más locas fantasías a la vida en poemas, historias y novelas. Las envié a todas partes desde Penthouse y The Horror Show hasta American Atheist. Cada mañana corría a la puerta en cuanto oía al cartero. Pero lo único que traía en su bolsa era desilusión: ya fuera nada o una carta de rechazo. Sólo una historia, Moon on the Water, acerca de un escritor alcohólico con un gato llamado Jimi Hendrix y pozo que tragaba a todos los que él amaba, fue publicada en un pequeño periódico llamado The Writers Block. La desilusión me seguía como una bola con cadena durante ese primer año en Florida. Mientras más trabajaba, menos daba resultado. Llevaba una vida patética: viviendo con mis padres y asistiendo al Broward Community College, donde estudiaba periodismo y teatro porque era lo único que me interesaba. Para ganar algo de dinero extra, me convertí en gerente nocturno de un Spec’s, una tienda de discos donde pronto encontré la oportunidad de revertir el tipo de conducta que me había metido en problemas en la escuela cristiana. Había dos chicas lindas que trabajaban en la tienda. La que me encontraba agradable, por supuesto, tomaba fuertes medicamentos y estaba obsesionada con matarse. La que me gustaba a mí era Eden, llamada así por el jardín de las delicias terrenales, pero ella se rehusaba a compartir ninguna de esas delicias terrenales conmigo. En un inexperto intento por ser cool, hice un trato con ellas: ellas podían fumar marihuana en la parte trasera de la tienda si aceptaban robar cassetes para mí. Como había un guardia de seguridad que revisaba nuestras bolsas siempre que salíamos de la tienda, les compré a las chicas unos recipientes para bebidas en Sbarro’s y les dije que llenaran los contenedores con tantas cintas de The Cramps, The Cure, Skinny Puppy y así por el estilo como cupieran en ellos. La semana que salió a la venta Nothing’s Shocking de Jane’s Addiction, hice que Eden lo robara y después intenté sin éxito convencerla para que viniera conmigo a su concierto en Woody’s en la playa. Mi primer artículo en el periódico de mi escuela fue una reseña de ese concierto, titulado Jane’s Addiction Returns to Shock Crowd at Woody’s. Poco sabía yo que había una palabra en ese encabezado que sería usado miles de veces para describir mi música, y no era woody. Aún más impredecible era el hecho de que muchos años después estaría en un cuarto de hotel en Los Angeles tratando de evitar que el guitarrista de Jane’s Addiction, Dave Navarro, me diera sexo oral mientras aspirábamos drogas juntos. (Si la memoria no me falla, Dave terminó en el cuarto de mi bajista, Twiggy Ramírez, que había ordenado dos caras prostitutas y estaba ocupado cogiéndolas al ritmo de Eliminator de ZZ Top.) De lo que más me arrepentí cuando fui despedido por holgazanear en el trabajo (nunca me atraparon robando) fue que nunca saldría con Eden. Sin embargo, una vez más, la fama y el tiempo estaban de mi lado, y un año y medio después la encontré en un concierto de Marilyn Manson and the Spooky Kids. Ella ni siquiera sabía que yo estaba en la banda hasta que me vio en el escenario, y entonces repentinamente quería salir conmigo. Lógicamente la cogí –y nunca la llamé después de eso. Después de ser despedido, me sumergí en la critica de rock, trabajando para una guía de entretenimiento que era gratis llamada Tonight Today. La revista era manejada por un tonto hippie drogadicto llamado Richard Kent, quien nunca me pagó un centavo. Estaba completamente calvo excepto por un parche de cabello gris que mantenía atada en una cola y usaba gruesos lentes oscuros. Caminaba constantemente por la oficina moviendo el cuello hacia atrás y hacia delante, como un perico gordo buscando algo que decir. Siempre que le preguntaba algo acerca de un artículo o una fecha límite, él me miraba distraídamente por varios minutos. Nunca supe en que pensaba, pero siempre esperaba que no fuera en molestarme sexualmente. Pronto pude cambiarme a una revista independiente, 25th Parallel, diciéndole a los dueños, dos amantes llamados Paul y Richard, que tenía un título en periodismo y que había escrito para varias publicaciones nacionales. Ellos creyeron mis mentiras y me contrataron como Editor en Jefe. Siempre trataba de imaginar a Paul y Richard teniendo sexo, pero era una imagen imposible de invocar. Paul, un pequeño y gordo italiano de New York, parecía un reflejo en un espejo distorsionado de Richard, quien era flaco, alto con un acné terrible y con dientes monstruosos que parecían parte de un disfraz de Halloween. Una de las cosas que me daba más miedo acerca de ellos era una foto que Paul tenía sobre su escritorio de Slash inconsciente y desnudo en una tina de baño. Siempre me pregunté sobre las circunstancias en que esa foto había sido tomada. Paul y Richard eran una pareja sin esperanza. Se sentaban en la oficina deprimidos, desamparados y llorando. La única razón por la cual la revista salía mes tras mes era por el dinero que ganaban vendiendo los discos que recibían gratis por correo. Como la mayoría de la gente que no paga por su música, ellos no la apreciaban. Yo escribía sin parar para la sección de entretenimiento, pero la pieza con la que estaba mas feliz no era sobre rock. Era sobre un tema que combinaba mis aspiraciones tanto en el periodismo como en la literatura de terror.
ESTÁS LEYENDO
Larga y Dura Huida del Infierno
Teen FictionDe los escenarios a la cárcel, de los estudios de grabación a las salas de urgencias de los hospitales, del pozo de la desesperación a los primeros puestos de las listas musicales. Larga y Dura Huida del Infierno es la crónica del descenso de Manson...