Debí haberle causado algún daño cerebral porque comenzó a enamorarse de mí, aún cuando yo estaba saliendo con Teresa, quien era buena amiga del novio de Nancy, Carl, un tipo alto y torpe de caderas grandes y suave figura femenina. Esta estúpida situación se puso aún peor cuando Nancy y yo comenzamos a explorar la sexualidad al igual que el dolor y la dominación en el escenario. Nos acariciamos y chupé sus senos, y ella se arrodilló y acarició todo lo que encontró ahí abajo. Sin tener penetración, lo llevamos tan lejos como pudimos sin meternos en problemas con mi novia, su novio o la ley. En un concierto la metimos en una jaula, y, mientras la banda tocaba People Who Died de The Jim Carroll Band, yo encendí una sierra eléctrica y traté de cortar a través del metal. Pero la cadena salió volando, me golpeó en medio de los ojos y me provocó una gran herida en la frente. Con trabajo logré terminar el show por que lo único que podía ver era rojo. Como en cualquier buen acto de performance, había un mensaje detrás de toda la violencia. La mayoría de las veces, no me interesaba infligir dolor a mi mismo o a otros a menos que fuera en una forma que hiciera pensar a la gente sobre la forma en que actúan, la sociedad en que viven o las cosas que dan por sentadas. A veces, como una lección concreta sobre hacer suposiciones, lanzaba docenas de pequeñas bolsitas a la audiencia, la mitad llenas de galletas con chispas de chocolate, la otra mitad llena con excrementos de gato. También estaba interesado en el peligro y la amenaza de las aparentemente inocentes películas, libros y objetos para niños, como las loncheras metálicas, que fueron prohibidas el Florida porque al estado le preocupaba que los chicos se golpearan el uno al otro con ellas. Durante Lunchbox, regularmente prendía fuego a una lonchera, me quitaba toda la ropa y bailaba a su alrededor, tratando de exorcizar a sus demonios. En un intento por reiterar la lección de Willy Wonka a mi propio estilo, colgué una piñata sobre la multitud y ponía un palo en la orilla del escenario. Después les advertía,
"Por favor, no la rompan. Les suplico que no la rompan." Siendo como es la psicología humana, los chicos en el público invariablemente tomaban el palo y rompían la piñata, forzando a todos a sufrir las consecuencias, las cuales en este caso eran un baño de sesos de res, hígados de pollo e intestinos de cerdo. La gente bailaba slam y se resbalaba sobre esta masa de carne putrefacta, rompiéndose la cabeza en una locura intestinal total. Sin embargo, los actos ultrajantes vinieron más tarde, después de un desastroso viaje a Manhattan durante el cual escribí mi primera canción real. Una chica con un nombre pretencioso como Asia, a quien había conocido cuando ella trabajaba en McDonald's en Fort Lauderdale, estaba pasando el verano en New York, y me invitó a pasar el fin de semana. Aunque yo estaba saliendo con Teresa, acepté –principalmente porque no me gustaba Asia y sólo quería un vuelo gratis a New York. Pensé que tal vez iba a encontrar algún ejecutivo de una disquera que contratara a nuestra banda, así que llevé conmigo una rudimentaria cinta demo. Yo nunca estaba contento con nuestros demos, los cuales Scott siempre grababa, porque sonábamos como una pequeña banda industrial y yo nos imaginaba tocando un punk rock más crudo. Manhattan resultó ser un desastre. Descubrí que Asia me había mentido sobre su nombre y su edad. Había usado la identificación de su hermana para conseguir un trabajo en McDonald's ya que ella era demasiado joven. Me molesté –no era gran cosa pero era otro caso de una chica que me engañaba- y salí furiosamente de su departamento. En la calle, por coincidencia o no, me encontré a dos ratas de club de South Florida, Andrew y Suzie, una pareja de dudosa sexualidad. Siempre pensé que se veían bien y con estilo en los clubs, pero al verlos por primera vez al la luz del día esa tarde me di cuenta de que usaban el maquillaje y la oscuridad para practicar el engaño gótico. Bajo el sol de la tarde, se veían como cadáveres en descomposición y parecían al menos diez años más viejos que yo. En su cuarto de hotel, el sistema de cable tenía canales de acceso público, un fenómeno completamente nuevo para mí. Pasé horas navegando por las estaciones, viendo a Pat Robertson predicar sobre los males de la sociedad y después pedirle a la gente que llamaran para decirle los números de sus tarjetas de crédito. En el canal adyacente, un tipo estaba engrasando su pene con vaselina y pidiéndole a la gente que llamaran para darle los números de sus tarjetas crédito. Tomé la libreta del hotel y comencé a escribir frases:
"Cash in hand and the dick on screen, who said God was ever clean?" Imaginé a Pat Robertson terminando su sermón y después llamando al 1-900-VASELINE.
"Bible-belt 'round anglo-waste, putting sinners in their place/yeah, right, great, if you're so good explain the shit stains on your face." Así, Cake and Sodomy nació. Ya había escrito otras canciones que creía buenas, pero Cake and Sodomy era más que sólo una buena canción. Como un himno para la hipocresía de una América amamantada por el cristianismo, era el diseño de nuestro futuro mensaje. Si los televangelistas iban a hacer que el mundo pareciera tan loco, yo iba a darles algo para que lloraran de verdad. Y años después, así lo hicieron. La misma persona que inspiró Cake and Sodomy, Pat Robertson, citó la letra de la canción y la malinterpretó para su rebaño en The 700 Club. Cuando regresé de New York, mis problemas reales comenzaron. Supuestamente Teresa iba a recogerme en el aeropuerto, pero nunca llegó y nadie contestó el teléfono en su casa. Así que llamé a Carl y a Nancy, ya que ellos vivían cerca del aeropuerto.
"¿Sabes tu donde diablos está Teresa?" Pregunté.
"La pasé muy mal en New York, estoy atrapado en el aeropuerto sin un maldito centavo y lo único que quiero hacer es ir a casa e irme a dormir."
"Teresa salió con Carl," dijo Nancy, y el tono frío de su voz me hizo notar un poco de los celos que yo también sentía. Nancy se ofreció a recogerme y llevarme a casa. Cuando llegamos, ella entró conmigo. Yo tan sólo quería dormir, pero no quise ser rudo después de que ella me había rescatado. Me colapsé sobre la cama, y ella se dejó caer sobre mí. Recorrió mi cuello con su lengua y agarró mi pene. Yo estaba temeroso, principalmente porque no quería que me atraparan. Para entonces, ya comenzaba a sentirme apartado de la moral cotidiana del mundo. La culpa se había convertido más en un miedo de ser atrapado que una sensación de bien o mal. Terminé dejándola darme sexo oral, porque Teresa nunca lo había hecho. Pero, al igual que en el escenario, no hubo penetración. Cuando Teresa y Carl llegaron a mi casa menos de quince minutos después, estábamos sentados inocentemente en el sofá viendo televisión. Carl instintivamente caminó hacia Nancy y la besó en la boca, desconociendo que minutos antes ese mismo orificio había recibido varios millones de mis espermatozoides. En ese momento creí que era gracioso y que era una venganza apropiada, pero no me di cuenta de que este solitario acto de felación sería el principio de seis meses de terror gótico.
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Larga y Dura Huida del Infierno
Teen FictionDe los escenarios a la cárcel, de los estudios de grabación a las salas de urgencias de los hospitales, del pozo de la desesperación a los primeros puestos de las listas musicales. Larga y Dura Huida del Infierno es la crónica del descenso de Manson...