El impulso por el amor, llevado hasta su límite, es el impulso por la muerte.
-Marqués de Sade.El lugar es Fort Lauderdale, Florida. La fecha es Julio 4 de 1990. El objeto sobre la palma de la mano estirada frente a mí es una tableta de ácido, y dentro de un momento esa tableta borrará todos estos hechos. Teresa, mi novia, ha tomado ácido antes. Nancy, la psicótica, también lo ha hecho. Yo aún no. La dejo reposar en mi boca hasta que me molesta, después la trago y regreso a empacar los restos del primer concierto de Marilyn Manson and the Spooky Kids al aire libre, confiando que mi fuerza de voluntad es más fuerte que cualquier cosa que este pequeño cuadro de papel tenga preparada para mí. Andrew y Suzie, la pareja que me dio la tableta, me sonríen en complicidad. Yo les hago un guiño, sin saber exactamente lo que tratan de comunicarme. Los minutos pasan y nada sucede. Me recuesto en el piso y me concentro en averiguar si el ácido está trabajando –si mi cuerpo perece diferente, si mi percepción ha cambiado, si mis pensamientos se tuercen. "¿Ya sientes algo?" llega una voz, respirando enferma y húmedamente en mi oído. Abro mis ojos para ver la sonrisa masoquista de Nancy a través de su cabello negro.
"No, todavía no," digo rápidamente, tratando de deshacerme de ella, especialmente porque mi novia anda por ahí.
"Necesito hablar contigo," ella insiste.
"Bien."
"Es sólo que comienzo a darme cuenta de algunas cosas. Sobre nosotros. Quiero decir, Teresa es mi amiga y Carl, ya no me importa Carl. Pero debemos decirles lo que sentimos el uno por el otro. Porque yo te amo. Y se que tú me amas, aunque no lo sepas. No tiene que ser para siempre. Se como eres con esas cosas. No quiero que esto nos cause problemas con nuestra banda" –nuestra banda- "y con la química que tenemos en el escenario. Pero podemos intentarlo. Quiero decir, amor..." En cuanto dice amor esa última vez, su cara aparece iluminada contra el fondo verde, como un anuncio luminoso que anuncia autoengaño. La palabra amor parece colgar suspendida en el aire por un momento, opacando al resto de la oración. Todo es muy sutil. Pero me doy cuenta de que estoy a punto de tener un viaje y ya no hay marcha atrás. "¿Sentiste eso –esa diferencia?" Pregunto confundido.
"Sí, por supuesto," dice ella con entusiasmo, como si estuviéramos en la misma frecuencia. Y yo de hecho necesito a alguien que esté en la misma frecuencia que yo porque pienso que estoy a punto de perder la cordura. Pero no quiero que sea ella. Oh, dios, no quiero que sea ella.
Me pongo de pie y comienzo a buscar a Teresa, caminando por la casa ligeramente desorientado. Todos están en las esquinas hablando en pequeños grupos, cada concentración de gente sonriéndome e invitándome a unirme a ellos. Sigo caminando. La casa parece no tener fin. Reviso cerca de cien cuartos, sin estar seguro si son el mismo o no, antes de rendirme, teniendo la seguridad de que mi novia la está pasando bien en algún lugar en el que yo no estoy. Regreso al patio. Pero no es el mismo patio. Está oscuro, está vacío y algo parece estar mal. No estoy seguro de cuanto tiempo pasé adentro. Camino hacia fuera y doy una vuelta. Diseños intrincados, como dibujos a lápiz, aparecen en el aire, tan solo para ser borrados momentos después. Me concentro en ellos por un momento antes de darme cuenta de que está lloviendo. No importa en realidad. Me siento tan ligero e incorpóreo que la lluvia parece caer a través de mí, penetrando las capas de luz que mi cuerpo emana. Nancy se acerca a mí y trata de tocarme y comprender. Ahora definitivamente estoy perdiendo la cordura. Con Nancy guiándome, llenando el aire con su esencia de flores muertas, camino colina abajo hasta un pequeño arrollo hecho por el hombre. Por todas partes hay sapos de piel gris, saltando sobre las rocas y sobre el pasto. A cada paso que doy, aplasto a muchos de ellos, haciendo brotar su sangre azul grisáceo. Sus entrañas se pegan en mis zapatos, descoloridas, muertas y amarillentas como cuchillas de pasto atrapadas bajo los rieles metálicos de la podadora de césped. Me vuelvo loco tratando de no matar estas cosas, quienes tienen hijos y padres que los esperan en casa. Nancy trata de decirme algo y yo trato de fingir que le pongo atención. Pero todo en lo que puedo pensar son los sapos muertos. Tengo la seguridad de que así es como se siente un mal viaje, porque si este es un buen viaje, entonces Timothy Leary tiene mucho que explicar. Me siento en una roca y trato de recobrar la cordura, de decirme que tan sólo es una droga pensando por mí, que el Marilyn Manson verdadero regresará dentro de un momento. ¿O es este el Marilyn Manson verdadero y el otro es tan sólo una representación hueca? Mi mente gira como la rueda de una máquina tragamonedas alrededor de mi conciencia. Reconozco algunas de las imágenes -las temibles escaleras de mi viejo cuarto en el sótano, Nancy fingiendo estar muerta dentro de una jaula, las tarjetas de Ms. Price- un sonriente oficial de policía con una gorra de la iglesia bautista, fotografías de una vagina cubierta de sangre, una mujer cubierta de costras atada dolorosamente. Un montón de chicos desgarrando una bandera americana. De repente la rueda se detiene en una imagen. Se balancea hacia arriba y hacia abajo en mi mente antes de que pueda distinguirla. Es un rostro, largo e inexpresivo. Su piel es pálida y amarillenta, como si hubiera padecido hepatitis. Sus labios están completamente negros, y alrededor de cada ojo una gruesa figura de color negro, como una runa, ha sido dibujada. Lentamente, me doy cuenta de que ese rostro es el mío. Mi rostro yace sobre una mesa cerca de la cama. Me acerco a tocarla y noto que mis brazos están cubiertos con los tatuajes que había estado pensando en hacerme. Mi rostro es papel, está en la portada de una gran e importante revista, y es por eso que el teléfono suena. Descuelgo, y noto que no estoy en ningún lugar que reconozca. Alguien que se identifica como Traci trata de decirme que vio la revista con mi rostro y que eso la excita. Se supone que yo conozco a esta persona, por que se está disculpando por no haberme llamado en mucho tiempo. Quiere verme actuar esta noche en un gran auditorio sobre el cual nunca he oído. Le digo que me encargaré de eso porque estoy contento de que quiera venir pero decepcionado de que sea sólo porque vio mi rostro de papel. Entonces me doy la vuelta en la cama que no es mía y me echo a dormir.
"¡La policía esta aquí!" Alguien me está gritando, y abro mis ojos. Espero que sea de día y que todo haya acabado, pero aún estoy sentado sobre una roca rodeado de sapos muertos, Nancy y un tipo gritando que la policía terminó la fiesta. No puedo decidir cual de todas estas cosas es peor. Siempre he sido paranoico con la policía, porque aún cuando no estoy haciendo nada ilegal siempre estoy pensando en hacer algo ilegal. Así que siempre que estoy cerca de un oficial, me pongo incómodo y nervioso, preocupado de que diré algo malo o de que me veré tan culpable que me arrestarán de todas formas. El estar completamente fuera de mí a causa de las drogas no ayuda a mejorar la situación. Comenzamos a correr. La lluvia ha parado y todo está húmedo y suave bajo mis pies, así que siento que me hundo en el piso en vez de correr. Con gran ayuda del ácido, la situación crece a proporciones enormes dentro de mi mente, y siento que estoy corriendo por mi vida. Todo mi futuro depende de no ser capturado. Llegamos y nos paramos en seco frente a un Chevrolet cubierto totalmente de sangre fresca. Ya estoy demasiado profundo.
"¿Qué diablos está pasando?" Le pregunto a todos a mi alrededor.
"¿Qué es esto? ¿Qué pasa? ¡Alguien!" Nancy me agarra, y yo la empujo y busco a Teresa. Ella me introduce en su auto –oscuro, con olor a fábrica y claustrofóbico- y trata de acariciarme, diciéndome que el otro auto sólo está pintado de rojo, y que se ve como sangre por la lluvia. Pero yo estoy completamente paranoico: sapos muertos, policías, un auto sangrante. Veo la relación. Todos están en mi contra. Puedo oírme gritar, pero no sé lo que estoy diciendo. Trato de salir del auto. Doy un puñetazo al parabrisas, atravesando con mi puño el vidrio supuestamente a prueba de rupturas. Las cuarteaduras en el vidrio forman una telaraña alrededor de mi mano, y mis nudillos sangrantes parecen una fila de alcantarillas abiertas emanando suciedad. Entonces nos sentamos, y Teresa susurra cosas en mi oído y me dice que ella sabe lo que estoy sintiendo. Le creo, y pienso que ella también cree lo que está diciendo. Ambos entramos en ese estado inducido por el ácido en el cual no tenemos que hablar más para saber lo que el otro está pensando, y comienzo a calmarme. Regresamos a la fiesta. Aún hay gente ahí, aunque hay menos, y no hay ninguna evidencia de que la policía hay estado ahí. Justo cuando estoy comenzando a cruzar la frontera entre una mala experiencia con drogas a una tolerable, alguien, sin darse cuenta de que estoy a la mitad de un viaje, trata de lanzarme a la alberca como una broma. No se necesita ser un maestro de matemáticas para saber que ácido más alberca es igual a una muerte segura. Así que entro en pánico y comienzo a agitarme. Pronto estamos enfrascados en una pelea a puñetazos, y trato de destrozarlo como si fuera una muñeca. Lo golpeo en la cara con mis nudillos sin piel y ni siquiera siento el dolor. Cuando se aleja, me doy cuenta de que todos me están mirando cono la boca abierta.
"Escuchen, mejor vamos a mi casa," le digo a la gente que me rodea. Nos acomodamos dentro del auto, somos yo, mi novia, Nancy y su novio, los cuatro ingredientes necesarios en una receta de miseria personal. Una vez en la casa de campo de mis padres, nos dirigimos hacia mi cuarto, donde encontramos a Stephen, mi tecladista sin teclado, yaciendo en mi cama como gasolina en espera de un cerillo. Trata de interesarnos en lo que está viendo, Slaughterhouse FIve, precisamente el tipo de película extraña en la cual no quieres pensar cuando estás bajo el efecto del ácido. Carl es instantáneamente absorbido por la película, y el brillo de la televisión juega sobre su quijada babeante. Sin decir una palabra, Nancy se pone de pie rápidamente –fastidiosamente- y se va al baño. Yo estoy sentado en la cama con mi novia, mi mente flashea en la misma forma en que la televisión parpadea sobre Carl. Stephen balbucea sobre como fueron hechos los efectos especiales. Desde el baño, oigo un sonido convulsivo de rasguños, como las garras de cientos de ratas rascando en la bañera. En un extraño momento de lucidez, me doy cuenta de que el sonido es el de un lápiz escribiendo furiosamente sobre papel. El sonido se hace más y más fuerte, ahogando a la televisión, a Stephen y a todo lo demás que hay en el cuarto, y se que Nancy está escribiendo algo que me va a hacer completamente miserable y que va a arruinar mi vida. Mientras más fuerte se hace el sonido, más locas y extrañas me imagino las palabras que escribe. Nancy emerge del baño y me da la nota. Nadie mas parece darse cuenta. Esto es entre nosotros. Miro hacia la televisión para reunir mi fuerza. La veo con tanta fuerza que ya ni siquiera me puedo concentrar en la película. De hecho, ni siquiera se ve como una televisión. Parece una luz estroboscópica. Vuelvo la vista para ver a Nancy. Pero ya no veo a Nancy. Veo a una hermosa mujer de cabello largo y rubio y con una playera de Alien Sex Fiend escondiendo sus curvas. Debe ser la mujer del teléfono... Traci. En lugar de los rasguños del lápiz, escucho a David Bowie:
"I. I will be king. And you. You will be queen." Tengo los dedos de Traci en una mano y una botella de Jack Daniel's en la otra. Estamos de pie en un balcón en una fiesta, la cual parece ser en mi honor.
"No sabia que eras así," ronronea, disculpándose por algo en el pasado que yo desconozco.
"Creí que eras diferente." Hay luces y flashes, Bowie está cantando,
"We could be heros just for one day," y todos nos sonríen aduladoramente. Ella parece ser tan famosa como aparentemente soy yo.
"Yo solía masturbarme viendo a esa perra," un roadie –¿mío?- me dice riendo.
"¿Quién?," pregunto.
"Esa."
"¿Quién es esa?"
"Traci Lords, bastardo con suerte." En el piso debajo de nosotros hay un hombre alto y jorobado de largo cabello negro y el rostro pintado de blanco. Está usando botas de plataforma, medias de red rotas, pantaloncillos de cuero y una playera negra hecha pedazos. Se ve igual que yo, o como una parodia de mí. Me pregunto si él es yo. Una chica gorda con la mitad de la cara cubierta de aretes y la otra mitad pintada con lápiz labial se da cuenta de que observo al hombre alto. Sube por las escaleras, empuja a un guardaespaldas -¿mío?- y, al mismo tiempo que su cara parpadea grotescamente, me dice,
"¿Quieres saber quien es ese tipo? Nadie sabe su nombre. No tiene hogar. Gana dinero prostituyéndose, y después lo gasta todo tratando de parecerse a ti. Siempre viene aquí y baila con tus discos." Escucho la música de nuevo. El DJ ha puesto Sweet Dreams de Eurythmics. Pero suena más lenta, más oscura, más ruda. Y la voz que canta es la mía. Necesito escapar de esta escena irreal, de toda esta gente que me trata como si yo fuera una estrella de la cual pueden obtener un poco de brillo. Traci toma mi mano y me lleva hacia fuera, moviéndonos como mercurio a través de las adulantes ruinas. Caminamos detrás de una cortina blanca y entramos a un cuarto privado lleno de sándwiches intactos y nos sentamos. Hay algo en mi mano... un pedazo de papel. Trato de concentrarme en las gruesas y borrosas líneas. "Amado Brian," comienza. "Quiero echar a mi novio, y quiero que tu te mudes conmigo. Dijiste que no estabas feliz con la forma en que iban las cosas con Teresa" –diablos, es de Nancy- "Yo te haré tan feliz. Sé que puedo. Nadie te cuidará como yo lo haré. Nadie te cogerá como yo lo haré. Tengo tantas cosas que darte." La dejo. No puedo lidiar con eso ahora, no mientras estoy en este viaje. ¿Alguna vez terminará este viaje? Nancy está de pie en la puerta del baño mirándome, su vientre desnudo ligeramente inflamado bajo su ajustada camisa marinera. Su pulgar está metido dentro de la cintura de su pantalón y se está mordiendo el labio inferior. No se ve sexy. Se ve extraña y fuera de lugar, como una fotografía de Joel-Peter Witkin. Me pongo de pie y camino hacia ella. Teresa y Carl están sentados en mi cama viendo la película, completamente ajenos a nosotros y a la extraña charla de Stephen. La brisa entra fresca y lógica a través de la ventana de mi baño, la cual está pintada de negro. Aunque las luces en mi cabeza aún parpadean. Busco a tientas el borde de porcelana de la bañera y me siento, tratando de aquietar mi cabeza y de recordar lo que iba a decirle a Nancy. Puedo escuchar la música ahora, demasiado grande y ruidosa para mi baño. Siento que me voy a desmayar y lucho por evitarlo. La música se hace más ruidosa dentro de mi cabeza.
"This is not my beautiful house! This is not my beautiful wife!" La música ya no sólo está dentro de mi cabeza. Son los Talking Heads, Once in a Lifetime, y está completamente sobre mí, vibrando contra mi espalda. Estoy tendido en el piso, parpadeando y tratando de estar conciente.
"And you may ask yourself, 'Well, how did I get here?' Ella –Traci- se inclina sobre mí, jalando mi playera sobre laceraciones que no sabía que tenía. Su otra mano trabaja en los botones de mi pantalón. Su boca es cálida y dulce, y puedo saborear cigarrillos y Jack Daniel's. Comienza a hacer cosas con esa boca y con esas pequeñas manos y uñas color rojo que millones de hombres han visto en videos por años –películas en las cuales nunca estuve interesado, a pesar de mi fascinación por su vida. Me baja los pantalones y, con los brazos perfectamente cruzados, se quita la blusa. Se levanta la falda, no para quitársela sino para mostrarme que no lleva ropa interior. Estoy petrificado. No se ve sucia, como si estuviera interpretando un papel en una película porno, aunque me está dando sexo oral. Es delicada, protectora y angelical, una pluma suspendida en el aire sobre un infierno de degradación y carnalidad. Estoy borracho, y por ese medio segundo, también estoy enamorado. A través de la delgada cortina que separa nuestro nudo de lengua, uñas y carne del resto del club, puedo ver la silueta del guardaespaldas contra la luz estroboscópica, cuidando la entrada como San Pedro.
"Once in a lifetime..." Ahora la estoy penetrando, y ella grita. La jalo del cabello, pero en lugar de largos mechones amarillos, agarro algo corto, enredado y rígido que se deshace en mi mano. Mis brazos están libres de tatuajes, y los gemidos, ahogados por mi mano, reverberan entre el silencio. Mierda, estoy cogiendo a Nancy. ¿Qué estoy haciendo? Este no es la clase de error del cual te puedes librar. Coger a una sicótica es igual que matarla. Hay consecuencias, repercusiones, precios que pagar. En flashasos, veo el rostro de Nancy mirándome sentada en la bañera, sus piernas abriendo y apretando, espumando como las fauces de un perro rabioso. Con cada flash, su cara se vuelve más y más distorsionada, más retorcida, más inhumana, más.... demoníaca. Esa es la palabra correcta. Mi cuerpo sigue moviéndose, cogiéndola con fuerza, pero mi mente me grita que me detenga. Es el fin. Estoy acabado. Estoy cogiendo al diablo. He vendido mi alma.
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Larga y Dura Huida del Infierno
Teen FictionDe los escenarios a la cárcel, de los estudios de grabación a las salas de urgencias de los hospitales, del pozo de la desesperación a los primeros puestos de las listas musicales. Larga y Dura Huida del Infierno es la crónica del descenso de Manson...