Gradualmente, el estado de la gira comenzó a cambiar de miserable a memorable. En el tour con Nine Inch Nails y Jim Rose, yo me había abstenido de algunos de los trucos humanos más estúpidos a los que se habían entregado los demás, pero ahora ya no me importaba. Mientras estábamos sentados en la cima de una torre de acero de veinte pies de alto afuera de un club llamado Sloss Furnaces en Biloxi, Mississippi, calentando para un show con Jagermeister y drogas, Wiggins, Twiggy y yo juramos dejar de explotar a las chicas en el backstage. En lugar de eso, decidimos prestarles un servicio terapéutico. Para llevar a cabo nuestros planes, todo lo que necesitábamos era una cámara de video y algunas chicas dispuestas a confesar sus pecados más graves. Poco sabíamos acerca de lo oscuras y perturbadoras eran en realidad las vidas de nuestros fans. Mientras actuábamos esa noche, Wiggins hizo el trabajo preparatorio. Debajo del club, él encontró una red de oscuras catacumbas con rejas de metal, goteras y la atmósfera general de una escena de A Nightmare on Elm Street. Corrí para encontrarme con él ahí después del show, no sólo por estar emocionado sino también porque necesitaba esconderme de la policía, que quería arrestarme por exposición indecente. Mientras nuestro manager del tour los retrasaba. Wiggins nos llevó a las catacumbas, donde tenía a dos pacientes esperando. No sabíamos si nuestro plan para extraerles confesiones iba a funcionar en realidad, y en ese momento en realidad no sabíamos lo que es cargar con el peso de los secretos más oscuros de alguien. Una persona no necesariamente se confiesa con otra para quitarse un peso de encima. Quieren algo: reafirmación, lo cual es un regalo que es difícil dar con convencimiento. Bajo una lluvia de preguntas de Wiggins, la primera chica se echó a llorar y nos reveló que cuando tenía once años, varios chicos de la cuadra la molestaban regularmente. Una noche se despertó para encontrar su ventana abierta y a cuatro de ellos de pie en su habitación. Sin decir una palabra, le arrancaron las sábanas, desgarraron su pijama y la violaron uno por uno. Cuando le dijo a su padre el día siguiente, él la ignoró. En menos de un año, él también la molestaba sexualmente. Al tiempo que nos decía esto, estaba de rodillas en el piso, mirando el piso húmedo. Cuando terminó, me miró a los ojos ansiosamente, con las huellas de sus lágrimas tatuadas en su cara por el rimel negro. Se supone que yo debía hacer algo, decir algo, ayudarla de alguna forma. Con mi música y mis entrevistas, nunca tuve problemas diciéndole a la gente sobre la clase de vida que debían llevar y la independencia que debían demandar. Pero eso era cuando le hablaba a una congregación, a una masa, a un grupo indefinido de gente. Ahora que estaba uno a uno y que en realidad tenía la oportunidad de cambiar la vida de alguien, me quedé congelado por un momento. Entonces le dije que el hecho de que estaba aquí y que podía hablar sobre ello probaba que ella era lo suficientemente fuerte para sobrevivir a eso y aceptarlo. Aún me pregunto si algo de lo que dije significó algo para ella, y si tan sólo eran los mismos clichés que había escuchado durante toda su vida. Me dijo que quería cambiar ropa conmigo y se quitó su camiseta, la cual estaba adornada con el slogan de Nietzsche 'Dios está muerto' seguido por la respuesta de Dios, 'Nietzsche está muerto.' Aún llevo esa playera conmigo a donde quiera que voy. La primera historia fue tan perturbadora que aún no puedo recordar lo que la segunda chica confesó. Todo lo que recuerdo es que era un bella chica rubia con la palabra 'fracaso' grabada en su brazo.
Con cada show, Wiggins refinó su metodología inquisitoria. Su arte era brutal y sofisticado, y, como dirían algunos en el campo de la sicología, poco ético. Llegó a un punto tan avanzado que para proceder con su trabajo, tuvo que inventar su propio aparato de investigación. Nos lo reveló después de un show en Indiana. En el backstage después de la presentación de Danzing, descubrimos nuestra tripulación videograbando a una chica pequeña de cabello blanco y piel pálida. Un chico que parecía ser su hermano o su novio, de aproximadamente diecinueve años y delgado y afeminado, de cabello rojo y corte de hongo, y una cicatriz descolorida en la mejilla, estaba de pie a su lado, jugueteando nerviosamente con un cigarrillo. Había en el aire un olor a crema de afeitar, ya que ellos habían persuadido a la chica de afeitarse y cometer otros actos inmencionables. Parecía la clásica explotación que Wiggins y yo tratábamos de evitar. Tan pronto como me vieron, ambos se arrodillaron. "Los dioses han escuchado nuestras plegarias," gritó ella. "Tan sólo quería conocerte," me dijo él. "Por eso estamos aquí." Así que, naturalmente, Wiggins y yo les preguntamos si tenían algo que confesar, además de las atrocidades en las que la chica había tomado parte con nuestra tripulación. Instantáneamente, la chica miró al chico y el bajó la cabeza con vergüenza o tristeza. Sabíamos que habíamos encontrado a la persona perfecta para probar la nueva invención de Wiggins. Wiggins le preguntó al chico si le incomodaba estar atado e inmóvil, entonces lo trajo al cuarto trasero del área de vestidores, pidiendo varios minutos para prepararse. Cuando entré el estaba atado con las manos detrás de la espalda en un aparato que lo obligaba a tener la piernas abiertas en un ángulo de noventa grados. El aparato había sido diseñado para mujeres, pero era más perturbador el ver a un chico desnudo abierto de piernas ahí. Si movía cualquiera de sus miembros en esa posición, la cuerda alrededor de su cuello se apretaría y comenzaría a ahogarlo. Para evitar estrangularse, tenía que esforzarse por mantenerse en esta incómoda y vulnerable posición. Tony se puso de pie junto a él con una videocámara, capturando su lucha desde cada ángulo.
"¿Hay algo que quieras confesar?" Comenzó Wiggins con un gentil acento sureño con un dejo de amenaza. Afuera, Master of Puppets de Metallica proveía el soundtrack para nuestro experimento. Él dudó, y trató de ponerse en una posición cómoda, lo cual era imposible. Con su mano libre, Tony levantó su barbilla hacia la videocámara, y él comenzó a hablar.
"Mi hermana y yo, escapamos de casa hace como dos años..." Sus palabras se acortaban y se fragmentaban mientras luchaba con las cuerdas.
"¿Ésa de afuera es tu hermana?" Preguntó Wiggins. Nunca dejó que nadie hablara vagamente.
"No. Sólo una amiga. Ella pide dinero en las calles conmigo."
"¿Por qué se escaparon?" "Abuso, de verdad. Sólo abuso. Nuestro padrastro principalmente. Así que necesitábamos dinero para los boletos. Para ver el concierto. Y para otras cosas. Así que pedimos aventón hasta una parada de camiones. Yo quería venderla. Su cuerpo."
"¿Qué estaba usando?" Quiso saber la mente inquisidora de Wiggins.
"Sólo zapatos de tacón que encontramos. Una blusa ajustada. Jeans. Algo de maquillaje que robamos. Pero no era por sexo. Sólo sexo oral."
"¿Era la primera vez que la vendías?"
"Algo así."
"¿Sí o no?" Wiggins era un maestro.
"Por dinero sí."
"¿Y qué pasó?"
"Un camionero." El chico comenzó a llorar, y su rostro se puso rojo por una combinación de emoción y del hecho de que la cuerda se apretaba alrededor de su cuello. Flexionó sus muslos para evitar ahogarse.
"Este camionero, la llevó dentro. Su camión. Y yo la oí gritar, así que me subí. Hasta la ventana. Pero antes de que pudiera..." Se ahogó por un momento, después recuperó el equilibrio.
"Me golpeó. Me golpeo y..." Estaba llorando y sus piernas temblaban.
"Y no sé donde está..."
"¿Quieres decir que se la llevó con él?" preguntó Wiggins incrédulamente. Ya ni siquiera le prestaba atención la cámara. Nunca lo había visto sorprendido por nada antes y no lo he visto así desde entonces. Ambos sabíamos que estábamos metidos hasta el cuello y teníamos miedo de que el chico no pudiera resistir más contra las cuerdas. Repentinamente, la música de afuera de detuvo y oímos varias voces dando órdenes. Abrí la puerta un poco para ver hacia los vestidores, donde dos policías revisaban nuestras bolsas de maquillaje y revisaban las licencias de conducir de varias chicas. Cerré la puerta, puse el seguro y miré a mi alrededor con pánico. Tenía drogas en mi bolsa, un chico desnudo que huyó de casa atado a un aparato de tortura y una videocámara grabando todo como evidencia. Lo desatamos rápidamente, y el rodó hacia un lado, enrollándose en posición fetal. Mientras recuperaba el aliento, silenciosa e incómodamente le pusimos el resto de su ropa. Escuché por la puerta, la gente reía de nuevo, un signo seguro de que la policía se había ido. Por suerte no sabían que había un cuarto trasero. Estaban buscando a la hija de un prominente político local. El chico parecía necesitar nuestra ayuda pero, como la policía aún estaba en el club, le aconsejamos a nuestro nuevo amigo que los buscara y les contara su historia, la cual aún me acosa. Comparado con muchos de mis fans, yo he tenido una vida fácil. Una persona que me ayudó a darme cuenta de eso fue Zepp, a quien conocimos en uno de nuestros primeros shows en Philadelphia. Mientras nos dirigíamos a nuestro camión después del show, un tipo bajo y fornido de cabello largo con la quijada cuadrada y barba al estilo LaVey nos hizo señas desde fuera del estacionamiento, prometiendo darnos un tanque de óxido nitroso si le autografiábamos algo. Como yo nunca había inhalado gas de la risa antes, acepté. Se presentó como Zepp, llamado así por un viejo tatuaje de Led Zeppelin en su hombro derecho. En nuestra siguiente docena de shows, Zepp se aparecía en le backstage con óxido nitroso o pizza o fotografías de chicas adolescentes. Eventualmente, decidimos que como pasaba mucho tiempo con nosotros, también podría trabajar para nosotros. Le di una cámara, le pagué y salió de gira con nosotros. Supe que encajaría el día que abrí la puerta de la parte trasera del autobús de la gira y lo encontré filmando a Twiggy y a Pogo, quienes estaban teniendo sexo con una muñeca inflable que yo había comprado como una broma. Pogo tenía su pene en su trasero, Twiggy tenía el suyo en su boca, y olvidé ver si Zepp tenía su pene en su mano. Gradualmente, supimos que Zepp no sólo era un chico normal de Pennsylvania. Decía haber cogido a trescientas chicas en su pueblo natal, y un día abrimos el compartimiento de equipaje para encontrarlo sobre la chica número trescientos uno. Solía inyectarse heroína con su tía, y nos contó algunas historias exóticas sobre como en el delirio de su adicción se habían inyectado agua sucia de un charco y whiskey. Era un milagro que aún estuviera vivo, y uno muy afortunado, ya que Zepp fue quien nos presentó a las 'slashers,' dos chicas que nos seguían por todo el país. Me recordaban a las chicas Manson de 1969, porque ambas se veían como clásicas adolescentes americanas suburbanas con las que algo había salido ligeramente mal. En este caso, lo que había salido mal era que a una, una chica de apariencia inocente con cejas blancas llamada Jeannette, le gustaba grabar con una navaja la palabra 'Marilyn' en su pecho antes de cada show y a la otra, una chica callada de cabello castaño largo y media docena de aretes en los labios llamada Alison, le gustaba grabar la palabra 'Manson' sobre su pecho, con la 'S' invertida. En casi cada show desde entonces, las he visto cantando en el frente con heridas frescas llenando de sangre el frente de sus vestidos o blusas. Entre Zepp, Tony Wiggins y mi propia locura rebelde, esa gira se convirtió en uno de los periodos más caóticos, turbulentos y decadentes de mi vida. Uno de los incidentes más perturbadores tuvo lugar después de un show en Boston. Yo estaba en el vestidor bebiendo Jack Daniel's con el resto de la banda cuando Wiggins me hizo señas desde la puerta.
"Tengo alguien que quiere decirte algo," susurró maliciosamente. Me condujo hasta un cuarto donde una chica en ropa interior blanca y calcetines rosas me esperaba, atada a la máquina aspiradora de pecados de Wiggins. Habría sido atractiva, pero sobre todo su cuerpo, particularmente en la nuca y la parte trasera de sus pierna, había manchas rojas con islas de carne blanca en el centro. Era una vista incómoda porque, aún antes de que confesara una palabra, yo ya sentía lástima por ella. A pesar de esto, también estaba un poco excitado por que parecía una bella doncella que había sido atacada por una bestia. Y pocas cosas son más excitantes que la belleza desfigurada. Lo más extraño es que me parecía familiar, como si la hubiera visto en otro lugar antes.
"¿Qué te pasó?" Pregunté. Era mi turno para interrogar.
"Tengo una enfermedad en la piel. Nada contagioso."
"¿Es eso lo que tienes que confesar?"
"No," dijo ella, deteniéndose para reunir fuerza para lo que estaba a punto de decir. "Lo que tengo que confesar tiene que ver contigo."
"Las fantasías no cuentan." "No. Es de cuando te conocí en persona. Hace un año. Cuando estabas de gira con Nine Inch Nails." Se detuvo y lucho con el aparato. Ella era pequeña y débil.
"Adelante," dije, sabiendo que si yo le hubiera hecho algo malo definitivamente recordaría esas manchas. "Estaba en el backstage y tu me dijiste hola. Yo era la chica que fue con Trent al hotel esa noche."
"Bien, lo recuerdo." Dije, y así era.
"Lo que pasó es que en ese entonces estaba saliendo con alguien, y él estaba molesto conmigo porque yo quería ir al backstage y dormir con Trent. Pero lo hice de todas formas." "¿Y él rompió contigo?"
"Sí. Pero eso no es lo que... lo que intento decir. Al día siguiente mi estomago comenzó a doler y comencé a tener estos dolores. Fui al doctor y me dijo que tenía un embarazo de varios meses. Pero... " y se echó a llorar, "...no tendría al bebé. Había abortado por haber tenido sexo." No sé si creí lo que había dicho, pero ella parecía creerlo. Su última palabra, "sexo," escapó de su garganta como un dardo de un a cerbatana. El recuerdo la había abrumado tanto que dejo de hacer presión en sus brazos y piernas y dejó que la máquina de Wiggins le apretara el cuello con fuerza. Su cabeza golpeo el suelo, inconsciente. Aún asombrado por su confesión, me agaché y comencé a luchar con los nudos y la soga, sin poder hacer nada mientras su cara pasaba de roja a morada. Wiggins sacó una navaja de su bolsillo y cortó la cuerda alrededor de su cuello, liberando la presión. Pero ella no despertó. La abofeteamos, le gritamos, le derramamos agua encima. Nada funcionaba. Esto no era bueno. No quería ser la primera estrella de rock en matar realmente a una chica en el backstage debido a su hedonismo. Después de tres minutos, gimió y abrió los ojos. Esa fue tal vez la última vez que quiso entrar al backstage.
ESTÁS LEYENDO
Larga y Dura Huida del Infierno
Teen FictionDe los escenarios a la cárcel, de los estudios de grabación a las salas de urgencias de los hospitales, del pozo de la desesperación a los primeros puestos de las listas musicales. Larga y Dura Huida del Infierno es la crónica del descenso de Manson...