Quinto Círculo: Los Iracundos

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Aún tiene la cicatriz, la cual le ha servido de constante recordatorio de no tener nunca otro hijo. En altercados siguientes, la golpeé, le escupí y traté de ahorcarla. Nunca se defendía. Sólo lloraba, y yo nunca me sentí mal por ella. Sin embargo, la ira que tenía reprimida por haber sido enviado a la escuela cristiana, comenzó a disiparse después en la escuela pública. Mi madre me dejaba quedarme en casa como si estuviera enfermo si, por ejemplo, no podía peinar mi cabello y no quería que ninguna chica me viera o si alguien quería golpearme en la escuela. Empecé a apreciarla por eso. Pero eso, también, sólo era una fase. Mientras estaba en mi cama esa última noche en Canton, odié a mis padres más de lo que los había odiado antes. Finalmente empezaba a encajar en Canton, y ahora tendría que vivir en las afueras de Fort Lauderdale porque mi padre había conseguido un nuevo y aburrido trabajo como vendedor de muebles. Había ido a los lugares mas oscuros -desde casas embrujadas hasta gimnasios de escuela. Había tenido drogas de mala calidad, el peor sexo y ninguna autoestima. Estaba todo a mi alrededor, y ahora tenía que empezar todo de nuevo. No estaba emocionado por la mudanza. Estaba amargado y enojado -no sólo con mis padres, sino con todo el mundo.

Larga y Dura Huida del InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora