El amor es Egoísta

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El viaje continuó lento, y callado, pero no de un silencio incomodo, sino más bien de uno de esos en los que sabes, tu acompañante está hablando consigo mismo, y tu estas del mismo modo, así que prácticamente no había nada que decir aparte de las palabras de reflexión internas. 
Muero por sacar Lápiz, Papel, y comenzar a escribir. - pensé, mientras miraba los grandes campos fértiles de varias tonalidades de verde extenderse por las colinas al margen de la carretera. 
Estiré mi mano, y tomé un muffin. 
Después de unos tres minutos, los estragos de la ciudad empezaron a dar por ende que no estaba a más de un Kilometro, y que prácticamente estábamos al margen de Conelly. 
Unos cuantos negocios a las afueras de la ciudad, una escuela y unas casas, delataban los hechos, mientras que yo iba tan solo, mirando por la ventana. 





...





- ¿Dorada o Plateada? - pregunté elevando aquellas dos cerraduras para la puerta del baño de arriba.
Aprovechando nuestro Viaje, mi abuelo había agregado a la Lista ciertas cosas difíciles de conseguir en Nove, por ende, ahora estábamos comprando más que nada, caprichos para los abuelos. 
- Plateada. Todas las cerraduras en la
Casa son Plateadas. - contestó el, mientras continuaba viendo unas mezclas de Pintura, y buscando la que tenía indicada en ese papel, donde mi abuelo le había indicado un tono exacto para la pintura del interior de la florería. Una vez que lo encontró, lo supe fácilmente, ya que casi brinca al tomar el bote. Se acercó a mí, estando yo en la sección de ferretería de aquella tienda departamental.
- ¿Si es, verdad? - preguntó enseñándome el código. Yo lo examiné y después asentí la cabeza, bastante convencida. 
- Yo digo que sí. - dije tomando las cerraduras en mis manos. - ¿Ya es todo? 
- De Aquí, creo que sí. - Sonrió, y ambos caminamos hacia las cajas de cobro. Sacó su cartera, y con el dinero que mi abuelo previamente le había dado, pago la cantidad. Salimos de aquella tienda, y fuimos directamente hacia la camioneta, donde el viaje continuó en silencio. 
Eran las 3 de la Tarde, y sentía apetito; ni siquiera con todos los muffins de mi abuela, pude aguantar a no comer, o al menos a no demostrar mi hambre. Justin se sentía también con hambre, por lo que en cierto momento del trayecto, me incitó a ir a comer. 
- ¿Conoces algo cerca? - preguntó el, mientras que girábamos a la izquierda sobre la camioneta. 
- Estamos en pleno centro. - comenté mirando por la ventana. - Aquí definitivamente tenemos que encontrar algo. - el asintió la cabeza pensativo, mientras que entraba a un estacionamiento público. Eligió un lugar, y aparcó la camioneta, después bajamos, y salimos de ahí, para caminar por el bulevar, admirando la belleza tan rural de Conelly. Había cierto olor a tierra mojada, gracias a la costa que se encontraba a unos quinientos metros y se escuchaba el cantar de algunos pajarillos. Un paraíso, definitivamente. 
Entramos a la zona del mercado, Puestos Urbanos de fruta, sobre todo, verduras y legumbres, cosas básicas en la canasta del ahorro. Al fondo, había un pequeño local de comida. 
- ¿Allí? - preguntó Justin Señalándolo. 
- Claro. - contesté mientras que caminaba alrededor de la gente. El tráfico era libre, y realmente no había tantas personas, la cosa era el sonido de un machete cortando una sandía. 
Justin y Yo caminamos hacia El fondo de aquel concurrido lugar. Una carreta llevada a caballo pasó a nuestro lado. Suspiré. 
Llegamos al cruce, y caminamos por aquella calle apedreara, rodeados de edificios de ladrillo y pueda de diferentes tonalidades. 
Hasta que al final, llegamos al lugar de comida. Justin parecía tener bastante hambre; se adelantó en entrar, mientras que yo observaba con minuciosidad aquella área. Y mis ojos se llegaron a Perder, en una bella librería, con mesas de café con grandes sombrillas, y un letrero que decía "Il libro Casa", el nombre de la librería. Sonreí... Y sonreí. 




....






Apenas empujé la puerta, el sonido de la pequeña campaña que se posaba a lo alto de la puerta sonó disimuladamente por todo la pequeña librería. Un mostrador al fondo derecho, de madera y con el efecto enredadera entre ramas de árboles, fue lo primero que visualicé. Justo Después, en estantes alrededor de toda la pared color caqui-casi-blanca, se encontraban todos los libros, y a lo alto de cada una había una pequeña placa dorada, con los nombres de los temas. Todo eso se extendía hasta mediación de la pared más grande, la que daba frente a la entrada, un pequeño cuarto - sin puerta - dedicados a la zona infantil, donde había cojines y peluches, y toda una colección de cuentos para niños. Bastante agradable. 
- Gracias por calmar el hambre. - le comenté a Justin mirando los libros de la sección de historia. - se que debe de ser un gran sacrificio. 
- Si... - comentó el, tomando un libro de esos que se encontraban a rebaja en pequeñas islitas en medio de todo el lugar. - Aun así, no abuses de mi confianza.- yo lo miré de reojo, y sonreí... Mierda, siempre me hacía sonreír. 
Continué mirando los libros del área de astronomía y conocimientos políticos, cosas que realmente, desde siempre, me habían parecido sencillamente fascinantes. La única cosa, es que estaban en italiano... Gracias al cielo que mi abuelo me había obligado aquel verano del 98 a pasarla todo el día estudiando el italiano, ahora no soy una completa ignorante en el idioma. Estaba tan abstraída leyendo los títulos - traduciéndolos. - que no me percataba claramente lo que ocurría a mi alrededor. 
- ¡Ely! ¡Mira! - dijo Justin desde el otro lado del lugar. Yo levanté la mirada, e inspeccioné la placa. "Romanticismo" - Los 100 Mejores Poemas Románticos jamás declarados. - dijo El, inspeccionando la pasta del mediano libro azul que tenía en sus manos. - esto te puede llegar a servir. - dijo él, sonriente. - deberías de comprarlo. 
- No lo sé. - comenté y dibujé una mueca al borde de mis labios. - La Verdad, los Poemas me parecen... Falsos. - Justin se inmutó, mientras que yo aproveché e inicié a mirar títulos de libros de aquella sección. Pasaron unos cuantos minutos más en silencio. Sentía la pesada mirada de Justin sobre mi espalda, aunque no quise voltear a enfrentarla, tan solo anoche me sentía tan insegura, y ese día no estaba dispuesta a mirarlo a los ojos. No, no, y no. 
- ¿Porque dices eso? - preguntó después de unos segundos. Yo suspiré, mirando libros. 
- Los Poemas me parecen muy Egocéntricos. - eché una mirada por encima de mi hombro. - El Amor es Egoísta, o al menos eso es lo que yo siento. 
- ¿Por qué tan rehúyete al amor? 
- No es eso. Es que, me parece egoísta el que pongas toda tu felicidad en otra persona, el hecho de que solamente quieras a esa persona por que te hace feliz... Eso es egoísmo, ¿Cierto? - otra vez, aconteció un largo silencio de unos 9 minutos enteros. Yo estaba bastante ocupada traduciendo mentalmente los titulo de los libros que tenía enfrente. 
- El Amor, No es Egoísta. 
- Explica tu punto. - dije mientras me plantaba frente al buró, dándole la espalda a Justin. Coloque ambos brazos a mis costados, y miré hacia arriba, intentando leer sin tener que pararme de puntitas el resto de los títulos. 
Justin aguardó unos cuantos segundos. Yo tan solo escuchaba sus pasos toscos, caminar de un lado a otro. 
- El Amor no es Egoísta, porque lo que en verdad deseas es hacer sentir a esa persona especial. - dijo él, y después sentí el calor que su cuerpo emanaba y la escancia de su presencia. Estaba detrás de mí, muy junto a mí. Y de la nada, con su mano, acarició mi brazo desnudo de arriba a abajo, provocando erizar mi piel. ¡¿Que mierdas estaba haciendo Justin?! - Deseas que se sienta segura al abrazarla... - yo me encontraba tan en shock, que no tuve coherencia para moverme, y me encontraba como un verdadero soldado tieso. En eso, Justin me abrazó por la cintura, creando un candado alrededor de mil con sus brazos... Y en cierto modo, me hizo sentir segura. Muy, muy segura. - Solamente quieres que se sienta especial con tus caricias. Solamente quieres que sea feliz, quieres verla sonreír. - y sí... Sonreí. 
Mi corazón latía al mil por hora, mientras que mi cabeza estaba trabajando tan rápido que hasta parecía que iba lento. ¡¿Por qué Justin me hacía sentir así?! O más bien, ¡¿Porqué parecía que se esforzara por hacerme sentir de ese modo?! Era increíble el pensar que con solo el roce de su mano al tacto de mi piel, me dibujara una sonrisa...
- Cómpralo. - dijo por último, alzando el libro en sus manos, aun abrazándome como candado a portón. - Hazme caso. - y después, sin nada, me soltó, y continuó viendo los Libros. Muere, Justin…

Una escritora sin amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora