Día en patines

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- ¿Te gusta patinar? - preguntó el divertido al ver mi rostro de completo shock, al notar en donde nos encontrábamos. 

Frente a nosotros se encontraba una inmensa pista de hielo techada; habían parejas por todos lados, familias enteras, hasta niños pequeños que parecían haber nacido con patines integrados a los pies ya que se deslizaban con tal ligereza sobre el hielo que me hacían sentir torpe y tronca. Al menos, mas torpe y mas tronca de lo que de por sí ya era por mi misma.

Miré a Justin con el pánico dilatado en la mirada, y el tan solo me miró con desapruebo. 

- Debes de intentarlo. 

- Moriré en el intento. - dije reteniendome ante su brazo, el cual jaloneaba del mio para hacerme caminar hacia el mostrador y muestreario de patines. 

- No morirás, Ely. No he escuchado ni una sola vez en las noticias las palabras "Muerte" y "Pista de Hielo" en una misma oración. - Comentó divertido. Yo lo miré con cara de pocos amigos, y bufé cruzandome de brazos.

Odiaba la idea de una pista de patinaje. Se me hacía absurdo, tonto, inmaduro y realmente peligroso en el sentido de que puedes llegar a salir con la nariz rota. Era como que, ¿Que necesidad se tiene de patinar? Es lo mismo que caminar, solo que te deslizas en lugar de pisar. No había gran diferencia, así que ¿por qué no ir a tomar una caminata por el parque y olvidarnos de el hielo? 

- Yo si quiero Patinar. - Justin metió ambas manos en los bolsillos de su chaqueta de cuero, y habló mirando a una pareja que le estaba enseñando a uno de sus tres hijos como detenerse en los patines. 

- Pero yo no. - Dije molesta. ¿Por qué no me había preguntado eso de "Te gusta patinar" antes de decidir que iríamos a patinar? 

- ¡Vamos Ely! - berrichudo y con rostro de bebé, me jaló del brazo. - ¡Yo quiero patinar! 

-¡No seas chiflado, Justin! - me solté de sus dedos, y estiré mi chaqueta queriendole quitar lo arrugado. - Te recuerdo que gracias a "Cosas que tu quieres hacer" ahora yo tendré que fingir ser una idiota enamorada de ti. - el se quedó callado, y yo sonreí sarcástica. - La ultima persona con derecho de opinar, eres tu. 

- Hmm... - el musitó en silencio, y miró hacia sus pies. Supe que había ganado en el momento en que Justin fue y sin decir palabra, tomó asiento en una de las mesas de la pequeña cafetería del lugar. Sonreí complacida, y me senté a su lado. 

- ¿Comemos algo? 

- Eres cruel, ¿Sabías? - levantó su mirada. - Me invitas a comer aquí, mientras vemos a todas las personas felizmente patinando, y yo con muchas ganas de hacerlo no puedo. - rodeé los ojos, y el tomó el pequeño muestrario que se encontraba al centro de la mesa alta plateada. - Quiero unos nachos. - dijo para recostarse en la mesa con sus brazos de por medio. Suspiré, y me levanté de la silla yendo directo hacia el mostrador. 

Habían dos mujeres atendiendo el lugar; una con pelo rubio, tan rubio que hasta podía hacerse pasar por blanco, y otra con pelo un poco mas castaño, pero con piel tan blanca que casi se camuflajeaba en la pared. 

- ¿Que deseas cariño? - preguntó la rubia oxigenada. Yo miré hacia el fondo del lugar, los grandes carteles con la comida con la que contaban y sus precios. Parpadeé y la volteé a mirar. 

- Un par de nachos, dos sodas y unas gomitas de gusano. - metí las manos a mis bolsillos, ya que estando aun en el lugar, hacía frío.

Justin ya lo había tenido todo planeado desde que salimos de su casa... ¿Cómo no me había dado cuenta antes? Llevó cuatro chaquetas en la cajuela, y estábamos a pleno Verano casi Otoño. Tonta Ely, tonta. 

Una escritora sin amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora