Pasó una semana. No vi a Justin ni un solo día después de nuestro encuentro en la cocina de la casa.
Mi abuelo había sido dado de alta del hospital, y ahora podía regresar a casa; las cosas no habían cambiado: todos seguíamos pendientes de él, o de mi abuela. Toda la familia estaba en casa, esperando a cualquier necesidad que tuvieran Ulises o Nina, para poder saciarlas todas... todos excepto mi madre, claro estaba.
No sabía si le habían avisado, aunque tampoco es como si me hubiera importado. Y una parte de mi agradecía que no lo hubieran hecho: hubiera sido muy extraño tener que lidear con la idea de mi madre merodeando, mi abuelo, y para terminar de cargar mi espalda, Justin.
El ruido en la casa era provocado por las tantas voces y pisadas de todos los hijos, nietos y sobrinos de Nina y Ulises. Omar, Pauly, Isabella, Leo y yo nos manteníamos sentados en la sala de estar, sin decir una palabra. Los más pequeños jugaban en el patio, como de costumbre, mientras que los adultos mantenían una conversación en la cocina, hablando solamente para ellos mismos, queriendonos ocultar a nosotros su preocupación. Yo elevé los ojos hasta el ventanal de la cocina, y observé como mi tía Ginna se mordía el labio, nerviosa, mientras que Lorenzo tomaba una copa de lo que parecía vino y se lo llevaba hasta la boca, para tomar un pequeño sorbo.
— Odio ésta tensión — Pauly llevó sus manos hasta su frente, y mirando hacia el suelo soltó un soplido sonoro.
Recargada en el sofá con los brazos sobre mi pecho, observaba como todo iba pasando casi en cámara lenta: el estres era una llama viviente en cada uno de los pares de ojos de mis primos, y mantenía mis ojos rodando por todo el cuarto. Para mi, lo ideal hubiera sido que hubieran dejado la casa sola, con solo Ronny, mi abuela y yo para cuidar a mi abuelo, pero al estar todos tan exhaltados, nadie quería dejar la casa. Mi abuelo oficialmente había sobrevivido a dos infartos en el mismo año.
No supe exactamente cuanto tiempo de silencio fue el que mantuvimos en la sala, pero éste se rompió en el momento en que las pisadas de mis tíos se comenzaron a escuchar cada vez más cerca. Fui la última en percatarme de su presencia; cuando elevé la vista, todos los miraban ya con intriga.
— ¿Todo bien? —la copa en mano de mi tío Ernin parecía teñida de sangre. Por un instante mi estomago se revolvió.
— Supongo —susurró Omar sin mucho ánimo en su voz. Una mueca en el rostro de mi tío me dio ma certeza de que él sabía que los ánimos de todos estaban por los suelos.
De reojo le lanzó una mirada cómplice a su hermano mayor, y yo no pude evitar fruncir el ceño.
— Chicos, tenemos una propuesta para ustedes —mi tío Lorenzo sostuvo sus pantalones tejanos de las correas para cinturon, y nos miró sonriente—. Es mucho estres; ¿por qué no vamos a pasarla toda una tarde en el viñedo?
<<El viñedo>>.
Todo empezó hacía bastantes años, quizás antes de que yo naciera, aunque eso no lo se con certeza. Mi tío Lorenzo había comenzado con el negocio de las tierras, y el viñedo era su máxima adquisición, y al mismo tiempo el lugar sobre el que depositaba mayor fé. No sabía mucho sobre el asunto, lo único que tenía certera conciencia era que por alguna razón, el proyecto del viñedo se había retrasado, y mientras tanto él construía una inmensa casa, con más de ocho habitaciones, cuatro baños, sala de juegos (entre otras habitaciones innecesarias), para toda la familia. Tiempo después su fascinación voló hasta España, a un pequeño pueblo entre lo que entendía era Valencia y Barcelona, donde la exentrica gente tenía rastros de todas las epocas, desde coloniales en las entradas de sus casas, con acabamos de la época del romanticismo y un Mc Donald's en la otra esquina, olvidando así su querida casa en Nove.
Isabella alzó el rostro, revoloteando su cabello, y Pauly solamente alzó la ceja, a la expectativa.
— ¿Qué dices? —Leo estaba en la misma posición que ellas.
— Ustedes fueron los que más nos estuvieron ayudando en estas últimas semanas —Ernin juntó sus manos sobre su regazo, y sonrió casi con ternura y añoranza—. Queremos devolverles el favor, que se relajen y que pasen un lindo día en el viñedo. Son muy jóvenes para estar estresados a éste nivel.
Pauly buscó mis ojos, mientras que los míos se enganchaban a los suyos.
...
No me disgustaba la idea de ir al viñedo durante todo el día, si no el hecho de que estaríamos a al menos treinta minutos de la ciudad. El viñedo estaba en la carretera Nove - Fonseca, por lo que bajo cualquier necesidad de mi abuelo, mis tíos estarían todos responsabilizándose de ellos, pero el problema radicaba en que yo nunca fui una de esas chicas que le gustaba sentarse a ver como los demás hacían las cosas. La frase "si quieres algo bien hecho, hazlo tu misma" había sido mi mantra durante toda la escuela secundaria, y bajo esa costumbre, me costaba mucho la idea de irme de Nove sabiendo perfectamente la delicada situación.
No era un tabú, aunque nadie quisiera mencionarlo a tales frías palabras: mi abuelo era un hombre bastante mayor, más débil que nunca, indefenso ante sus problemas cardíacos. No era ningún secreto que todos temiéramos la muerte, y que todos soñáramos con que ésta asechaba en la misma esquina de nuestra casa. Más aterrador aún era darse cuenta de que todas las vidas son, a grandes rasgos, similares: naces, creces, te reproduces, y mueres. El ver a mi abuelo a aquel grado, solo nos hacía sentir más repulsión hacia la misma vida.
La mañana del día siguiente, nos encontrábamos los seis primos mayores en la camioneta de Omar. Rony iba en el asiento del copiloto, mientras que Leo, Pauly, Isabella y yo nos sentábamos a nuestras anchas en la combi.
No pude evitar pensar en cuando Lucy, Frank, Diego, Ursulla, Sarah, Guilly, y todos los otros nos fuimos de un pequeño viaje en esa misma camioneta.
Lucy se había pasado un par de días por la casa, y me había topado con Frank y el resto esporádicamente por el pueblo. No me apatecía hablares mucho, ya que en mi cabeza no radicaba otro pensamiento que no fuera el de mi abuelo (y malamente, también el de Justin estaba incluido) así que tan solo me ofrecía a declararles un "ahora me encuentro ocupada, pero ¿hablamos luego?".
Como lo había antes mencionado, el viñedo se encontraba a escasos treinta minutos de viaje en una agradable carretera. Omar se adentró en el corta fuegos rocoso, siguiendo un camino aparentemente desolado, con solo hierva verde creciendo al frente, y al fondo una gran pantalla de árboles grandes y robustos que funcionaban como barrera. Conforme manejaba, nos acercábamos más hacia aquella área de árboles por el corta fuegos paralelo, y cuando llegamos nos encontramos con el portón del viñedo abierto. Una vez que cruzamos aquella barrera verde, todo el resto fue colina arriba. No tardamos mucho en empezar a notar las grandes planicies, donde al fondo se divisaba otro portón dorado. Sabía perfectamente que mi tío había retomado el proyecto, así que las remodelaciones en el lugar, incluyendo aquel brillante portón eran notorias. Desde el exterior, las grandes parcelas se plantaciones comenzaban a extenderse; el camino de grava seguía siendo de aquel natural material, sin embargo estaba más aplanado y no tenía casi piedras saltarinas.
— El tío Lorenzo está haciendo un buen trabajo —comentó Leo, mirando por la ventana. Yo le eché un vistazo; aunque era invierno, la planta parecía mantenerse en buen estado, aunque dudaba que tuviera algún fruto para aquella época... simplemente la estaban cuidando.
El camino rodeaba todo el cultivo, y entraba a mitad de uno de ellos. El camino sin pavimentar tenía como fin la gran casa de mi tío. Las paredes eran de un amarillo mostaza, con acabados beige, café tierra y rojo granito. Tenía enredaderas que rodeaban toda la parte lateral de la inmensa casa, y se extendían como tentáculos por algunas partes del frente, aunque solo hasta donde se les permitía su tamaño. Las ventanas tenían marcos cafés, y daba un ligero aire a los años de colonización. En el segundo piso se veía una gran terraza que tenía barandales negros, y tenía grandes entradas en forma de arco por todo el frente, de unos 2 metros cada metro de distancia.
Siempre había amado aquella casa. Antes la recorrían un color beige, con vistas oscuras. No tenía el segundo piso, ni tampoco las grandes y pronunciadas entradas, sin embargo siempre tuvo aquel encanto sureño que me parecía de un cuento de hadas.
Omar estacionó la combi frente a la casa. Segundos después, todos bajamos con nuestra mochila colgada en el hombro, y recorrimos el lugar con la mirada. Los ruidos del aire y el sonido del mecer de las hojas, tanto del cultivo como las de los árboles me creaban una emoción inaudita. Escuché como Rony se paraba a mi lado, mientras mirabamos las dos hacia aquel hermoso lugar en donde nos encontrábamos.
— ¿Sigues pensando que es mala idea?
Omar y Pauly habían desaparecido de nuestra vista, mientras que Isabella y Leo se empezaban a reír de alguna broma privada que solamente ellos dos comprendían conforme seguían los pasos de los gemelos.
Las voces de algunos trabajadores a nuestras espaldas no nos llamaron la atención. Habían camionetas entrando con materiales de construcción, y al fondo izquierdo se notaba como estaban construyendo algo que no comprendía muy bien su forma arquitectónica, sin embargo no me llamó lo suficiente la atención.
No hasta que escuché su voz.
Mi estómago se revolvió cuando escuché su voz sobre la de los demás albañiles. Diciendo algo en italiano, noté como les pedía que siguieran trabajando del mismo modo en que lo habían estado haciendo. Me puse tensa, y por un instante me olvidé de respirar. Cuando miré sobre mi, ahí estaba él.
Su pelo se veía casi dorado bajo el sol, y desde aquella distancia notaba una capa de sudor. Una camiseta blanca, sencilla y sucia, llena de polvo, y unos vaqueros oscuros, junto con unas botas bastante fuera de lo común. Se veía como todo un hombre agricultor, un <<ranchero>>. Entonces lo supe... y sentí que me iba como la mierda.
...
<<Justin está trabajando para mi tío>>. Aquello lo pensé cuando comía mi manzana con desagrado, sentada en aquella gran mesa de mármol que ocupaba todo el gran comedor. Tenía 14 sillas alrededor, y ocupando solo seis, nos sentíamos aún más diminutos.
— ¿Hace cuanto no veníamos aquí? —incrédula, Isabella mantenía su vista en las grandes vistas del alto techo de la casa. ¿Siempre había sido así de grande? Así de...¿lujosa? —No recuerdo que ésta casa fuera así de ostentosa.
— Para ser sincero, yo solamente recuerdo la alberca —Leo sonrió, dandole un codazo a Isabella—. Era lo único que me importaba de pequeño.
— Pensar que mi tío quería dejar esto... Ja —Omar bufó, y recargó su brazo sobre el respaldo de su misma silla, inclinandose ligeramente hacia un lado—-. Con gusto me encargaba de su casa en sus vacaciones.
Rony se mantenía a mi lado, callada. Ella había sido la única que estaba consiente de que <<séptima persona>> se encontraba en aquellos lugares con nosotros, sin ser invitado por la familia necesariamente. Ella y yo, por supuesto.
Mi tío Lorenzo no había aparecido hasta ese instante. Llevaba una camiseta negra de botones al frente, un pantalón caqui, y unos pulcros zapatos negros. Estaba bien peinado cuando entró al comedor, al lado de una dulce y pequeña mujer que me recordaba de manera extraña a un lagarto, pero de una buena manera. Si es que había alguna.
— ¡Niños! ¡Que bueno que ya están aquí! —su aparición repentina tomó a Omar y a Pauly un respingo; ellos le daban la espalda en el momento en que entró. Lo observaron y sonrieron—. Cualquier cosa que necesiten, pueden pedirla a cualquier empleado de la casa; cualquiera podrá ayudarles.
<<¿Cualquier empleado?>> pensé para mis adentros.
Y como si lo hubiera llamado, Justin apareció segundos después por la misma puerta por donde mi tío acababa de aparecer segundos después.
Lo que había declarado en la distancia lo sostenía en la cercanía: Justin llevaba una camiseta sucia, y unos vaqueros aún más sucios, junto con unas botas cafés enlodadas. Solamente le falta el sombrero para que se terminara viendo como un verdadero hombre granjero.
Se veía sensual... maldita sea sensual. La camiseta se veía sudorosa, pero por alguna razón aquello me sonaba más erótico que asqueroso, quizás por que el cuerpo de Justin parecía echo a mano.
Los ojos de Pauly se abrieron como un par de platos al ver la entrada de Justin a la habitación, y yo sentí una punzada de lo que parecían ser celos. Rony prefirió apartar la mirada hacia la mesa, mientras que Isabella se distraía comiendo.
— ¡Eh! ¡Justin! —Omar fue el único capas de articular palabra después de aquel momento—. ¿Qué haces tú aquí?
— Trabajo —la sonrisa de Justin duró menos de 3 segundos en su lugar, y se notaba casi forzada.
No escuché lo siguiente, o más bien decidí no ponerle atención. Una mirada cómplice de Rony me bastó para darme cuenta de que no tenía que soportarlo necesariamente. El error llegó cuando decidí mirar otra vez. Y no: no me encontré a Justin mirándome, no escuché que dijera nada que hiciera que mis sentimientos florecieran en mi piel, si no todo lo contrario: Justin ya no estaba.
Y no me había volteado a ver ni una sola vez.
...
Aunque estabamos en pleno invierno, el sol calentaba lo suficiente como para que Leo y Omar nos convencieran de ir a la alberca. Tuve que tomar prestado un traje de Pauly, ya que yo no iba preparada para un chapuzon; un horrible bañador de dos piezas color verde chillón, casi fosforesente. Me puse un short de mezclilla, y salí al lado de mi hermana. La verdad era que no me preocupaba mucho por el físico; lo único que hacía para "mantenerme en forma" era salir a andar en bici durante las mañanas, habito que no había continuado desde hacía un tiempo. Mi estómago no estaba tan firme como el de Pauly, que sus tardes eran dedicadas a mejorar su cuerpo, o como el de Rony que no podía vivir sin el gimnacio, sin embargo agradecía interiormente tener un metabolismo rápido que me mantuviera al menos delgada.
Me recosté sobre una de las sillas plegables del patio, junto a la alberca. El sol salía de momentos espontáneos a saludarnos, y el agua estaba ciertamente fría, tanto que Leo soltó un larido cuando Omar lo empujó al agua.
— No se morirán de frío; el agua está deliciosa.
Isabella se aventó al agua; su cabello pareció flotar ligero en el espacio, y terminó callendo, estrellandose contra el agua, creando un chapuzón.
Rony, Pauly y yo nos manteníamos sentadas en las sillas plegables, aunque el sol no fuera suficiente como para esperar algo más que solo acalorarnos a lo tonto.
— Ely, ¿Sabías que Justin estaba aquí? —la pregunta <<elocuente>> de Pauly provocó que mis ojos se abrieran. Ladeé la cabeza para mirarla, y sentí los pesados ojos de Rony a mi espalda. Obviamente ella empezaba a sentir repulsión hacia nuestra prima, pero no era un sentimiento ageno. Aquella sensación de enojo hacia ella había comenzado en cuanto sus hormonas comenzaron a florecer, volviendola una chica voluble y dificil de lidiar. Amaba a mis primas, pero sin duda las amaba más a la distancia, asentuando a Pauly. Me gustaba comunicarme con ella vagamente por correo o teléfono, sin embargo, convivir con ella siempre parecía traernos desdichas a la mayoría.
— No —contesté de manera brusca, como si fuera más que obvia la respuesta—. Claro que no lo sabía.
Ingenua, Pauly miró hacia Omar, Leo e Isabella, y mantuvo sus ojos refugiados en esos tres cuerpos.
Todo pareció calmarse un poco más después de mi abruta respuesta, aunque conocía a mi prima, y sabía a ciencia cierta que no había terminado su pequeña discusión interna. Cerré los ojos, y me arrepentí de haberle respondido de aquel modo: solamente había nublado su visión con dudas que ella quería despejar. Aunque si detenía a pensar en eso, cualquier respuesta mís hubiera sido suficiente para que las preguntas comenzaran a emergir de cualquiera de mis respuestas.
Estaba igual de jodida.
— ¿Ya no estás con Justin? —agudizó su voz, llena de sospecha, y yo tan solo me preparaba para lo inevitable—. ¿Por qué no?
— ¿Por qué no callas tu gran bocota, Pauly?
Enderezandose sobre la silla desplegable, la feroz voz de mi hermana acalló al cordero indefenso de mi prima. Los ojos cafés avellanados de Pauly observaron temblorosos a mi hermana, y terminaron conmigo en una total conmoción.
— Yo solamente quiero saber, Ely. Algo debes de hacer para siempre quedarte con el chico.
¿Qué... Qué había dicho?
Las voces de mis primos en la alberca sonaban lejanas, aunque estuvieran justo frente a nosotros. Escuché como mi hermana contenía la respiración, y sentí como una adrenalina llena de enojo drenaba en mis venas.
¿Qué mierda acaba de decir?
— ¿Qué dices? —fue lo único que atiné a decir, después de sentir la carencia de vocablo.
—Que siempre te quedas con el chico guapo —alzó los hombros, como si fuera la cosa más lógica y común del mundo—. Digo, tienes record de ganar a cualquier chico que me guste a mi y terminar con él.
Mis ojos terminaron de abrirse en su totalidad; un poco más, y posiblemente se me salía el globo ocular.
— ¡¿Qué?! —chillé.
— Si, ya sabes, Gale, luego Justin...
La voz de Pauly sonaba casi sínica. La mantenía en una paz y tranquilidad que era tan calmada que me provocaban ganas de estrujarla hasta sacar encara su verdadero desdén; palabras ponzoñosas y llenas de sarcasmo que era necesario escarbar un poco para notarlo.
— ¿De qué mierda estás hablando Pauly? —terminé por sentarme sobre la silla, y Pauly hizo exactamente lo mismo. Supe que mi hermana también se había enderezado detrás de mi, aunque no la había visto—. Creo que estamos hablando de cosas totalmente distintas.
— Oh, no te hagas la modesta —una sonrisa falsa cruzó los labios de mi prima, aunque no llegó a sus ojos—. Me intereso por Gale, sales con él. Me intereso por Justin, terminas siendo su novia —ladeó su cabeza y sonrió con añoranza—. Parece que solo quieres seguirme los pasos.
— ¿Gale? ¿enserio? —bufé a la espectativa, y Pauly se limitó a observarme—. Gale y tu ni siquiera salían cuando ocurrió el asunto entre él y yo. ¿Y Justin? ¿En verdad lo mencionas? —puse los ojos en blanco—. Justin <<Huía>> de ti, Paulette. No es mi problema que luzcas desesperada y que tu misma auyentes a los chicos que te gustan.
Al momento en que lo dije, me arrepentí. Pero por alguna circunstancia, no pude retener aquellas palabras dentro de mi boca.
Los ojos de Pauly resultaron en torpeza, y se abrieron tan anchos que me preguntaba si no le dolía la cabeza. Su rostro comenzó a transformar aquella calma en una verdadera fiera enojada.
— Oh, habla la <<Irresistible Elizabeth>>.
— Deja de decir estupideces —hablé entre dientes—. Sabes que yo...
— ¿Tu qué? —al ponerse Pauly de pie, a mi no me quedó opción.
Y ahí estaba yo, frente a frente con la <<centrada>> Pauly, discutiendo acaloradamente por aquel estúpido tema, que una parte de mi seguía preguntándose como habíamos llegado a él.
— Vamos Ely, sabes que tengo razón. ¿Es coincidencia que siempre que estabas a la redonda terminabas saliendo con el chico que querías?
— Escuchate a ti misma; solo fueron dos veces, lo dices como si hubieran sido cincuenta. Antes ni siquiera pasaba temporadas largas en Italia.
— ¿Ves? !Lo aceptaste! —la chillona voz aguda de Pauly sonó casi como un clarinete—. ¡Aceptaste que me robas los novios!
— ¡Yo no te robo nada!
— ¡Claro que si! ¡Sabías que me gustaba Justin, y aun así fuiste su novia! ¡Sabías que mis sentimientos por Gale eran reales, y aun así te guardaste las cartas que me enviaba!
<<Las cartas>> madre mía.
Con un rostro impasible, Pauly mantenía su vista fija en mi, y yo sentía un cosquilleo en la palma de mis manos. Aquella fantasía terminaría elocualmente con una bofetada, pero no iba a ser capas de eso.
¿En verdad Pauly sacaba el tema de Gale, después de tantos años?
— Pauly, eso pasó a los quince años. Supéralo.
— ¡Pude haber tenido un amor de película! ¡Por tu culpa no fue más que un corto romance de verano que ni siquiera llegó a la canícula!
— ¡Yo no me guardé las cartas!
— ¡Si fuiste tú! ¡Estabas celosa de mi!
— ¡No todo mundo quiere ser como tu, Pauly! ¡Aceptalo!
— ¡A la mierda! ¡Te gustaba Gale!
— ¡Nunca me gustó!
— ¡Si!
— ¡No!
— ¡Si!
— ¡No!
— ¡CALLENSE!
Me sentía nerviosa, energética y llena de sentimientos negativos. Ni siquiera había sido consiente de el momento exacto en que Leo, Omar e Isabella habían salido de la alberca, pero ahora los tres estaban junto a nosotras, chorreando hasta los pies.
Los ojos temblorines de Isabella no subían del suelo cuando se acercó y dijo:
— Yo fui la que guardé las cartas en su mochila.
No sabía el color que mi rostro tomaba, pero definitívamente era algo cerca a <<color de muerto>>. Pauly se quedó inmutada por segundos enteros, y yo no sabía si sentirme bien gracias a la carga que se me quitaba de mis hombros, o mal por la pequeña niña.
— ¿Qué estás diciendo? —susurró Pauly, aún sin poder creerlo.
— Era una niña pequeña, y estaba enojada contigo. Creo que te habías comido mi pedazo de pastel, o algo por el estilo. El caso es que lo hice para vengarme por mi enojo.
No sabía exactamente que pensar. La voz de Isabella se escuchaba arrepentida, pero al mismo tiempo ocultaba una diversión detrás de dientes. Era perversa: como si no le importara haberlo hecho. Aunque ante la mirada de Pauly mantenía una sumisión irrevocable.
— Y metiste la carta a mi mochila...
— Sabía que si las escondía en otro lado, pensaría en mi como primera opción.
— Siempre supe que eras una perra, Isabella —mi hermana se cruzó de brazos, con una sonrisa llena de sorpresa e ingenio que dividía su rostro—. Resultó ser más perra que Pauly, y desde tiempos memorables.
Pauly dejó de mirar con fervor a mi, para dedicarse a mirar al resto de nosotros en la habitación. Algo dentro de mi dio un pinchazo; parecía que quería llorar.
Era una perra, una coqueta y estaba definitivamente sobrevalorandose a si misma, pero era mi prima, y yo amaba a mi familia, por mucho que pudieramos odiarnos entre nosotros mismos en ocasiones. Sentí unas tremendas ganas de abrazarla, pero antes de que pudiera moverme Pauly dio la medis vuelta, caminando de vuelta a la casa.
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Una escritora sin amor.
RomanceUna escritora Sin Amor Ella, es una chica llamada Elizabeth. Con 19 años, busca entrar a la universidad con una Beca estudiantil para Literatura, y se encuentra con un pequeño concurso de la misma institución que puede hacer que la cantidad de su b...