Mis dedos de las manos estaban engaturrados, y no contenía mi respiración. Justin pasó su mano por mi espalda un par de veces, mientras que yo miraba nerviosamente hacia todas direcciones posibles, observando a la gente caminar con rumbo fijo hacia la sala de espera, o tal vez por una hamburguesa a la isla de McDonal's en el tercer piso.
— Te repito, no es necesario que vengas. — hasta a mi me había sorprendido la falta de voz y fuerza que tuvieron mis palabras, casi como si yo fuera la que estaba enferma. Me estaba muriendo de ansiedad, nervios y miedo.
— Si lo es. — susurró el, de un modo un poco mas fuerte pero igual de débil.
Cuando corté la llamada aún en la fiesta de la boda, Justin tomó el teléfono y consiguió los primeros boletos hacia Italia que habían. Solo existía un problema: Obviamente no habían vuelos directos hacia Conelly o Fonseca, así que tendríamos que abordar en Venecia para después tomar otro avión hacia Conelly, y conseguir un taxi o alguien que nos llevase a Nove. ¿Por qué de repente todo el universo parece ponerse en tu contra? El vuelo estaba a tres horas de distancia de nosotros, ¡Tres horas! Me iba a volver loca. Pero si, gracias al cielo tenía a Justin, a quien aunque le decía que no lo necesitaba, y que debía de quedarse en la boda de su hermana, insistía en acompañarme. No sabía que hubiera hecho sin su brazo en mi hombro consolandome en ese momento.
Lo bueno de Justin es su sensatéz en tiempos de angustia: le vio el lado bueno a que el avión saliera en tres horas; podría hacer mis maletas rápidamente, cambiarme con un pants y una blusa ligera para no tener que llegar con vestido de gala al avión, y podría tomar un café o algo para calmar los nervios.
No quería café, quería llegar a Italia.
...
Justin llegó con dos cafés americanos y dos panecillos de canela. No pude comer; mi estomago estaba lleno de mariposas de fuego que quemaban todo mi interior y mi garganta abarrotada de púas y agujas que me lastimaban cada vez que tragaba.
— Haz un intento — prosiguió Justin —, por favor Elizabeth. — no lo miré, simplemente me quedé quieta, esprando a que el maravilloso sonido de "Vuelo 435" sonara por todo el aeropuerto haciendome saltar de la silla.
Y cuando lo escuché, literalmente salté y corrí hacia el andén.
...
Ese fue, sin mucho esfuerzo en recordar otras malas experiencias, el peor viaje de toda mi vida. No concilé el sueño en ningun momento del trayecto, y mientras más eran mis ganas de llegar, mas parecía la vida en quererme retener. Un retraso en la salida del vuelo 435 en Londres, luego en Venecia un retraso de 10 minutos del avión, y para terminar de arruinar el viaje, estando ya en Conelly no conseguíamos un camión para irnos a Nove hasta dos horas mas tarde.
Las peores dos horas de mi vida.
Pero cuando por fin comencé a ver las afueras de Nove, mi corazón bombardeaba al mil por hora. No era una sensación agradable, no era la misma sensación que me daba cuando iba de vacaciones y me preguntaba como es que mis abuelos me iban a recibir para aquél viaje, era una sensación de total vacío. Solamente rogaba por llegar rápidamente al hospital y poder tomar la mano de mi abuelo.
Oh Dios... era como si aún no lo captara, como si aún no entendiera lo que las palabras de Ronny al telefono me habían dicho: Mi abuelo estaba en su recta final, estaba delicado... mi abuelo se me iba de las manos. Ese hombre era como mi segundo padre, quizás mas padre que el primero. Perderlo sería sin duda, uno de los momentos mas dolorosos de mi vida.
En ese instante, me di cuenta de lo insignificante que somos. Miré por la ventana del taxi que nos llevaba hacia el hospital — sin preocuparnos a dejar las maletas en la casa — y descubrí nerviosa los arboles pasando junto a mi. ¿Que hora era? Ni siquiera sabía; me encontraba tan mareada por tantos viajes y cambios de horario que no estaba muy segura de cuánto tiempo había pasado. Miré hacia el frente, y descubrí en el tablero del taxi la hora: 5:45 a.m. ¡Mierda! ¿De qué día? ¿Cuánto tiempo llevaba sin dormir? Resentí eso en mis dedos de las manos, así que los estiré y troné cada uno con la otra mano.
Nuestra vida es tan ligera como una pluma, una pluma que el viento puede volar sin dificultad. Justo en ese taxi podía morir de tantas maneras diferentes, que si lo ponía de ese modo, el estar viva cada segundo resultaba ser un milagro. En ese segundo podíamos chocar, podría darme un infarto, o incluso podría caer algo sobre nosotros, no lo sé.
Justin pasó sus manos por mis brazos, pero yo ni siquiera pude voltear. No podía, no podía, no podía... no podía no pensar en mi abuelo, en perderlo. Y sí, lo decía tan facilmente por que era la verdad: él era un hombre mayor, pero fuerte. Si lo perdía, no quería tapar esas palabras con un dedo.
— Todo estará bien. — susurró Justin a mi oreja. Bajo otras circunstancias esas palabras y ese calor de su aliento contra el lóbulo de mi oreja me hubieran hecho estremecerme, pero en ese caso no tuvo ninguna clase de efecto en mi. Así que si, basicamente me sentía insensible y muda, sin moverme, sin decir nada, simplemente existiendo. A Medias.
Y sentí que mi mundo se estaba bloqueando otra vez por perder a otro ser querido. Al final, todos se van. Todos.
— No lo sabes. — susurré sin aire, sintiéndome débil. Miré por sobre mi hombro a sus grandes ojos temblorosos, y el se quedó callado, tragando gordo. Volví la vista hacia la ventana, mirando el pueblo de Nove pasar frente a mis ojos.
Gracias al cielo, Nove era un pueblo pequeño, así que no tardamos nada en llegar al hospital.
Sin preocuparme por la paga, las maletas u otras cosas personales - ni siquiera por Justin - me bajé del auto en un salto, y corrí por toda la entrada. En ese momento, nada era lo suficientemente rápido: Ni las puertas eléctricas, ni los enfermeros, ni los pacientes, ni las personas que estaban caminando por los pasillos, ni el elevador lo sería tampoco.
Corrí escaleras arriba, hasta llegar a donde sabía, estaban la segunda sala de espera, donde Ronny me había dicho que estaban todos. Una mujer de bata blanca y yo chocamos hombros mientras corría escaleras arriba, pero ni siquiera volteé para despedirme o escuchar su disculpa. Sentí mis ojos arder en lágrimas que se quedaban estancadas ahí mismo y mis manos temblar ante cualquier escena que mi cabeza imaginaba que pasaría al llevar al segundo piso. ¿Un doctor hablando con todos, y luego Ronny echándose a llorar a los brazos de Pauly? ¿Mi abuela con una sonrisa por que mi abuelo se salvó?...¿Los planes de un funeral? Estaba torturando a mi mente y a mis emociones con solo ideas; si alguna de esas ideas negativas se hacían realidad, ¿cómo iba a aguantar eso? Sacudí la cabeza alborotando mi cabello suelto, y me dediqué a simplemente contar los pasos que me faltaban para llegar a la sala de espera del segundo piso.
Quince, Diesciseis, Diescisiete... La puerta. Empujé la puerta haciendo estremecer la habitación cuadrada grande, donde varias familias se encontraban descanzando y esperando noticias de sus seres queridos. Y Ahí estaba la mía.
— ¡Ely! - Ronny e Isabella soltaron un chillido espontaneo, y Sentí como Pauly llegaba y se me colgaba del cuello. Su delineador estaba esparcido por sus mejillas, y su cabello era un verdadero caos, hasta peor que el mio.
Observé la escena por unos segundos mas; todos se encontraban ahí, mis tios a excepción de mi tía Dinn y mi tio Lorenzo, mi abuela, y mis primos mayores. O tenían los ojos rojos, o si no la ropa manchada, o tal vez el cabello a maraña, pero todos se veían nefastos. Hasta yo me veía nefasta.
— ¿Qué sucede? ¿Cómo está el abuelo? — Pauly levantó un poco el mentón aún en medio abrazo.
— Estable, solo eso. — Me abrazó con fuerza, y yo hice lo mismo. Después se separó de mi apartando sus lagrimas, y me regaló una pequeña sonrisa llena de tristeza y nostalgia.
Caminé entonces hacia los pequeños sofás donde estaban todos sentados. Apenas me vio, mi abuela me sonrió del mismo modo en que lo hizo Pauly; ahí me di cuenta de lo mucho que se parecían ellas dos. Tenían la misma nariz, y sus labios se curvaban exactamente del mismo modo. Eran hermosas.
Caminé hacia mi abuela, y me arrodillé frente a ella para abrazarla. Ella me besó la frente, y acarició mi cabello. Entonces yo comencé a sollozar.
— Perdón. — susurré. — Nunca debí de haberme ido, yo...
— No, principessa, Non farti del male. — me interrumpió con su voz ronca. — Hubiera pasado aún si tu estabas aquí.
Pero no pude evitar sentirme culpable al pensar en el hecho de que mientras yo estaba besándome intensamente con Justin, mi abuelo sufría, y mi familia estaba toda al borde del colapso por el miedo y la impotencia.
Me levanté de aquella posición, y compartí miradas con mis tíos y primos, hasta llegar a los ojos grandes de Ronny. Me miró con piedad, y yo caminé hacia el sillón donde ella se encontraba sentada. Me senté a su lado, y nos abrazamos como hacía años que no lo hacíamos. Ese abrazo fue similar al abrazo que nos dimos el mismo día en que mi papá se fue de la casa, al que nos dimos el día que lloramos al saber que nuestra madre se iba a casar con ese idiota, el mismo abrazo que nos regalamos cuando huí de casa y fui corriendo con Ronny. Ese abrazo era mas que un abrazo común y corriente; con ese abrazo, ella me decía que estaba ahí para mi, y yo le decía que si me necesitaba estaría a su lado. Siempre habíamos sido ella y yo, solas contra todos, contra las tristezas y contra cualquiera que quisiera dañar a la otra.
— ¿Cómo estás? — pregunté temerosa a la respuesta. Ella soltó un fuerte suspiro y nos separamos del abrazo, manteniendo nuestras manos juntas.
— Ya mejor. — Sonrió quedadamente, y yo le respondí con lo mismo. — Contigo todo es mejor. Tu siempre has sabido como hacerme fuerte.
— Eres mas fuerte de lo que piensas, Ronny. — acaricié su brazo, y miré hacia mi costado derecho al resto de almas que se mantenían calladas o murmurando cosas solamente para que le silencio no los volviese locos. — ¿Y como les va a todos? ¿Dónde están mi tía Dinn y mi tío Lorenzo?
— Cuidando a todos los niños. — Ella también giró su rostro para mirar al resto. — Ellos no pueden venir al hospital, es demaciado triste para que vean a nuestra abuela así. Entre todos nos estamos turnando para ir a cuidarlos a casa de mi tío, y hacemos guardia aquí. — Yo asentí lentamente, y lancé un suspiro al aire. — Pero las cosas ya se calmaron, mi abuelo ya está estable, aunque aún nadie se atreve a irse de aquí. — En pocas palabras, eso significaba que todos tenían miedo de que mi abuelo volviese a recaer. — Cambiemos de tema. — Ronny se reacomodó en el sillón y me tomó de las manos. — ¿Cómo te iba con Justin en Londres?
M.I.E.R.D.A. ¡Justin! ¡Me había olvidado de él por completo! Mi rostro se tensó y abrí los ojos tan grandes que sentía la presión en mis parpados. Giré rapidamente la cabeza hacia la puerta, y como por arte de Mágia él iba entrando con nuestras maletas colgadas de todas partes. Me levanté del sofá en un salto, y corrí hacia el; tomé una de las maletas que llevaba en las manos, y lo miré apenada.
— Lo siento. — fue lo único que se me ocurrió decir.
— Entiendo. — dijo él, sonriendo.
Justin y yo dejamos las maletas en una esquina vacía, y después el procedió a hablar con mi abuela. Yo me fui a sentar junto a Ronny, y cuando sentí el alcochonado sillón debajo de mis piernas, fue cuando me di cuenta de lo agotada que estaba.
— Entonces, Justin dejó todo para venir contigo, ¿Eh? — Oh Ronny, si supieras... pensé mientras que asentía y miraba como mi abuela y Justin se abrazaban. Ella lo apreciaba mucho, y estoy segura de que a Justin la noticia de mi abuelo también le dañó un poco. — Le encantas. — susurró ella acercandose a mi oido. Entonces, por primera vez en horas, sonreí genuinamente:
— Lo se. — me mordí el labio, y Ronny tan solo me miró con rostro de no entender nada. — Luego te cuento. — sonrió de oreja a oreja, y al final volvió su rostro ante el llamado de Omar.
...
Las horas pasaron, y yo sentía como si el tiempo no se moviera, como si pasara mas lento en cada segundo. En ese instante, a lo único que esperábamos, era a que algún doctor, o una enfermera, o alguien nos dijera que ya podíamos pasar a verlo. Todavía le estaban haciendo ciertos estudios, así que aún no teníamos la autorización para entrar con él.
La incertidubre de no saber lo que ocurría adentro de aquella habitación me estaba matando.
— Quiero un café. — habló de Repente Ronny por primera vez en horas. Yo me encontraba sentada entre ella y Justin, totalmente agotada y sin ánimos de moverme. — ¿Quieren algo? — nos preguntó.
— ¿No quieres que yo valla a conseguirte un café Ronny? Por mi no hay problema. — Justin hizo ademán de ponerse de pie, pero Ronny inmediatamente se negó.
— Necesito salir, tomar aire fresco y desviar mi mente un poco. Gracias Justin. — Justin asintió.
— ¿Me puedes traer un americano? — pregunté, y ella me sonrió antes de caminar hacia la salida de la sala de espera.
Que horrible nombre, ¿No? Sala de espera: Esperas a ver que noticias te dan, esperas a ver si la persona muere o sobrevive. Oh, santa mierda, a veces odiaba ser tan negativa y directa con todo.
— ¿Te sientes mejor? — preguntó Justin acercandose siguilosamente a mi. Yo negué con la cabeza, y crucé mis brazos sobre mi pecho.
— No me puedo sentir mejor ahora.
— Tu abuelo está fuera de peligro. — objetó el, y buscó con su mano la mía.
— Está estable, mas ¿Fuera de peligro? nadie ha dicho eso.
Eché mi cabeza hacia atrás en el sillón, y Justin acarició mi mano.
— Ven aquí. — Abrió sus brazos frente a mi, y yo inmediatamente capté el mensaje. Entré en el abrazo de Justin, y me recosté a medias en su pecho. El me apretó contra él, y me sentí por primera vez en horas, en paz. Los brazos de Justin alrededor de mi tenían ese efecto tan tranquilizador, como si su roce activaran un sensor de paz por mi cuerpo. — Todo va a estar bien, princesa. Tu tranquila, que Ulises te seguirá hablando de tu niñez para la cena de la proxima semana. — susurró a mi oido. Entonces, de la nada, las lagrimas comenzaron a rebosar mis ojos.
Nunca lloraba, y si lo hacía era por que estaba sola. Chillaba de coraje, de emoción, de rabia y de sentimientos atorados, pero llorar, lo que se dice llorar largo y tendido era muy extraño en mi. La unica que me veía llorar a veces era Ronny, y eso si tenía suerte. Entonces, eso simplemente fue nuevo para mi. Justin me hacía romper tantas reglas personales que hasta temía que terminara rompiendolas todas. Eso perdería mi escencia, ¿No? ya no sería la misma Ely nunca mas. Pero... ¿Quién dice que un cambio no es bueno?
Estando así, abrazada de Justin, recargada en él, todo parecía un mal sueño. Todo parecía ser una pesadilla, pesadilla que se iría apenas abriera los ojos otra vez y me encontraría dormida en los brazos de Bieber.
Así que cerré los ojos, y prentendí que aquello último era mi realidad. Finguí ser feliz, y que nada de eso estaba verdaderamente ocurriendo. Y Abrí los ojos para ver si en verdad, despertaba en un cuarto con Justin, solos el y yo, amandonos. Pero al abrirlos, me encontré con un mini paro en mi corazón: Justo en la puerta de entrada de la sala de espera, se encontraba ese chico de pie, mirandome. Gale estaba ahí.
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Una escritora sin amor.
RomanceUna escritora Sin Amor Ella, es una chica llamada Elizabeth. Con 19 años, busca entrar a la universidad con una Beca estudiantil para Literatura, y se encuentra con un pequeño concurso de la misma institución que puede hacer que la cantidad de su b...