6.

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Nicky.

Vuelvo a soltar una pequeña carcajada hacia la tontería que acaba de decir Dani. Amanda también se ríe y me mira alzando una deja, sabe que después de negarme mil y una veces, me está gustando esto y aunque eso me asuste, me da igual porque hacía tiempo que no me sentía así.

Miro la hora en mi iPhone y vuelvo a centrarme en la conversación, pero abro los ojos como platos volviendo a desbloquear el móvil para ver qué son las cinco menos cuarto. Mierda.

–Dios, tengo que irme.–les sorprendo levantándome a toda prisa.–No me acordaba y llego tarde a...a por Hanna.–me excuso haciendo que Amanda me mire desconfiada.–Nos vemos, ¿vale?

–Pero Nicky, te acompaño.–me dice Dani y niego con la cabeza lo más rápido que puedo.

–También estará mi padre y si me ve llegar con un chico me acosará a preguntas y quiero evitar esa incómoda situación, luego te hablo, ¿vale?–le digo y al final asiente, pero Amy me sigue mirando desafiante. Ruedo los ojos aún pensándome que le voy a decir luego y salgo corriendo hasta que los pierdo de vista.

Saco la dirección que me dio Lucas ayer y comienzo a correr hacia allí. Apenas tardó diez minutos pero cuando llego siento que debería haber estado aquí antes. ¿Qué hace un chico como él en una fábrica abandonada?

Saco mi braga de cuello de la mochila y me la coloco cubriéndome parte de la cara. Lucas jamás ha sido de juegos limpios y no voy a arriesgarme a que alguien más me descubra.

Toco a la puerta y enseguida un hombre grandullón aparece de brazos cruzados, me mira durante unos segundos y sin decir nada me agarra del brazo y tira de mi recorriendo la larga fábrica.

–Puedes soltarla.–anuncia Lucas sentando en un sillón.–Gracias por venir.

–Dime lo que quieres, no tengo todo el día.

–Acércate.–me pide y doy varios pasos insegura.–En esta dirección, vive un viejo millonario que tiene una cosa que me pertenece.–me tiende una tarjeta.–Se trata de un jarrón que se supone que fue creado por la reina Cleopatra en su época, lo perdí en una apuesta.

–¿Enserio?–me río.–¿Solo un jarrón?–me mira mal.–Podrías robarlo tú perfectamente, tienes a mil hombres trabajando para ti.

–Lo sé, pero tengo a al policía vigilándome, lo he intentado varias veces.–me dice y asiento. Es más fácil de lo que pensaba.–¿Puedo confiar en ti?

–Jamás he fallado en algo.–le digo agarrando la tarjeta.–¿Para cuando lo quieres?

–Lo más pronto posible, pero no te voy a meter presión.

–Perfecto.–hablo.–¿Te lo traigo aquí o a otra dirección?

–Tráelo personalmente a mi casa, sabes dónde está.–asiento dándome la vuelta.–Espera, toma.–saca su cartera.–Te voy a dar la mitad por adelantado, los otros tres mil los tendrás cuando me lo traigas.

–Claro, adiós.–me doy media vuelta dispuesta a irme pero de nuevo me interrumpe.

–Recuerda, tus amigos no deben enterarse.–asiento.–Óscar me advirtió que no me acercara a ninguno de vosotros.

–Tranquilo, no lo harán.–aclaro saltando de un bidón hacia una reja y de esa hacia la ventana.

–Veo que no has perdido facultades, princesa.–habla alto para que lo oiga y lo miro con el ceño fruncido, no entiendo porqué me trata así.–Adiós.

Eres todo lo que quiero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora