9.

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Daniel.

–Lo siento, lo siento.–oigo a Nicky disculparse mientras viene corriendo hacia mi.–Me he quedado dormida, madrugar no es lo mío y...

–Tranquila.–sonrío instintivamente, tenía ganas de verla.–Venga, ponte esto.–le tiendo uno de mis cascos de la moto.–Nos vamos a la feria, allí supongo que harán algodón.

–Esta bien.–accede y se coloca el casco perfectamente.–¿A cuántas has llevado en esta moto?–pregunta de repente y la miro para averiguar si va enserio.

–Tu eres la primera.–admito subiéndome al vehículo.–Eran todas unas cagadas.–me excuso y la oigo reír mientras se sube agarrándose a la parte trasera.–Puedes cogerte a mi, estarás más segura.

–Venga, arranca de una vez y deja el complejo de Mario Casas para otras, yo tengo hambre.–dice seguida de una pequeña risilla.

Niego con la cabeza con una sonrisa a la vez que me muerdo el labio y arranco la moto para conducirla por las pobladas carretas de mi ciudad.

–¿Enserio pensabas que te había dejado tirado?–la oigo decir y me quedo mirándola por uno de los espejos retrovisores. Es preciosa.

–Puede.–contesto haciendo que sonría.–No eres como las demás, me haces dudar.

–¿Y eso es bueno?–pregunta y asiento sin más. Le doy más velocidad a la moto y noto como da un grito pero aún así no se agarra a mí y eso en el fondo me jode.–¡Pero no corras tanto!

Sonrío de lado bajando de nuevo la velocidad y sonrío al ver la feria a lo largo de la calle. Veo como se suelta y se pone de pie y aunque al principio me asusto luego sonrío al darme cuenta de lo que hace. Joder, esta loca, increíblemente loca.
Alza las manos y cierra los ojos notando la adrenalina del momento y eso me hace sentir raramente bien. Hay que ser muy valiente y tener mucho equilibrio para hacer lo que acaba de hacer.

–¿No vas a dejar de sorprenderme nunca?–le pregunto enserio y la veo abrir los ojos para luego volver a sentarse y colocar sus manos en mis hombros.–A buenas horas.–me quejo haciéndola reír.–Ya hemos llegado.

Aparco la moto justo en la puerta y me bajo viendo cómo Nicky ha sido más rápida y ya se está peinando el pelo con las manos. Sonrío ante ello y me agacho a coger el casco que ha dejado en el suelo. Cuando ya lo he guardado todo y me he asegurado de que nadie pueda robarme nada, entramos en el paseo donde ya hay varias atracciones llenas.

–Busquemos algún puesto donde vendan algodón.–susurro observando a ambos lados con la mirada.

–Gracias.–dice y la miro bastante sorprendido.–Por traerme aquí.

–Una apuesta es una apuesta.–le sonrío.–Además, quiero pasar tiempo contigo, no sé, me gusta.

–No lo entiendo.–susurra bastante sincera.–¿Por qué?

–¿Tiene que haber un por qué?–dudo y ella asiente.–Esta bien.–digo alargando la "e" y haciéndola sonreír.–Pues porque me haces reír, eres muy distinta a las demás y porque haces que me sienta como en casa.

–No soy como tú crees.–dice especialmente sería.–No creo que yo sea la chica que se merece montar en tu moto.–murmura.–Ni la que se merece pasar tiempo contigo y menos aún la que se merece tanto interés por tu parte.–se excusa y cierro los ojos unos segundos.–No quiero hacerte daño.–susurra sincera.–Dani yo...–traga saliva y doy un gran suspiro.–No estoy echa para ti.

–¿Ya has acabado?–la interrumpo y frunce el ceño.–Bien, porque allí hay un puesto donde venden el algodón.

–¿Acaso me has escuchado?–me dice pareciendo molesta.

–Claro que lo he echo.–la miro.–Y no me da la gana, si tú no estas echa para mí nadie lo está, ¿no lo entiendes?–miro al cielo unos segundos.–He pasado toda mi vida buscando a alguien que llegara y pusiera mi vida patas arriba, que rompiera todos mis esquemas y que me enseñara a querer porque de verdad que no sé.–me sincero sorprendiéndola.–Y cuando estaba apunto de rendirme, de dejar de buscar, apareces tú y además de romperme un pie destruyes por completo mi fachada de tío duro, mis normas de ilusionarme.–sonríe y me muerdo el labio porque jamás veré una sonrisa tan increíble como la suya.–Y no sé, tú en dos días has conseguido que de verdad sintiera que tengo corazón y no pienso perderte por qué tú digas algo que no sabes.–la miro profundamente a los ojos.–Así que ni se te ocurra volver a decir que no estás echa para mí porque yo sé que si, y si me vas a hacer daño prefiero arriesgarme, pero eso tampoco lo sabes así que déjate de rollos y dame una oportunidad, danos una oportunidad.

Veo como se queda unos segundos sin hablar debido a todo lo que le acabo de decir pero sentía que debía hacerlo, que debía abrirme a ella para que algo cambiara entre nosotros, y creo que lo he conseguido.

–Esta bien.–se muerde el labio intentando no sonreír.–Pero si esto acaba mal, yo ya he avisado.

******

Nicky.

–Te toca.–pronuncio cogiendo un poco de algodón de azúcar y llevándomelo a la boca.–Pregunta.

–¿Nicky es Nicky o viene de otro nombre?–duda robándome un poco de el dulce azúcar y lo miro amenazante consiguiendo que sonría.

–De Nicole.–susurro queriendo apartar este tema cuanto antes.

–Oh, me gusta.

–Mmm...–me muerdo el labio pensativa.–A parte de Jesús, ¿quién es la persona más importante de tu vida?

–Mi abuelo.–pronuncia y miro el suelo intentando que no se note mi expresión.–Es un hombre increíble.

–Yo no conozco a los míos.–susurro mirando al frente.
Noto como me mira fijamente y después de pensárselo varias veces acaba por coger mi mano y entrelazarla con la suya.
Trago saliva al notar un cosquilleo en el estomago que jamás había sentido y me giro para mirarlo tiernamente. No quiero enamorarme de él porque sé que acabaremos jodidos los dos pero siento que ya no puedo hacer nada, que no puedo pararlo, que mis sentimientos avanzan a grandes zancadas y que aunque me da un miedo de cojones quiero arriesgarme. Y quizá eso sea lo más raro de todo.

–Venga, es hora de irnos.–pronuncia tendiéndome la mano.–Se me está quedando el culo cuadrado de estar sentado.–habla y no puedo evitar soltar una fuerte carcajada.–Aunque mañana no hay clase, podríamos ir a cenar.

–¿Es una cita?–dudo y veo cómo se le escapa una débil sonrisa.–Bueno, no me has ganado al fútbol, pero...–me quedo pensativa.–Si me ganas a los globos de ahí, acepto.–señalo un tenderete que aún no ha cerrado.–Ah, y que sepas que...–sonrío algo coqueta.–Yo nunca fallo.

No tarda en ir hacia allí y pagar una partida para dos. Lo veo lanzar los dardos a los globos y le da a los tres, por lo que le dan a elegir un premio.

–El osito.–pronuncia señalando uno de tantos que hay en la estantería, el más bonito de todos.

–¿Desde cuándo te van los peluchitos?–le digo divertida.–Me toca.

Cojo los dardos y exploto los dos primeros globos, pero me lo pienso antes de tirar el tercero y lo fallo aposta. Quiero tener la cita con él.

–¿No decías que nuca fallabas, guapetona?–sonríe mientras me tiende el osito.

–Y no lo hago.–le guiño el ojo divertida.–¿Es para mí?–pregunto cogiendo el peluche y observándolo. Es una monada.

–Si, y...–me mira alzando ambas cejas.–¿Lo has fallado adrede para tener la cita conmigo?

–Jamás lo sabrás.–le digo misteriosa caminando hacia su moto.–Bueno, Mario Casas, ¿dónde me vas a llevar?

Eres todo lo que quiero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora