Prologo.

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Dani

Varios meses después.

Me apoyo en la pared y me deslizo hacia el suelo observando las vistas que hay desde este balcón.
Hace frío, tengo la piel de gallina y solo se puede apreciar el humo del cigarrillo que tengo entre los labios. Se escucha la música de fondo, se nota que todos se lo estaban pasando bien en la fiesta menos yo. Puedo oír la música pero mis pensamientos son mucho más fuertes que ella. Mantengo la vista en un punto fijo, no porque tenga algo en qué fijarme, simplemente intento dejar la mente en blanco y olvidarme de las ganas que tengo de llorar. Pero no puedo.

Escucho cómo se abre la puerta pero ni siquiera me giro, solo sé que alguien se sienta a mi lado en silencio. Por su melena rubia sé que es Amy, que en todos estos años se ha convertido en mi mejor amiga y me se prácticamente toda su vida, igual que ella la mía.

–¿Desde cuando fumas?–me pregunta y la miro de reojo unos instantes.

–En ocasiones hay que cambiar de vicio.–intento dar una pequeña risilla pero no me sale.

–Te estaba buscando.–habla y sé que esta sonriendo por la forma en que su voz suena.–¿Te molesta que me quede?–niego con la cabeza.–¿Y qué haces que no estás en la fiesta?–me mira para que yo lo haga.–Hay cada chica...–niego con la cabeza al oírla pronunciar eso. No ha podido decirlo, no aún. Aunque por una parte no estaría mal olvidarme de todo una noche, pero no, yo no soy así.

–No me apetece.–respondo mirando al frente.–Que a los demás les llene conocer a tías cada noche y tener algo con ellas no significa que yo vaya a hacer lo mismo.–me arrepiento al momento de mi ataque de sinceridad, Amy lo hizo durante una semana cuando lo dejo momentáneamente con Jesús.–Lo siento.–la agarro del brazo al notar que se levanta.–No quería decir eso.

–Sí querías.–suspira profundamente y vuelve a sentarse.–Ninguno de ellos tiene la culpa de que estés como estás y parece que lo pagas con todo el mundo.

–¿Recuerdas cuando a ti de dejó Jesús?–digo pero me interrumpe.

–No me lo recuerdes.–sonríe mirando hacia el frente.

–¿Recuerdas que estuve ahí como el que más?–asiente.–Pues si estoy así es porque parece que a ninguno os importa como estoy.–la miro.–Ni siquiera me lo has preguntado.

–¿Como estás?–susurra con voz culpable.

–¿Esta es en la parte en la que te digo que estoy bien, tu me crees y te levantas y te vas a seguir con la fiesta, no?–ni la miro.–Al menos finge que te importa.

–¿Y qué quieres que haga?–alza la voz por unos segundos.–Por mucho que te lo pregunte vas a soltarme lo mismo de siempre, que la echas de menos.

–Y tú.–la miro.–Como siempre me dirás que todo irá bien y que la olvide.–lanzo al aire una amarga carcajada.–Pero no puedo.–admito y se hace el silencio.–Era Nicky, joder.

Nos quedamos mirándonos durante varios segundos y acaba por sonreírme.

–No quiero pelear contigo por llevar unas copas de más.–admite dejando su vaso en el suelo.

–Pero sabes que tengo razón.

–La tienes pero yo también.–apoya una de sus manos en las mías.–Va enserio, deberías olvidarla.

–¿Y luego qué?–me atrevo a preguntar.

–No te entiendo.–admite dando una suave carcajada.

–¿Que luego que se hace?–la miro dudoso.–¿Se sigue como si nada? ¿Te deja la persona que quieres y todo vuelve a ser como antes?–bufo intentando no llorar.–Porque para mi no lo es.–noto como me brillan los ojos.–Me despierto todas las mañanas deseando encontrar un mensaje suyo diciendo que me quiere y que me echa de menos y va a volver, pero nunca pasa. Cada día espero que al siguiente aparezca de nuevo y sería capaz de darle mil oportunidades incluso después de todo el dolor que nos hicimos, sería capaz de dejar toda mi vida por volver a tenerla aquí.

Eres todo lo que quiero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora