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Nicky

–Dormiré yo en el suelo, no te preocupes.–dice Dani dejando su pequeña maleta a un lado de la puerta.

–No, no puedo dejarte dormir ahí, lo haré yo.–susurro recordando esta habitación, es donde solía dormir con mis amigas.

–Yo tampoco te dejaré hacerlo.–me reprocha consintiendo que ambos acabemos sonriendo.–A unas malas podemos dormir los dos en la cama.

–¿A Marie no le importará?–dudo sacando el pijama de ositos de la maleta.

–Marie no...–se queda pensativo.–La he dejado antes de venir.

–¿Por que?–frunzo el ceño mientras busco mi ropa interior.

–Eh...–mira hacia otro lado.–¿Te importa que me duche primero?

–No, claro que no.–le sonrío débilmente.–Mientras me pondré la tele.

Lo veo entrar en el baño y doy salto para tumbarme en la cama y encender la tele.
Se de sobra que esta noche va a ser rara e incómoda, y aunque no quiera admitirlo, quiero que sea así. Hace dos años que no estoy con él y sé que verlo dormir a mi lado es lo mejor que me puede pasar. Aún recuerdo cómo me relajaba el sonido de su corazón, y como su pecho subiendo y bajando me hacía sentir viva. Era una adición verlo dormir, y para mí sigue siéndolo.

–Ya puedes pasar.–su voz ronca consigue sobresaltarme y en cuanto clavo mis ojos en su rostro me quedo sin respiración. Nicky no bajes la mirada, Nicky no lo hagas.
Mierda.
Mis labios se entreabren al verlo enrollado en una toalla, con sus fuertes músculos llenos de gotas de agua que lo hacen terriblemente sexy y con su pelo mojado que me encantaría estar tocando.

Mis labios se entreabren al verlo enrollado en una toalla, con sus fuertes músculos llenos de gotas de agua que lo hacen terriblemente sexy y con su pelo mojado que me encantaría estar tocando

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–Voy, no tardo nada.–intento hablar aunque mi voz me traiciona sonando ronca. Me encierro en el cuarto de baño lo más rápido que puedo y me doy una ducha refrescante que logra despejarme un poco.
Salgo minutos después ya con mi pijama puesto y con el pelo aún mojado.

–Bonito pijama.–sonríe divertido y lo miro sacándole el dedo.–Tenias uno parecido hace unos años.

–Este es más cómodo.–le respondo mientras me agacho para coger un peine de mi maleta.–Y más mono.

–¿Puedo hacerlo yo?–me pregunta y frunzo el ceño.–Peinarte.

–Eh...–lo miro extrañada.–Claro, porque no.

–Es raro, ¿no?–se ríe cogiendo el peine y pasándolo por mi pelo.

–No, para nada.–ironizo consiguiendo que de una carcajada.

Eres todo lo que quiero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora