Ruedo los ojos aburrida mientras me siento en la cama cruzándome de brazos. No os podéis ni imaginar lo pesada que se ha puesto Amanda con que tengo que vestirme con ropa más adecuada. No entiende que yo lo hago a mi manera, sin importar lo que piense la gente porque la que tiene que gustarse soy yo.
–¿No puedo ponerme lo que me de la gana?–le repito y se gira para mirarme mal.–Amy, no pienso vestirme para impresionar a nadie, no es lo que quiero.
–Esto es de tu estilo.–me saca un conjunto y suspiro al verlo. He de admitir que en su armario tampoco hay cosas tan cursis como lo imaginaba.–Te ha gustado.–me acusa y me doy la vuelta sonriendo de lado.–Oh, vamos, admítelo.–dice y me río mientras me quito la camiseta de pijama.–Eres una orgullosa de mierda.
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Me da por reírme mientras me deshago de los pantalones, tiene razón, el orgullo es una de las grandes cosas que me caracterizan y quizá eso me gusta. Suelen decir que siempre lo jode todo, pero lo que no saben es que también hay veces que nos salva de alguna que otra hostia.
–¡Hanna!–la llamo cuando acabo de vestirme.–¡Hora de ir a clase!
La pequeña aparece por la puerta con su característica sonrisa y sus ganas de comerse el mundo, ya totalmente preparada para aprender cosas nuevas. Jamás lo admitiré en voz alta, pero la pequeña es mi mayor debilidad.
Cojo mi mochila y bajo al piso de abajo para desayunar tranquilamente y cuando ya estamos todos listos, salimos de casa dejando a Óscar allí.
–¿Alguno tiene examen hoy?–les pregunto antes de que me digan que les explique algo.
–Yo de inglés, pero voy sobrado.–me sonríe Mario aún sintiéndose culpable por haberme dejado tirada.
No tardamos mucho en llegar y como siempre, Amanda llama la atención de todos los de clase, jamás se van a acostumbrar a lo guapa que es. Sin embargo, aquí estoy yo, su sombra.
Suspiro cansada para que me oigan y voy a mi sitio al final de la clase mientras mi amiga se sienta junto a sus pijas e irritantes amigas. Jamás encajaré, lo tengo ya demasiado claro.
Mister Pol, o como todos los llaman, el cara escombro, comienza a dar la clase de filosofía y doy un gran bostezo dispuesta a dormirme como en todas sus clases, pero esta vez hay algo que me lo impide. La directora aparece por la puerta y la miro asustada, todas las miradas se posan en mí y levanto las manos reclamando, esta vez no he echo nada.
–Chicos, tengo una propuesta que haceros.–habla su dulce voz consiguiendo que giren su mirada hacia ella.–El colegio privado que hay en esta misma calle nos ha retado a un amistoso partido de fútbol, y el premio son mil euros que serán destinados a una de las asociaciones de luchas contra el cáncer, la que el colegio ganador elija.–informa.–El profesor de gimnasia hará las pruebas mañana para formar el equipo y los elegidos entrenarán durante las tardes, el partido es el sábado.
Me escurro en la silla aliviada al ver como se marcha y suspiro al notar a Amy cerca de mi. Se lo que va a decir.
–¿Te apuntas tú o lo hago yo?–me susurra y ruedo los ojos.–Venga Nicky, no hay nadie mejor que tú en deportes.
–Con lo machistas que son no dejarán entrar a una chica en su equipo.
–Pues demuéstrales que puedes con todos ellos juntos.–sonríe solo como ella sabe.–Ya es hora de que sepan lo mucho que vales.
*******
Daniel.
Me muerdo las uñas dejándome caer en la pared y sosteniendo mi pierna sobre una de las muletas. Jesús se sienta en el suelo mientras desbloquea su móvil y aprovecho para ver que apenas falta un minuto para que salgan.
Oímos el fuerte timbre que da por finalizadas las clases y un mogollón de gente aparece tapándonos completamente la visión. Pasan unos minutos hasta que todo se despeja y frunzo el ceño al no ver a Nicky por ninguna parte.
–Hola.–oigo su voz a mi lado y doy un salto sin saber muy bien cómo ha llegado hasta ahí.–Deberías fijarte más, llevo aquí ya varios segundos y ni lo has notado.
–Ya te vale.–le sonrío débilmente y ella simplemente mira a mi hermano y a la rubia de su amiga.–Oye, ¿y si vamos a comer los cuatro a algún lado?
–No debe...–intenta decir la morena pero enseguida su amiga la interrumpe tapándole la boca.
–Claro que si, será divertido.–sonríe esta y asiendo de acuerdo. Veo como Nicky rueda los ojos y por un momento siento que de verdad Amy la obligó a venir.
–¿Puedo hacerte una pregunta?–le digo intentando mantener el equilibrio con las muletas.
–Ya lo has echo.–deja escapar una sonrisa y la miro como si de un tesoro se tratase.–Venga, que quieres saber.
–¿Estás aquí porque quieres o porque...?–dudo y enseguida se queda sería unos segundos.
–No te voy a mentir.–aclara.–Puede que Amanda me haya insistido un poco pero jamás le hago caso.–dice y frunzo el ceño.–Si no me he ido es porque me apetece estar aquí.
–Eso me deja más tranquilo.–susurro y un gran silencio se muestra entre nosotros.–¿Te has enterado del campeonato?
–Si.–me mira sincera para luego agarrar mi mochila, que me lleva molestando todo el camino.–¿Vas a ir a verlo?
–Dámela, puedo llevarla.–le digo y me mira para luego colgársela delante sin hacerme caso.–Si, mañana iré al medico y que me quiten ya la venda, no me duele.–informo.–Así podré competir.
–Os vamos a ganar.–dice segura y me echo a reír irónico.
–Tu colegio jamás nos ha ganado en algo, no te hagas ilusiones.
–¿Apostamos algo?–me reta y la miro fijamente para darme cuenta de que lo dice enserio.
–Lo que quieras.–le digo entrando al MacDonald donde Jesús y Amanda ya han cogido una mesa.
–Esta bien.–asiente.–Si ganamos nosotros...–se queda pensativa.–Me tendrás que comprar un gran algodón de azúcar.
–¿Solo?–le digo gratamente sorprendido. Cualquiera en su lugar me habría pedido la joya más cara de todo Madrid, pero supongo que Nicky no es cualquiera.–Vale, pero si somos nosotros quien os metemos una paliza, accederás a tener una cita conmigo.–le digo pillándola por sorpresa.–¿Hay trato?
Veo como me reta con la mirada unos segundos y aunque intento seguirla, logra que aparte la mirada nervioso. Jamás alguien había logrado ganarme a una guerra de miradas pero desde que vi sus ojos supe que ella lo haría.
–Por supuesto.–accede tendiéndome su pequeña mano.–Ves preparando mi algodón de azúcar, porque vas a perder.