Amanda
–No ha pasado nada.–explico sentándome en la cama, bastante intimidada por la mirada de Nicky.
–Ya, claro.–sonríe sarcástica.–Jamás te había visto tan nerviosa, Amy.
–Nada de nada.–insisto intentando mantenerle la mirada, cosa que no consigo.–Joder, eres como un grano en el culo.
–Yo también te quiero.–se sienta junto a mí.–Ahora desembucha.
–Joder, vale, si.–admito al final.–Nos hemos besado y eso.
–¿Y...?–me invita a que continue.
–No pensaba que...déjalo.
–No, cuéntamelo.–insiste.
–¿No puedes dejarlo estar y ya?–digo quizás demasiado borde.
–Tu jamás lo dejas estar.–gruñe levantándose y caminando hacia la puerta.
Me muerdo el labio mientras la veo salir por el pasillo, y después de pensármelo bien durante varios minutos, me levanto y voy tras ella. Es mi mejor amiga, me ha cuidado y ayudado siempre, aunque ella no lo sepa. Se merece que al menos sea sincera con ella.
–Nicky.–la llamo abriendo la puerta de su habitación.–Lo siento.
–¿Por qué?–me mira mientras se quita la camiseta y se coloca la de pijama.
–Ya lo sabes.–suspiro y me acerco a ella.–Se que siempre has pensado que soy una chica fácil.–pronuncio con dificultad.–Que tengo demandados líos...
–Es cierto que cambias de novio más que de bragas.–suelta haciéndome callar.–Pero no por eso eres una chica fácil, jamás podría pensar eso de ti.
–La gente lo piensa.–susurro mientras se gira para mirarme.
–¿Y qué importa eso?–me mira fijamente.–Ellos no te conocen.
–Lo sé, pero...
–¿De verdad lo crees?–me interrumpe de nuevo.–¿De verdad te sientes...una chica fácil?
–No lo sé.
–Yo sí, y no lo eres.–alza la voz, como suele hacer cuando se enfada.–Mira Amy, estamos en la edad de...eso, y no tienes porque avergonzarte.
–Si, no quiero que Jesús piense que soy una maldita guarra.
–No lo piensa.–me asegura y frunzo el ceño.–Si no, yo también lo soy.
–¿Tú?–me acerco a ella.
–Dani y yo nos hemos besado.–dice sorprendiéndome.–Y no me arrepiento, es justo lo que quería hacer, así que...deja de comerte la cabeza por hacer lo que sentías.
–Tengo miedo, Nicky.–susurro de repente, dejándola sorprendida ahora a ella.–Y sé que yo nunca lo tengo pero...
–Te gusta.–adivina.–Mucho.
–Si.–asiento echándome las manos a la cara.–Pero siempre acaban dejándome y tengo miedo de que si le abro el corazón...acabe destrozándome.

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Eres todo lo que quiero.
Ficção AdolescenteQue me has enseñado a vivir en vez de a ver la vida pasar, y en esa diferencia se esconden todos los matices que te definen.