Trente-huit

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Aquella tarde, al salir de la escuela, fui a la casa de tu tía para pedirte perdón aunque ni siquiera me conocieras.

Todo estaba cerrado y la cochera estaba vacía, así que supuse que habías salido con ella y entré a mi casa pensando en que más tarde, cuando estuvieras, iría a hablar contigo.

Comencé a hacer unos pendientes que tenía y me olvidé un poco de eso hasta que, dos horas después, mi celular sonó y la pantalla me avisó que se trataba de mi mejor amiga.

Richard...

Su voz se escuchaba rara.

¿Qué pasa Anne? Estoy algo ocupado en este momento y si es algo que puede esperar te agradecería mucho si me llamas después.

―¿Has visto a mi hermano? Mi tía llegó hace poco a su casa y al no encontrar ni a Philip ni a su carro me llamó preocupada.

No es la primera vez que él se va a pasear para despejarse un poco. Nunca se lleva al carro, es cierto, pero tal vez quería ir más lejos esta ocasión.

―Lo pensé también, pero para empezar no tiene licencia y apenas si sabe conducir, además dejó una nota y eso es lo que me preocupa.

―¿Qué es lo que dice?

―Ya voy para allá, Rick. Esperame afuera.

Joanne, dime que es lo que pone la nota.

―Dice algo así como: necesito un pequeño descanso de todo esto, le haré una visita a mamá. Y ella esta muerta, Richard.

Le colgué y lancé el teléfono a mi cama, tomé mi abrigo y corrí escaleras abajo para esperarla.

No podía creer lo que estaba pasando.

PhilipDonde viven las historias. Descúbrelo ahora