Vingt-quatre

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El día después del recital llegaste a la escuela con el ojo morado.

Las personas se burlaban de ti, especialmente Daniel, el bravucón de nuestro grupo.

Escribió varios insultos en tu casillero y te dijo muchas cosas hirientes.

Tú sólo saliste corriendo para huir de todo eso.

Me enorgullece decir que ese mismo día él salió del colegio con la nariz rota.

La directora me mandó a hablar aquella tarde y me suspendió, después me advirtió que de continuar así podría perder la beca que, recalcó, sólo tengo porque mi mamá trabaja ahí.

Pero no me arrepiento de nada.

Se merecía recibir ese puñetazo.

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Perdón, se supone que tendría que haberlo subido ayer pero no me pude meter a la tableta hasta muy tarde.

PhilipDonde viven las historias. Descúbrelo ahora