Capitulo 36

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Lance

No sé qué esperar después de tanto que paso, bueno, no es tanto, pero su significado, para mí, es enorme.

Aún sigo anonadado por lo que paso, con Arthur. Su pasado, mi pasado, nuestro pasado, juntos. Y la confusión que me genera.

Tener esa imagen de él, la del pasado, de un chico bueno, gentil, alegre, con una sonrisa en el rostro, diciéndome que seriamos amigos para siempre.

Y esta otra imagen, la del ahora, la de un joven enorme, intimidador, enojado, furioso, con una mirada de odio en su rostro, diciéndome que pagaría por algo que no hice.

Son dos personas absolutamente distintas, son prácticamente dos puntos cardinales, el norte y el sur, el agua y el fuego. Pero ambos son la misma persona.

Esos dos seres, que podrían ser tranquilamente dos personas distintas, son la misma persona.

Y eso es lo que aún no caigo, en lo que aún no termino de entender. ¿Cómo una persona puede ser esas dos? ¿Cómo pudo ser ese alguien tan bueno, pacifico, dulce y ahora ser alguien que le encanta molestarme, que me golpeo hasta hacerme sangrar y me miro con ese odio profundo?

Es una locura esto, es una completa locura y estoy con ganas de gritar, de romper las paredes hasta que mis manos me duelan.

Yo jamás deje de querer a ese chico de piel azul, que me miraba con alegría y con timidez, que jugaba conmigo, con el que reíamos juntos.

Si, así es. Esas tres simples palabras me hicieron recordar todo.

Porque no había nadie que me llamara así. Solo él. Era un apodo que me puso él, de cariño, de amistad. Y yo, durante un largo tiempo, no lo olvide.

Era mi señal de esperanza, mi recuerdo de esperanza cuando mi padrastro y hermanastro me golpeaban y burlaban hasta dejarme sangrar y llorando del dolor.

Eso me mantuvo vivo, podría decirse, además que aprendí como dejar de sentir los dolores simples, como solamente cortarse un poco la piel.

No podía quejarme, no podía, después de un tiempo, gritar y llorar de dolor. Porque sabía que, si lo hacía, me pegaban más. Y me vi obligado a reprimir todo.

Pero eso no me hizo fuerte, me hizo débil. Me hizo sentir que estaba yo solo y ellos. Y el dolor se volvía insoportable, pero no el dolor físico, sino el dolor emocional.

No lloraba al frente de ellos, pero si lloraba todas las noches, en silencio. Las lágrimas salían. Y me costaba dormir en las noches, al principio. Después de un tiempo, empezaba casi todos los días a caer dormido, por el cansancio emocional.

Fue terrible, muy, muy terrible. Esos recuerdos se quedaron grabados, como cicatrices, como tatuajes, cosas que, por fin, ya ignoro y olvido.

Pero no puedo evitar sentir escalofríos cada vez que los recuerdo y sentir un breve momento de terror al recordar sus miradas de odio al pegarme.

Esa mirada de odio que vi ese día que me pego Arthur, que me dejo inmóvil, que destrozo mi cuerpo en pedazos y no pude defenderme. No pude.

Por suerte, esta vez sí pude, pero la consecuencia, la verdad que tanto buscaba, el tratar de saber porque creía conocer a Arthur de otra vida, fue catastrófica. Me aniquilo más que cualquier golpe físico que me hayan dado.

No puedo ni quiero, bah trato, de no pensar cómo se estará sintiendo Arthur. ¿Estará como yo, muy devastado? ¿Le habrá caído muy fuerte esto? ¿Cómo se sentirá? Mejor evitarlo pensarlo.

Al menos ahora, necesito tratar de ser fuerte. No quiero que esto me destruya, aunque me duela mucho esta verdad.

Dios, me siento un imbécil, un estúpido. No debí haberme metido tanto, en busca de esa verdad.

Amor A La VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora