Capítulo 11

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Despertó con un terrible dolor de cabeza.

Sentía el bombear de la sangre en la nuca, justo donde le habían golpeado. Y era tan fuerte la presión que se sintió repentinamente mareado y a punto de vomitar. Por eso se movió con mucho cuidado, casi a cámara lenta, al tiempo que abría los ojos.

Las nauseas que sentía no se debían sólo al golpe, sino también al lugar donde se encontraba: Una especie de sótano, sin apenas luz, cerrado y con un intenso olor a humedad y meados.

Dio una bocanada de aire, intentando no respirar por la nariz. Se sentó en el mismo suelo donde había despertado, viendo que allí no había nada más, y se llevó una mano hasta el lugar del golpe. Soltó un quejido de dolor cuando palpó la zona en que su pelo estaba pegajoso por la sangre, pero al menos ya había parado de sangrar.

Lo que significaba, por otro lado, que llevaba un buen rato inconsciente.

Intentando no perder la calma al recordar la última vez que estuvo a solas en un sótano (por mucho que hubiera sido un sueño), estudió el lugar en que se encontraba. A medida que pasaban los segundos se amoldaba mejor a la poca luz que daba una triste bombilla colgada del techo, con lo que empezaba a ver mejor.

Aunque no había mucho que ver.

Definitivamente aquello era un sótano, si bien estaba completamente vacío. Aunque en lugar de ser un espacio diáfano y maloliente, era un espacio maloliente y divido en celdas separadas entre sí por verjas de metal.

Y Stiles estaba en una de ellas.

Sería de tres metros por tres. Lo suficientemente grande como para no causar claustrofobia, sobre todo porque a ambos lados las otras celdas que había también estaban vacías.

En total contó seis celdas separadas en dos filas, con un pasillo entre medias tan estrecho que apenas cabía una persona. Y al fondo del sótano, apenas visible por estar lejos del alcance de la bombilla, había una puerta de metal más grande y robusta. Todo el conjunto le recordó al veterinario de Deaton, en concreto la sala donde tenían enjaulados a todos los animales antes de darles el alta.

Pero ahora él era un humano encerrado, y un animal era su carcelero.

La rabia de saberse encerrado consiguió que se disipara por completo el mareo, y avanzó con paso firme hacia la puerta de su celda.

- Te recomiendo que no hagas eso.

La voz parecía provenir de todos lados a la vez, y comprendió que era a causa del eco. Aunque era un eco distinto a cualquiera que hubiera oído antes...

Nunca había visto a Kate con vida. Pero aunque lo hubiera hecho, sabía que su voz habría sonado distinta a como lo hacía ahora, pues aquella voz no era del todo humana.

Se quedó congelado en el sitio y miró a todos lados. No veía nada, y tampoco es que hubiera muchos sitios donde poder ocultarse. En realidad, no había ningún sitio donde hacerlo.

Entonces, como salida de la nada, Kate estaba frente a él. Tras la reja de metal, y con sus verdes ojos brillando de un modo antinatural.

Stiles no pudo evitar el escalofrío que recorrió su espalda, pese a que ni siquiera estaba transformada. Salvo el color de sus ojos, era una mujer en todos los aspectos, e indudablemente hermosa: Enfundada en unos pantalones de cuero con botas altas y camisa de tirantes que remarcaba su figura, y como colofón una larga melena rubia y suelta que ya quisieran muchas tener.

Había visto fotos de ella, pero debía reconocer que no le hacían justicia.

Por otro lado, en aquellas fotos sólo veía a una psicópata disfrazada de mujer bonita. Y lo que tenía ahora frente a él era una psicópata que, pese a tener el aspecto de mujer, sus ojos verdes dejaban claro que no era sino un monstruo en todos los sentidos.

My King and his QueenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora